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Treinta años al compás del chachachá en Almería

Miguel Cárceles
Periodista
 
Después de décadas de saltar la valla, de sortear como fuera un tendido de ladrillos blanco que divide en dos Almería. Tras padecer años y años ese muro 'berlinés' que separa y distingue entre los almerienses de 'más pacá' y de 'más pallá' de las vías, no es hasta los ochenta cuando la voz de la ciudadanía de ambos lados del tren, especialmente de los de Ciudad Jardín y el Zapillo, comienza a hacerse oír. Quieren soluciones a esta línea infranqueable que divide la ciudad en dos. Ni siquiera la instalación a mediados de los ochenta del puente rojo, un atajo para conectar a los peatones de ambos lados de Almería; ni el puente de la avenida del Mediterráneo, a finales de la década, supusieron una efectiva solución a esa costura abierta. Desde entonces hasta ahora, Almería ha conseguido aprenderse la conjugación del verbo soterrar. Pero poco más. Esta es la historia de un proyecto de treinta años, ahora en el aire.
 
Manifestación, en 2002, por el soterramiento / Ideal
1998, el año cero
El 17 de octubre de 1998 el soterramiento pasa a ser de eso que se comenta en las barras de bar a tener tinta sobre papel. El Ministerio de Fomento adjudica, tras años -prácticamente dos décadas- de infructuosas peticiones ciudadanas, el primer estudio de viabilidad del proyecto. Lo asume Train Ingeniería de Transportes. Es la primera vez que se habla de soterrar totalmente las vías. La empresa de ingeniería habla de una vía hasta el puerto que pasaría en superficie por el nudo de Las Almadrabillas, mientras que el tráfico cruzaría la avenida Cabo de Gata por debajo de las vías mediante un paso inferior. Entonces, el presidente del PP, Luis Rogelio Rodríguez-Comendador (ahora alcalde de la capital), declara a los medios que Fomento se muestra reticente a financiar el soterramiento total, pero no tiene inconveniente en ceder los terrenos de las vías y construir la estación en El Puche.
 
Sin embargo, no es hasta 2002 cuando el proyecto comienza a tomar cuerpo -administrativo-. El secretario de Estado de Infraestructuras, Benigno Blanco -bajo el Gobierno popular de José María Aznar- presenta un estudio informativo del AVE que aporta tres soluciones para la entrada del tren en la ciudad. Una de ellas es el soterramiento integral, que cifra en 113 millones de euros. Y con los ánimos caldeados, la Plataforma Pro Soterramiento, un conglomerado conformado mayoritariamente por asociaciones vecinales, se echa a la calle para exigir el proyecto. Aún a día de hoy hay alguna asociación de vecinos de la que cuelgan las pancartas exigiendo «soterramiento ya», pese a la disolución de la plataforma como tal.
 
El proyecto del lago
Mientras tanto, se avanza en el tratamiento urbanístico del espacio que se liberaría si se ejecutara el soterramiento. El equipo de Leira-Bustinduy gana un concurso de ideas del Ayuntamiento y la Junta de Andalucía para dicho suelo, e incluye un lago artificial de grandes dimensiones que salvan dos pasarelas. El cambio de Gobierno municipal -del bipartito PSOE-IU se pasa a otro PP-GIAL- acaba con el proyecto en la papelera. Y tras dos años, en febrero del año 2005, una reunión tripartita entre Fomento, Ayuntamiento y Consejería de Obras Públicas determina encargar un nuevo estudio informativo que actualice los estudios técnicos y revise el coste de la ejecución -del anterior estudio ya han pasado casi seis años-. En diciembre, el estudio está ya encargado. Debe de estar terminado a mediados de 2007.
 
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. El estudio se alarga. A finales de año, la nueva secretaria de Estado de Infraestructuras, Josefina Cruz -actual consejera de Obras Públicas- presenta a los líderes municipales el estudio, con casi medio año de retraso. Y lejos del soterramiento integral, propone cota cero entre El Puche y la avenida del Mediterráneo y desde ahí, un 'semisoterramiento' con bóvedas que permitan la ventilación de las vías y la entrada de luz. Esta solución permite la continuidad peatonal entre el sur y el norte de la ciudad, pero impide el tráfico de vehículos entre la avenida del Mediterráneo y la estación. No obstante, existen tensiones. Los borradores de convenio circulan, y no es hasta el 19 de junio de 2008 cuando se suscribe por parte de las tres administraciones un protocolo para la ejecución del proyecto. Este protocolo pasa por la creación de una sociedad tripartita que se encargue del proyecto y en la que participarían a partes desiguales -asumiendo la mayor parte Fomento- en la financiación del proyecto.
 
Sin embargo, el proyecto informativo sigue sin aprobarse. Y la situación, como en los últimos años, continúa siendo tensa. En mayo de 2009, el alcalde de Almería afirma que si en junio no se aprueba de una vez el estudio, propondrá olvidar el soterramiento y llevarse la estación a El Puche -una de las alternativas que ya recogía el primero de los documentos del soterramiento, en 1998, una década antes-.
 
El 17 de junio de 2009, el proyecto desencalla. Una reunión tripartita pone sobre la mesa los costes de la obra -aún con las bóvedas-. Son 244 millones de euros. Se anuncia la salida a información pública del proyecto. Y se descarta, por parte de Fomento, ninguna alternativa que pase por el traslado de la estación a El Puche, lo que le restaría centralidad.
 
Y de nuevo en el aire
Todo parece ir sobre ruedas. A pesar de la crisis económica, el proyecto desencalla. Es más, el 11 de febrero de 2011 Fomento cede y da su 'ok' a mejorar la propuesta y hacer un soterramiento integral, a cota cero, y con la estación bajo tierra. «Iniciamos un camino sin retorno para que el ferrocarril no sea más una barrera de separación sino que sirva para unir y dinamizar la vida y los barrios de la ciudad, a lo contribuirá la llegada del AVE y el soterramiento». La frase es de José Blanco, ministro de Fomento del último Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Y la dice el 8 de mayo de ese año, cuando se firma el convenio tripartito del soterramiento, con caras sonrientes en todas las administraciones.
 
Ahora, con solo 50.000 euros de presupuesto en las cuentas públicas para 2012 -la mitad que en 2011- el jarro de agua fría ha venido de la asunción por parte del propio ayuntamiento de que con la crisis el soterramiento es inviable y que hay que «replantearlo desde el principio».
(Ideal)

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