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A Consuelo Rumí

José María Garrido
Militante del PSOE

Entiendo y, haciendo un enorme esfuerzo, me puedo poner en su lugar, y entender que usted, habiendo “saboreado” los altos placeres de la política, con rango nacional, se sienta un tanto disminuida ocupando un sillón de la sala de plenos de nuestro querido Ayuntamiento de Almería, sin hacer otra cosa que no sea eso. “ocupar un sillón”. Otras políticas han tenido que echar mano de la “tablet” para entretener su tiempo, cosa que usted nunca ha hecho (o al menos no la hemos visto).

Consuelo Rumí

Pero permitame usted que, con todo el respeto, le haga una sugerencia que, puede ser, no se le haya ocurrido aun o que esté usted mal aconsejada. Mire, Sra. Rumí, hay momentos en la vida en los que echarse a un lado nos hace que la Historia, la de verdad, no la de los comentarios de patios de vecinos (tan respetables como otros), nos coloque a cada uno en el lugar que hemos conseguido ocupar en esta difícil travesía de la vida. Por qué le digo esto: con la mejor de las intenciones aconsejarle de compañero a compañera de Partido (PSOE), usted ya ha perdido toda credibilidad política.

Su voz, defendiendo cualquier causa, no llega a nadie; solo usted y algún allegado suyo la escucha, la lee o incluso se “suicida” (en el sentido metafórico, claro) defendiéndola con un grado de ordinariez lingüística que tiraría de espaldas al propio Chomsky. Créame: ¡qué vergüenza! Con estos aperos haremos poca siega, Sra. Rumí, créame. Comprendo que vivir en democracia es difícil, pero vivir con dignidad es solo cuestión de proponérselo, Sra. Rumí. Hágame caso: El suicidio político o se hace con inteligencia o es un mero “accidente doméstico”. Créame, Sra. Rumí.