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El río del PSOE de Andalucía se desborda

Isabel Morillo
El Correo de Andalucía

"Cuando lleguemos a ese río, cruzaremos ese puente". Es la máxima política del presidente de la Junta y secretario general del PSOE-A, José Antonio Griñán. Pero al líder el río se le está desbordando con un caudal político que comienza a ser incontrolable y que, si las urnas no lo remedian, va camino de provocar el mayor desastre del socialismo andaluz en las tres últimas décadas.

Ayer el campanazo más sonado de los últimos dos años, desde que se acometió la sucesión de Manuel Chaves, lo dio Luis Pizarro, un referente orgánico del que muchos dicen que estaría dispuesto "a cortarse una mano" antes de hacer algo que hiciera daño a su partido o a su Gobierno. La mayoría del Gobierno se enteró por la SER -avanzó la noticia- y muchos tardaron horas en digerirlo.
 
Dimitió el hombre que llevó a gala ser el fontanero político en el partido de Manuel Chaves durante 18 años, el mismo que diseñó una estrategia que llevó al PSOE-A a cosechar seis victorias en las urnas, dos con mayoría absoluta, y que desde el banquillo asistía con resignación, con gesto cada vez más agrio y evitando decir en público -aunque cada vez se le notaba más- lo poco que le gustaba el actual rumbo de su partido. La gestión del escándalo de los ERE ha sido el último ejemplo. "Llevaba casi dos años tragando cosas muy gordas y ya no aguantaba más", cuentan que dijo ayer a su entorno más cercano.

Se plantó un político de aparato, tan temido como respetado. El gran artífice de una sucesión ordenada, al estilo que Chaves quería, con José Antonio Griñán como el elegido. Él lideró a los apóstoles de la sucesión (con hombres como Antonio Fernández -el exconsejero en el ojo del huracán de los ERE- o Martín Soler), los mismos que Griñán hizo caer. Pues el mismo Pizarro que lo aupó, le asestó ayer el golpe político más duro de su mandato. Quizás el definitivo para destapar la caja de los truenos y desencadenar una guerra interna que lleva larvada meses y que muchos advertían de que podía estallar si los socialistas se despeñaban en las próximas municipales del 22 de mayo. Contra pronóstico, ha dado la cara antes aunque quizás pueda sostenerse, o no, hasta después de los comicios.

Un dirigente socialista trataba ayer de desdramatizar bromeando con la importancia de la Semana Santa para el PSOE andaluz. Penitencia y pasión. Un domingo de Ramos de hace dos años Chaves anunció su marcha. Antes de las vacaciones de Pascua del año pasado Griñán se aupó a la secretaría general del PSOE andaluz y remodeló su Gobierno por segunda vez. Y cuando está próximo este Viernes de Dolores, al PSOE andaluz le acaba de estallar otra gran crisis interna y se ve obligado a superar la cuarta remodelación del Ejecutivo en menos de dos años.

La gota que colmó el vaso, la tormenta política que desbordó el río, está relacionada con el PSOE de Cádiz y la famosa comida del pollo con tomate de Benalup. Esa mesa en la que Pizarro y Chaves, supuestamente a espaldas de Griñán y su ejecutiva regional -según sostienen desde San Vicente-, maniobraron para desbancar a la alcaldesa y candidata de Jerez. Pizarro, dicen fuentes de su entorno, se ha visto abocado a elegir entre el partido en Cádiz y el Gobierno, y él es de partido. Dicen que el gran referente del llamado clan de los Gazules -ese grupo socialista gaditano imprescindible para entender la etapa Chaves- no estaba dispuesto a "ver pasar desde su Audi" los cadáveres políticos de muchos de sus afines y sus allegados en la provincia de Cádiz.

Aseguran que Pizarro está convencido de que la secretaria de Organización, Susana Díaz, había puesto en marcha, con el consentimiento y el visto bueno de Griñán, una operación para barrer del Gobierno todo aquello que se relacionara con el secretario provincial del PSOE de Cádiz, Francisco González Cabañas. Y Pizarro, que se olía la operación desde hace más de diez días porque no está en parvulitos de política, llevaba una semana rumiando el plante. Despachó hace poco con Susana Díaz en un almuerzo, dicen, "tenso pero razonable". "Quien conozca a Luis sabe que esto desde luego no es un calentón, él mejor que nadie sabe del impacto y de la gravedad de su decisión", comentó ayer un dirigente del Gobierno andaluz, que comparaba la dimisión de Pizarro con la de Rafael Velasco, fruto esa -dicen- de su impericia política.

Pizarro también utilizó el BOJA para barrer a sus adversarios políticos y no le tembló el pulso para descabalgar a quien pusiera en duda el poder de la ejecutiva regional. Y si no, que le pregunten al exportavoz parlamentario José Caballos.

La guerra de Cádiz ha sido el detonante, pero el origen está más atrás, hace aproximadamente año y medio. Cuando Griñán decidió saltarse los planes que habían diseñado para él y reclamó el poder del partido. El día que el actual dirigente socialista proclamó aquello de "El líder del PSOE andaluz soy yo" y se puso a trabajar para conseguir adelantar un congreso regional extraordinario que acabara con la bicefalia, desalojara a Chaves de la secretaría general y a Pizarro de la vicesecretaría. Ese día, el vaso comenzó a llenarse.

Pizarro no dejará su escaño en el Parlamento. Será un diputado "de a pie", dicen sus allegados, pero está dispuesto a tener "un papel más visible que nunca". ¿Es eso una declaración de intenciones? ¿El aviso de que se va a librar una batalla interna definitiva y de que Pizarro será el referente de los críticos contra Griñán? Tiempo. La ejecutiva regional desvistió esto de cualquier viso de realidad. "Se pasará en 48 horas", auguraron. "No hay derecho, Griñán no se merecía esto, no es justo para el presidente ni para los candidatos", aseguró un peso pesado de la actual ejecutiva. Ayer el partido estaba desbordado, conmocionado, y los críticos ya pedían primarias para elegir a otro candidato en lugar de Griñán animados por el debate de Zapatero. Eso sí, agazapados en el anonimato. Huele a guerra fraticida. Crisis, encuestas a la contra, desmovilización del electorado socialista, ERE y Pizarro. El río va desbordado.

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