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Almería, el talismán de David Bisbal

Patricia Gosálvez
El País Viajero

Vende millones de discos y tiene un Grammy, pero no olvida su tierra. En cada uno de sus trabajos muestra parte de Almería. En el nuevo, le ha tocado al industrial Cable Inglés. Ésta es la ruta del almeriense más internacional.

En Almería todo el mundo tiene su historia de Bisbal. Está el camarero que lo recuerda de niño, celebrando las murgas de carnaval, y el conductor que lo conocía del equipo de ciclismo y le vio actuar con la Orquesta Expresiones ("ya tenía muchas tablas"). Todos hablan bien de Bisbal, sean o no fans. "A los almerienses se nos cae la babica con David porque pregona nuestra tierra a los cuatro vientos", explica un taxista.

El cantante se ha ganado a pulso el cariño de sus compatriotas: en cada uno de sus trabajos ofrece una ventana para enseñar Almería al mundo. "Siempre tengo que llevar algo de mi tierra, es como un talismán", confesará luego echándose una mano al pecho, como si agarrase un colgante imaginario. También admitirá que siempre le dio "mucha rabia" que Almería "no saliese nunca en el Telediario, ni en el mapa del tiempo...". Cuando empezó a ser famoso lo que más ilusión le hacía era que los periodistas le preguntasen de dónde era.

Las Vegas-Almería
El talismán ha funcionado. David Bisbal grabó su primer videoclip en Mónsul, una de sus playas favoritas, y para las fotos de su cuarto álbum, Sin mirar atrás, ha elegido el Cable Inglés, una localización emblemática de la ciudad que le vio nacer hace 30 años, y renacer hace ocho, cuando participó en Operación Triunfo. Entre ambas imágenes hay millones de discos vendidos. Bisbal es número uno en México y en Japón. Graba en Miami o en São Paulo. El mundo se le queda chico, pero el almeriense tiene claro dónde está su casa. Hace unas semanas voló Almería-Madrid, Madrid-Londres y Londres-Las Vegas, para ir a los Grammys Latinos (él ganó uno en 2003). Y a la vuelta, lo mismo. "Me merece la pena, si no vuelvo a Almería, no descanso". "Yo para relajarme ni yoga ni pilates...", dice sonriente bajo su corona de rizos (ha vuelto a dejárselos medio largos). "A mí me basta con volver a mi tierra para ponerme las pilas".

Es un almeriense militante y no es casualidad que el lugar elegido para el primer concierto de presentación de su nuevo disco fuese Roquetas de Mar. Sus fans se lo agradecen: las entradas se agotaron en tres horas, tan rápido que al cantante no le dio tiempo a reservar la primera fila para los suyos.

Espías en el faro
La primera parada que ha elegido David Bisbal para enseñar su Almería querida es el faro de Cabo de Gata (www.cabodegata-nijar.com). Quizás porque la localización es infalible de tan bonita, quizás porque no hay nadie a la vista y no será acosado.

Es temprano y la bruma se posa sobre el mar como una balsa. Parece el lugar idóneo para un encuentro entre espías. La furgoneta con cristales tintados serpentea por la carreterilla que recorre el parque natural. Algunas curvas son tan cerradas que los coches pitan para avisar de su presencia. El vehículo se detiene junto al faro. Es el punto más suroriental de la Península, llamado Charidemun Akra por los griegos y Promontorium Charidemun por los romanos: el promontorio de las ágatas, probable origen del nombre del cabo, que no fue de Gata hasta el siglo XIV.

Bisbal baja de un bote de la furgo. Hincha los pulmones, abre los brazos frente al acantilado y suelta un sentido: "¡Qué guapo!" Frente a él, el arrecife de Las Sirenas surge del agua transparente. Son los restos de una chimenea volcánica, bautizados así por los marineros en honor a una abundante colonia de focas monje que campó por aquí hasta la primera mitad del siglo XX. Hoy están en peligro de extinción.

"¡Pero qué agustico se está aquí!".
"Hay que pescar siempre a una milla de la costa, como marca la ley", dice el cantante. Explica que a treinta metros de profundidad hay un barco hundido y que, gracias a las leyes de protección, se está recuperando el fondo marino. Se lo han contado sus amigos buceadores, pero él no ha bajado. Le va más la pesca; especialmente la deportiva y "a fondo de embarcación" -fondeando el "barquito" con ancla y lanzando la carnada directamente al fondo-. También echa alguna "rapalilla al curricán" (arrastrando el cebo con la embarcación en marcha). Lo cuenta entusiasmado -no hay pescador que no sea vehemente con el tema-, y con los ojos en el horizonte. "¡Pero qué agustico se está aquí!". Se le nota que preferiría estar pescando, pero toca posar para las fotos y seguir la ruta.

