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Retrato urgente del periodismo en tiempos de crisis

Antonio Avendaño
Director de Andaluces Diario

Discurso del director de Andalucesdiario.es en la entrega de los XXX Premios Andalucía de Periodismo, cuya modalidad de Internet ha correspondido a este digital.

Hace casi 20 años, exactamente 17, me dieron este mismo premio por una colección de artículos publicados en El Correo de Andalucía. Hoy el premio no es a mí sino al periódico andalucesdiario.es: el mérito no es por tanto mío, sino de los cinco jinetes que cabalgaron junto a mí en esta aventura. Sus nombres son estos: Olivia Carballar, Patricia Rodríguez, Laura León, Francisco Artacho y Pablo Fraile, periodistas experimentadas ellas, periodistas nacientes ellos, pero todos, los cinco, periodistas de raza en un mundo que sigue apreciando mucho a los periodistas de raza pero siempre, eso sí, que no tenga que hacerles un contrato.

Pertenezco a la generación de periodistas a quienes hace 25 años El Corte Inglés solía mandarles un detallito por Navidad. Eran buenos tiempos, amigos. Tanto que demasiadas veces estuvimos más pendientes del detallito que de nuestro trabajo.

Redacción de Andaluces Diario

MI REINO POR UN CONTRATO
Escribía Allen Ginsberg que había visto a las mejores mentes de su generación destruidas por la locura. Escribo yo imitándolo que he visto a los mejores periodistas de la mía destruidos por el paro y por el miedo al paro, atrapados sin salida, buscando furiosamente un empleo digno. O incluso indigno, si no había más remedio.

Como el de la política, el oficio del periodismo está malherido pero no muerto. Algo perdido pero no muerto. ¿Acaso no sigue habiendo nuevos empleos y contrataciones? Sin duda. Lo malo es esto: que al empleo que se crea lo seguimos llamando empleo, del mismo modo que a los tabloides británicos los seguimos llamando periódicos, pero todos sabemos que ni este empleo es propiamente empleo ni aquel periodismo es propiamente periodismo.

Pero no exageremos. No son buenos tiempos, pero no es el fin de los tiempos. La gente sigue en la lucha, muchos no se rinden. Conozco periodistas que han creado sus propios medios digitales y están en la batalla, aunque muchos recuerden al legendario Dutton Peabody, fundador, editor, director, reportero y publicista del ‘Shinbone Star’, el periódico que tanto odiaba el malísimo Liberty Valance. Peabody, como habréis adivinado, vendría a ser lo que hoy llamamos un autónomo.

¿PERO QUIÉN ES EL MALO?
En la película de John Ford al menos sabíamos quién era el malo y además había un John Wayne dispuesto a hacerle morder el polvo. Nosotros no solo no tenemos un John Wayne que acabé con el malo, sino que ni siquiera sabemos muy bien quién diablos es el malo y, mucho menos, cómo hacerle morder el polvo. También en eso los periodistas nos parecemos a los políticos.

Pero defendamos el periodismo. Todo cuanto podamos. Tal vez en estos momentos no sea gran cosa pero es lo único que tenemos. Recordaréis lo que el protagonista de ‘Camino de perdición’ decía a propósito de su padre, a sueldo de la mafia irlandesa: que tal vez no era el mejor hombre del mundo pero que era su padre. Lo mismo debemos decir del periodismo: tal vez no sea el mejor oficio del mundo, pero, maldita sea, es nuestro oficio.

Voy acabando. Hace 17 años comencé mi intervención diciendo sería breve porque en el público había muchos periodistas, ansiosos de que acabaran los discursos para aplicarse a las cervezas y los canapés. También eso nos ha arrebatado esta crisis: ¿dónde están aquellos vinos fragantes, dónde aquellas cañitas frescas, dónde los tiernos canapés de antaño que tanto nos gustaban, sobre todo porque eran gratis?

EL HONOR Y LA GLORIA
Bueno, al menos, la dotación económica del premio no ha bajado en estos 17 años; aunque es verdad que tampoco ha subido. Aun así, está claro: hasta que no regresen los canapés de la Junta y los detallitos del El Corte Inglés no podremos decir que la crisis ha terminado.

En todo caso, amigos míos, me siento muy honrado por este premio y por estar acompañado en él por tantos compañeros que sí lo merecen. Concluyo hoy con mis palabras de 1998. Proclamé entonces que no era ambicioso en cuestión de gloria ni tampoco de dinero, y citaba al clásico que decía: “Me conformo con un poquito de gloria: la justa para no parecer un imbécil en mi pueblo”. 17 años después, está uno tentado de añadir: la justa para que alguien nos haga un contrato, preferiblemente indefinido.