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El odio a Dios

Rafael Leopoldo Aguilera

A pesar de algunas pretéritas encíclicas de Santos Padres, se puede ser actualmente socialista y católico, liberal y católico, siempre y cuando cualquier opción política respete y acepte en la vida doméstica y profesional de la persona la doctrina de nuestra amada Iglesia Católica. Debe de existir una congruencia entre nuestro pensamiento y nuestra forma de actuar, no debiendo existir antagonismos y desajustes emocionales. Que, por un lado, asistamos con cirio, peineta o costal, y después, por otro lado, no reconozcamos la Resurrección del Señor de la Vida y la Esperanza, la libertad religiosa, el derecho a la vida, etc.

No podemos estar siempre aplicando normas de conducta personal con beligerancia y agresividad laica y sectarista frente a la Iglesia Católica, y después acompañar a las imágenes sagradas en las Estaciones de Penitencia, hacer primeras “levantás”, acudir a las tribunas, etc.
Manifestarse católico y obrar en consecuencia dentro de un ámbito ideológico es tener integridad de alma, corazón y trascendencia, pilares básicos en el comportamiento individual de cualquier persona, que algunos no aceptan con la negación sistemática de Dios entre nosotros, y representado en la Semana Santa a través del Divino Redentor en sus pasos de Misterio junto a la Virgen María.

Hoy no solo algunos y algunas se lavan las manos como Poncio Pilato, o salen huyendo como hicieron los discípulos en el Prendimiento de Jesús, sino que aprovechan cualquier ocasión para ofender el buen nombre de Jesús, y más aún, a los sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos con el apostolado.

Parece haberse exacerbado en estos meses el odio a Dios y a su Iglesia, de manera que raro es el día en el que no tenemos noticia de alguna profanación de un templo o de un acto sacrílego.

Hagamos posible que tengamos una Semana Santa llena de paz y amor, mensaje éste último del Dios de la Humanidad, del Gran Arquitecto del Universo.

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