De vuelta por la carretera, Bisbal cuenta cómo junto al diminuto pueblo de La Fabriquilla se consigue sacar sal del agua marina, y cómo en la playa, "de chinorro chiquitillo", vio una vez una cría de delfín. Explica orgulloso que por aquí se ven miles de flamencos y que en todo el parque natural no se puede construir a no ser sobre la ruina de una casa preexistente. "Esta maravilla hay que protegerla", repite ante las marismas camino de San José.

Una playa para dos
En el precioso pueblo blanco tiene atracado su barco y un "apartamentillo" ("el que tiene una casa bestial es Pedro Reyes", apunta). "Por aquí hay playas preciosas, algunas tan pequeñas y escondidas que puedes pasar todo el día solo. Yo tengo una en la que sólo cabemos dos y hasta la he bautizado". ¿Localización?: top secret.

A la entrada de San José se encuentra El Sotillo (Correo, s/n, San José, Níjar, 950 61 11 00, www.cortijoelsotillo.com). "Un hotel que ha mantenido la esencia de los cortijos; las habitaciones son preciosas, la piscina, genial, se puede montar a caballo y la cocina es muy buena", dice Bisbal, que se alojó aquí cuando vino a Cabo de Gata a grabar su primer videoclip. Su repentina fama hacía que alojarse en casa de sus padres fuese prácticamente imposible.

Pasado el pueblo se atraviesa una pista cuajada de chumberas y pitacos. No pasan apenas coches, y un zorrillo se atreve a asomarse al camino. "¡Qué maravilla, toda esta naturaleza!", exclama David, que vuelve a ponerse muy contento cuando ve una cuadrilla de guardas del parque natural atusando la zona. Finalmente, aparece la playa de Monsul -donde se grabó el vídeo de su hit Ave María-, resguardada a un lado por una enorme duna y al otro por una curiosa pared rocosa llena de huecos y recovecos. Fue en esta misma playa donde el padre de Indiana Jones (Sean Connery) espantó a las palomas con un paraguas para evitar el ataque de un avión nazi en La última cruzada. "Y justo aquí me colocaron a mí una tabla para que pudiese hacer el giro", dice Bisbal en el centro de la playa. "La mitad de los bailarines que contrataron de acompañamiento habían ido conmigo al instituto y la fiesta que sale al final la rodamos en aquella caseta de la guardia civil", explica señalando la única construcción al borde de la arena.

El lugar le llena de energía
De un salto se sube a las rocas, corre cuesta arriba por la duna o recuerda el famoso paso del videoclip: brazo, brazo, brazos arriba, salto, patadita. "¡Qué fuerte!, no hay ni una pisada en la arena, échame una fotillo que la cuelgue en el Twitter", le pide a su asistente pasándole el móvil. Luego decide no colgarla inmediatamente, "no se nos vaya a llenar esto de fans". Pero al final las pone; se pueden ver en http://twitter.com/david-Bisbal , seguidas de decenas de comentarios que van de "¡¡guapoooo!!" a "¡¡¡uffffffff!!!!".

"A veces da un poco de rabia no poder pasearte tranquilo por tu propia tierra", dice David, que hace casi diez años que no sale de marcha por Almería. "Pero yo nunca he sido un muchacho de esconderme".

Cuando abandonamos la playa lo demuestra. La furgoneta se vuelve a cruzar con los guardas del parque y Bisbal pide al conductor que pare. Con medio cuerpo fuera grita a los hombres: "¡Caballeros! ¡Que tenéis esto precioso!". "¡Hombre, Bisbal!", responde un guarda boquiabierto. "Nada, niños, que quería felicitaros por lo cuidado que está todo, ¡buen trabajo!". "¡Gracias majete!", "¡qué grande eres!", "¡cuando lo cuente en casa no me lo van a creer!"... Así se mima al público.

Indiana Jones
En su segundo vídeo almeriense Bisbal está subido en lo alto de un acantilado en medio del desierto de Tabernas. Con los rizos por los hombros y medio descamisado, levanta las palmas al cielo mientras canta Bulería, Bulería. Se arriesga incluso con un giro de tirabuzón al borde del precipicio. "Es el mismo lugar por donde se despeña un tanque en Indiana Jones", dice el cantante, lógicamente orgulloso.

