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Circunstancias sobrevenidas

Emilio Ruiz


Durante todo el fin de semana los twitteros y facebookeros se han entretenido en un juego que a algunos les puede parecer interesante, pero que a mí me resulta aburrido: buscar testimonios de personajes del Partido Popular que han prometido antes, durante y después de la campaña electoral que nunca subirían los impuestos, y menos aún los de las rentas del trabajo, y menos todavía los de las rentas de las clases medias y bajas. El catálogo de artículos y declaraciones es tan extenso e intenso que algunos, si las vieran o leyeran ahora, posiblemente se sonrojarían.

A mí no me divierte este juego de búsqueda testimonial, digo, porque yo, desde hace tiempo, a las palabras de los políticos no les echo muchas cuentas. Pero no sólo a los políticos del PP, no. A ninguno. Ni a los del PSOE, ni a los de IU, ni a los de UPyD, ni a los del PA… a ninguno. Hace tiempo que me di cuenta de que, para ser un político “políticamente correcto”, nunca debes ir con la verdad por delante. Nunca. En cada caso, en cada ocasión, al ciudadano, al elector, no hay que decirle lo que uno siente, lo que uno cree. Hay que decirle lo que su oído desea que se le diga, lo que él quiere oír. ¿Que después nuestras decisiones desvirtúan nuestras promesas? ¿Que después hacemos lo contrario que de lo que decíamos? No hay problema. Es cuestión de buscar un argumento meridianamente bien estructurado por el que se pueda llegar a la conclusión de que nuestro cambio de actitud es provisional y se debe a circunstancias sobrevenidas, ésas que, como su propio nombre indica, no estaban en el guión. Créanme si les digo que esa tarea de travestismo dialéctico es la mar de sencilla, como el viernes nos hizo ver la vicepresidenta SSS y en mayo de 2010 nos hizo ver el presidente ZP.

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