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La “fracasada” Merkel

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Merkel confesó que no sabía qué color de chaqueta ponerse para no dar pistas sobre preferencias hacia una posible formación política que configure el pacto de gobierno. Ya saben, los sutiles gestos en política no son gratuitos. Sin embargo, la canciller no se ha prodigado en ambages, dubitaciones y demagogia; todo lo contrario, su liderazgo se ha fundamentado en medidas contundentes, inequívocas e impopulares que han conducido al relanzamiento de la economía alemana y a devolver su papel preponderante como primera potencia continental.

Angela Merkel
El arquetipo Merkel, en España, resultaría desastroso; y no digamos en algunos territorios abonados de demagogia, caso de Andalucía. Ya lo vaticinó el fino “estadista” Zapatero: “La fracasada Merkel”. No se puede negar el tino de ZP, perfectamente homologable a sus aciertos en política económica y gestión de la crisis.

En España se han experimentado periodos de alternancia en el poder que se resumen en una época de gobierno de izquierda que conduce a la ruina; retoma la derecha con reformas, ajustes y recuperación; vuelve la izquierda, y de nuevo la ruina; y llega la derecha a intentar reconducir la situación… y así sucesivamente. Por tanto, es difícil que, una vez recuperada la estabilidad socioeconómica, vuelva a repetir un gobierno reacio a desatar una desbordante alegría de dispendio, subvención, prebenda y corruptela.

El pueblo, del que dicen nunca se equivoca, lo hace con cierta frecuencia en función de sus respectivos códigos culturales y costumbristas. El que vota con sectarias pretensiones no es víctima, sino colaborador del resultado final.

Lo ocurrido en Alemania es impensable en España por el insoportable componente sectario. A Merkel la han votado ciudadanos que no la soportan y que les ha podido amargar su existencia, pero la han votado porque es la mejor baza para la recuperación del país. Incluso, se ha sacrificado el inmenso apoyo tradicional a los liberales, desaparecidos y laminados en aras de una opción nítida y mayoritaria.

A diferencia de Merkel, Susana Díaz sí sabe qué chaqueta ponerse: la blanca. El blanco ha inundado su recién renovado despacho de Presidencia y es el color favorito de su indumentaria: el hábito hace al monje. Este gesto, nada gratuito y mejor estudiado, es la transmisión de la esencia de la pureza, libre de mácula de corrupciones y exento de impregnaciones truculentas. Todo un mensaje para el que quiera comprarlo.

Merkel, como los toreros que se arriman, ha destrozado cientos de chaquetillas en innumerables arremetidas. Susana, por el contrario, pretende la puerta grande con toreo de salón y un buen uso del “engaño”. Es la firma de la casa.

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