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Chaves está desnudo

Rafael M. Martos
Director de Noticias de Almería
 
Manuel Chaves nunca quiso ser presidente de Andalucía, y cuando llegó, lo hizo forzado, a regañadientes. Llegó cuando el aparato del PSOE que controlaba el sevillano Alfonso Guerra temió que José Luis Rodríguez de la Borbolla se le subiera a la chepa desde la presidencia del gobierno andaluz y desde la Secretaría General del PSOE-A. Y Peopote -fueron los guerristas quienes propagaron ese apodo, como ridiculizaron su uso del abanico, o como hicieron correr el rumor de que era aficionado al vino más de lo normal-, a quien sustituyó fue a Rafael Escuredo, un presidente que llegó a ponerse en huelga de hambre para reivinciar una Andalucía en pie de igualdad con otros territorios del Estado español.

Igual que Blas Infante decía que España era el amo que Europa le puso a Andalucía, Chaves no ha sido otra cosa que el amo que el PSOE federal le puso al PSOE andaluz, y por ende, a la propia Andalucía. Es por eso que en su visión política de lo que es Andalucía, este ceutí, cuando es llamado como vicepresidente tercero del Gobierno de España, en vez de propiciar unas elecciones autonómicas, elige y designa a dedo a su sucesor a título de presidente. Eso sí, los socialistas andaluces han tenido al menos la posibilidad de elegir en un congreso extraordinario al madrileño José Antonio Griñán como secretario general, mientras que los andaluces no hemos podido elegir presidente... está claro el sentido de casta que existe en algunas élites del poder.

Pero las afrentas de Chaves son muchas más. No podemos olvidar el llamado caso Climo Cubierta, donde quedó claro que él, como presidente de la Junta de Andalucía, nombra a uno de sus hermanos director general de una empresa pública que luego va y contrata obras con la empresa de otro hermano, incluso cuando esta debe dinero a la Seguridad Social. No podemos olvidar cómo su hija, que acumula apoderamientos en cuatro empresas del grupo Abengoa, Telvent Tráfico y Transporte, Telvent Housing, Tráfico Ingeniería y la constructora Instalaciones Inabensa, ni podemos olvidar las subvenciones millonarias que recibieron desde la Junta de Andalucía durante ese tiempo. Tampoco podemos olvidar el reciente caso de MATSA, una empresa que pide una subvención y se la deniegan, que luego contrata a la hija de Chaves, Chaves cambia la ley, solicitan otra vez la ayuda y entonces se la dan, con el descaro añadido de que padre e hija firman el "toma y daca" en el mismo papel, y sin que él se levante tan siquiera del Consejo de Gobierno al tratarse de un familiar suyo el receptor. ¡Da igual!

Ahora llega el hijo, y se encarga de cobrar comisiones por intermediar entre empresas privadas y los distintos consejeros de la Junta de Andalucía para recibir subvenciones. Y tampoco pasa nada.

Y están los EREs fraudulentos, que han ido dejando un reguero de dinero andaluz gastado en alegrarle la vida a una pandilla de vividores apesebrados que a saber por qué han sido agraciados por este maná. Y está el fondo de reptiles, dedicado regalar dinero a empresas que no sabemos qué habrán hecho o prometido hacer para recibirlo.

Y está el dinero de los Fondos Europeos para el empleo, cuyo control correspondía a la Junta de Andalucía y ésta -como mínimo- no ha hecho su trabajo fiscalizador. Pero eso no es nuevo, ya lo advirtió la Cámara de Cuentas hace años, pero no pasó nada. Bueno, sí pasó, amenazas a quien publicó algo concreto, como Noticias de Almerría, lo que no evitó que contáramos más cosas.

Chaves representa lo peor en que se puede convertir un político. Chaves no respeta a nadie, no respeta nuestra dignidad (ni nuestra inteligencia) y desde luego a él no le respeta nadie; la prueba es que cuando ha llegado a Madrid ha quedado más que en evidencia su incapacidad para cualquier cosa de provecho, y es que aquí, en Andalucía había quienes le temían, y era eso, temor, que no respeto. En Madrid, sin ese poder, su irrespetabilidad ha quedado a la altura de su indignidad. Ahora Chaves, como en el cuento del emperador, está desnudo, y todos se ríen de sus vergüenzas. 

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