En Tabernas se han rodado más de trescientas películas. Se convirtió en una localización favorita del cine (y después de la publicidad y los videoclips) desde que, a mediados de los cincuenta, Sergio Leone lo transformó en el telón de fondo de sus spaghetti westerns. Este año se cumplen 20 años de la muerte y 90 del nacimiento del director italiano y se presenta el libro Sergio Leone de Carlos Aguilar dentro del festival Almería en Corto ( www.almeriaencorto.es, del 4 al 12 de diciembre). La VIII edición del festival homenajea, con un premio, a Ernest Borgnine, el tipo más duro del Oeste (que rodó tres películas en la provincia), y con una medalla y una exposición (a partir del 27 de noviembre), al director artístico Gil Parrondo. Parrondo convirtió Tabernas en la Arabia de Lawrence de Arabia y se llevó un Oscar por recrear en el desierto, hace exactamente 40 años, las persecuciones de Patton tras el mariscal Rommel. En la página www.paisajesdecine.com existen rutas turísticas por la zona (y la Sierra Alhamilla) para revivir las aventuras de Clint Eastwood y Harrison Ford en los filmes de Leone y Spielberg.

Un recuerdo minero
El héroe de nuestra película nació en la calle de Granada, en el barrio obrero almeriense de Los Ángeles. Recuerda una infancia feliz y tranquila, en un lugar donde todo el mundo se conocía ("el panadero, el de las chuches, el que vendía estampitas...") y "las cocheras se dejaban abiertas". Su padre era boxeador, pero al pequeño David le tiraba (y le sigue tirando) más el fútbol y la bici, con la que ha recorrido toda su provincia: "Cuando quería hacer llano, rodaba por Costa Cabana, Retamar o Cabo de Gata; cuando quería rompepiernas me subía a Alhabia".

Hace poco volvió a su barrio de la única manera en que puede pasar desapercibido: enmoto y con casco. "Conserva su esencia", sentencia. Ahora vive en una casa a las afueras, en Castel del Rey.

No es tan fácil pasearse por el centro de tu ciudad cuando tus rizos son universales. Impensable parar en lugares concurridos como Las cuatro calles, por donde sale la gente, o bares míticos como Casa Puga (Jovellanos, 7, 950 23 1530, www.barcasapuga.es), donde Leo el del Puga dice pertenecer a la tercera generación de taberneros que "calientan la fría barra de mármol con la conversación". También con unas tapas espectaculares de cazón en abobo y gambas con gabardina.

Como mucho, Bisbal visita restaurantes como el Mediterráneo Torreluz, que cuenta con una discreta entrada para no montar mucho barullo (plaza de las Flores, 950 23 43 99; http://almeria.torreluz.com). En la barra las tapas han evolucionado (sardinas marinadas con pisto y ajo blanco, croquetas de chipirones) y el pan, finísimo, lleva pasas. Incluso prometen un postre algo peliculero: Muerte por chocolate. Sin embargo, la comida que más echa de menos Bisbal cuando está fuera son los platos de cuchara que prepara su madre: lentejas, habichuelas y berzas.

La placa desaparecida
En Almería hay un parque, junto al auditorio, que lleva su nombre, "pero ya ni le ponen placa, porque siempre se la llevan", se ríe Bisbal, que prefiere enseñar otros hitos de su ciudad. Primero, la alcazaba, con más de mil años de historia, bajo cuya protección Almería se convirtió en el puerto marítimo más importante de Al Andalus -que por cierto es el título de una de las canciones de su último disco. En el anterior, Premonición, Bisbal rodó un videoclip en la fortaleza (con 1.430 metros de perímetro amurallado la construcción musulmana más extensa de España sólo después de la Alhambra). El tema se llamaba Torre de Babel. "Le tenía muchas ganas, es un monumento a la riqueza histórica de mi tierra", dice Bisbal, en cuyo vídeo se disfrazó la fortificación con neones rosas y amarillos y siniestros personajes retro-futuristas a la Blade Runner.

David Bisbal sigue sin olvidar su tierra. La última parada de la excursión es el Cable Inglés, un cargadero de mineral construido a principios del siglo XX, donde se ha hecho las fotos del libreto de su nuevo disco, Sin mirar atrás. "¡Cómo puede haber gente que quiera tirar esta maravilla!", dice la estrella ante la exquisita muestra de arquitectura industrial. "Esto ya es patrimonio, sobresale en medio de la ciudad y cuenta la historia de cuando éramos una provincia minera". El cable, en desuso desde los años setenta, fue construido siguiendo las directrices de la escuela de Eiffel y declarado Bien de Interés Cultural en 1998. Por la noche, una espectacular iluminación convierte la estructura en escultura. A mediodía, un obrero refuerza los pilares, porque todavía está en proceso el proyecto de restauración para alojar en el interior del cable una sala de exposiciones, un restaurante y un mirador en la parte superior. "Ya he visto que te sacaste aquí las últimas fotos", le dice el obrero a la estrella tras pedirle un autógrafo: "¡Menos mal que estás tú para enseñar nuestra tierra al mundo!". Bisbal sonríe orgulloso: "¡Donde esté el disco, estará el Cable!". Y donde triunfe Bisbal, sonará Almería.

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