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El alcalde de la igualdad

Rebeca Gómez
Concejala del PP en Almería

La Presidenta Nacional de Mujeres en Igualdad, Mercedes de la Merced, quiso mostrar ayer su compromiso con el candidato del PP a la Alcaldía de El Ejido y con las mujeres y hombres que le acompañan en la apasionante tarea de devolver a este municipio la confianza de su gente, la capacidad de generar riqueza y de convertirlo en el lugar preferido para trabajar, vivir e invertir. Paco Góngora y su equipo contagian su extraordinaria pasión por generar nuevas oportunidades para los ejidenses, sobre todo para los más jóvenes, y por luchar desde sus convicciones por un futuro construido sobre las bases de la igualdad para las familias de este municipio.

Cautiva su capacidad de trabajo y de generar equipo. Desde su responsabilidad como portavoz del PP de Almería hasta su cercana tarea de escuchar a cuantos tienen alguna propuesta para hacer prosperar El Ejido y convertirlo, de nuevo, en un referente. 

Muchas de las personas que nos acompañaron en la tarde de ayer han vivido tiempos difíciles. Trabajar de sol a sol y vivir muy humildemente. Sin servicios, sin comunicaciones, y sin ninguna posibilidad de queja. Quienes tuvieron la suerte de tener una explotación agraria saben de primera mano que, si la explotación no tenía un número de metros suficiente, sólo podía haber para la Seguridad Social un titular de la explotación. Era impeditivo que los dos pudieran estar dados de alta si la tierra era pequeña. Así las cosas, la titularidad descansaba casi en el 100% de los casos en el marido, cuando eran los dos los que trabajaban la tierra. Este detalle resulta significativo en cuanto a las configuraciones mentales que han ido conduciendo nuestras vidas, y vemos cómo la ley se orienta así y se perpetúa un sentido discriminatorio.

A lo que daba lugar esta norma era a que la mujer tuviera pensión cuando quedaba viuda, pero no antes; no así el marido, que era el que había cotizado. Esto, es evidente, generaba dependencias, falta de libertad, consagrada en la Constitución como uno de los derechos fundamentales. Al igual que ha existido esta norma tenemos que analizar muchas cosas que son imperceptibles pero en las que incurrimos, a veces sin darnos cuenta: aún hoy existen muchas diferencias entre hombres y mujeres, en cuanto al acceso a la formación, a la información, a un puesto de trabajo igualmente remunerado, a iguales posibilidades de promoción, sobre todo por esas desigualdades invisibles que hacen que, aunque la mujer tenga acceso al mercado de trabajo, tenga que compatibilizarlo, en mayor medida, con las obligaciones familiares que se le siguen presuponiendo propias. Y de ahí la importancia de romper barreras mentales y que de las mentales pasen a la norma y de la norma se vayan trasladando a la sociedad.

Es cierto que durante los últimos 25 años se han introducido en España políticas que resultaban del todo necesarias y que han demostrado su eficacia, pero también es cierto que aún quedan muchas paradojas por resolver, asuntos que las mujeres, y también los varones, debemos ir solventando. Una de las consecuencias de la ley de igualdad radica en que todos los partidos tienen la obligación de incorporar, al menos, el 40 por ciento de mujeres en sus listas electorales. Pero se da la circunstancia de que el PSOE, hoy en el Gobierno, no cumple estas normas aprobadas en los casos en los que la representación de la mujer no está regulada por ley. Me refiero a cargos no elegidos por la voluntad popular sino de libre designación, como las secretarías y subsecretarías de Estado o las direcciones generales, en los que la media de participación de la mujer en los últimos 5 años no ha llegado al 20 por ciento. Esa hipocresía que comportan determinadas políticas es la que, desde la política, se incorpora a la sociedad. Es un fiel reflejo de la brecha entre el mensaje y la realidad en la que se materializa, con un grave inconveniente, y es que el objetivo de la igualdad se convierte en un tópico y se vuelve aún más irrealizable. Y es que valorar a las personas en función del género no implica valorarlas en función de sus capacidades.

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