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Julio Feo recuerda a Mojácar

Manuel León
Periodista

Llegó a la irredenta Mojácar hechizado por las cuartillas holandesas de Goytisolo. Era verano de 1967 cuando Julio Feo, un joven sociólogo madrileño, se plantó allí con su novia y dos bañadores a pasar unos días. “Estaba entonces todo por hacer”, recuerda ahora el que fue secretario general de Felipe González en Moncloa durante cinco años (1982-1987), el hombre que ponía firmes a ministros y directores generales en esa España que estrenaba el socialismo. Ha publicado, Julio, su segundo libro de memorias Aquellos años, una excusa ideal para hacer un alto en el camino y rememorar sus andanzas almerienses: “Mojácar era un pueblo entrañable, desde esa primera vez me volví incondicional, se respiraba libertad y tranquilidad a un tiempo”, exclamaba ayer el sociólogo, ya jubilado, por teléfono.

Tanto le cautivó el pueblo de Alavez, que se compró una casa en la calle Puntica, puso una tienda de artesanía para su mujer alemana y alumbró amistades afectuosas como las del industrial Paco Alarcón y su esposa Juana Torres. Julio, entretanto, hijo de un desterrado político en su Valencia originaria, se afilió también de forma clandestina a organizaciones universitarias de izquierdas, tras su paso por el Liceo francés, y conoció a Felipe González y a Alfonso Guerra recién acabado Suresnes. Fue desde el comienzo, Julio, el ideólogo, el muñidor, el que cuidaba la escena y los discursos, uno de los artífices del áurea sideral del PSOE una noche de octubre del 82. En su casa madrileña, junto a tres o cuatro amigos y Carmen Romero, entre whiskys y cigarrillos rubios, es donde vivió el sevillano Felipe la apoteósica jornada electoral que le convirtió en presidente de España.

Antes, Julio ya había hablado con la pasión que emanaba de sus ojos chispeantes y de su bigote tartufo a Guerra y a Felipe de ese rincón andaluz que él llevaba medio en secreto. Tanto que por su casa pasaron los dos, además de otros como Virgilio Zapatero, Leopoldo Torres, pocos años antes de ganar las elecciones. Comieron migas en Turre, gambas en Garrucha y tomaron alguna que otra copa en el Budú. Felipe celebró su 40 cumpleaños en el Parador mojaquero. Por allí paraban también en esos años locos gente variopinta como el diplomático Rafael Lorente, el futurólogo Rafael Lafuente o los Garrigues Díaz Cañabate. Tanto le habló Julio a Guerra de Mojácar que el exvicepresidente terminó comprando una casa, en la calle Miramar, a los herederos del torero Antonio Bienvenida. Y tras él, se hicieron asiduos otros socialistas de fuste como Joaquín Almunia, Manuel Marín, Pablo Castellano, Francisco Virseda o Rafael Delgado, secretario de Guerra. Asegura ahora Julio, con voz lastimada, que volvió hace poco a Mojácar “pero ya nada ni nadie es como antes”.

‘Aquellos años’ en los que España pasó del blanco y negro al color
Julio Feo fue un valor en alza en el PSOE a comienzos de los 80 cuando el partido arrasaba en las encuestas y el furor por la victoria hacia mella en sus crecientes militantes y simpatizantes. Era un líder, más detrás que delante, entre bambalinas, aconsejando, bregando, dándole tanta importancia al cómo y cuando que al qué; tiempos muy distintos a los actuales para el naufragado PSOE. En 1977 se subió en un autobús y recorrió España con Felipe. Era pronto. No ganaron esas elecciones. Pero sí las de cuatro años después. Muchos le han reconocido su arte en comunicación política y el papel fundamental que desempeñó en la campaña del 82. Fue el artífice de las imágenes de un Felipe alternando su papel de relumbrón en los grandes mítines com las charlas pausadas con los periodistas. Ahora, con 76 años, Julio vive alejado de los focos (en realidad nunca estuvo delante de ellos). Es parte de la historia de España de aquellos primeros 80.

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