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El efecto Matrioska

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Almería es una ciudad que “agradece” más el derribo de viejos esperpentos que la creación de nuevas construcciones. A tal convicción llegué cuando se produjo la demolición del Edificio Trino; un mastodonte desubicado y destartalado que otorgó una nueva perspectiva: el Cable Inglés.

Almería padece el “efecto Matrioska” (muñeca rusa que esconde otras réplicas). Si se tira el Trino, aparece un amasijo de hierros oxidados y olvidados para cualquier valor estético o uso aún no especificado. Maldigo la hora en que propuse su derribo para generar un efecto contrario. Mejor callar o celebrar sus “excelencias” para que la Junta de Andalucía y la legión de estetas de guardia hubiesen optado por la picota o, como viene siendo realidad, dejarlo sin oficio ni beneficio. Y, menos mal, el Toblerone desapareció gracias a una ágil acción exenta de prolegómenos que, no obstante, contó con una singular protesta en aras de la protección del lacerante vestigio de la servidumbre minera que todavía nos amenaza.

Efecto Matrioska
Como sucediese con la duplicación de la N-340 en el acceso norte, la actuación en el acceso por Pescadería ha supuesto la creación de una nueva estampa de la ciudad que se aprecia como el deseable esfuerzo para potenciar la funcionalidad y la estética; en definitiva, una ciudad más amable y presentable.

El derribo del muro de Renfe está consiguiendo dejar boquiabiertos a miles de almerienses que, ahora, descubrimos las enormes potencialidades que tenía esta ciudad tras los muros, herrumbres, medianerías… y, sobre todo, oportunidades perdidas gracias a dirigentes pacatos y serviles con el factor más limitante para el desarrollo de Almería: la Junta de Andalucía. No en vano, es la Junta la que no ha promovido -siquiera colaborado- ninguna acción conducente a despejar el horizonte almeriense de atrasos y obstáculos. Todo lo contrario. Ahí está el convenio con el Ayuntamiento para la Plaza Vieja y casa consistorial, postergado durante ocho años de abandono y confrontación.

Aún se desconoce el importe total que la Junta nos va a exigir por tirar el muro de Plaza Carabineros. El interés del Ayuntamiento radica, en la medida de lo posible, en ir abriendo al mar los espacios que ocultó la desaforada construcción de mediados del siglo pasado. No se entiende el empecinamiento de la Junta por sacar tajada de un exiguo solar que sólo acumulaba mierda e impedía el acceso a la Playa de El Zapillo.

Ahora, con el derribo de los muros (Renfe y Carabineros) Almería gana ese oxígeno urbano que le ha venido siendo negado a pesar de haber contado con oportunidades y dinero, mucho dinero, que jamás llegó a dónde era menester.

Cuando escribo, la radio informa: “Durante su primer viaje a Marruecos, Susana Díaz visita el Centro de Salud Materno-Infantil construido con fondos de la Junta de Andalucía”. Apago la radio; sintonizo una emisora de Hong Kong (Apple Radio); me fumo un cigarro; dejo de escribir; pierdo la mirada entre los objetos del escritorio; miro si sale algo de esto en Internet; aparece un anuncio: “Susana Díaz, un año de cambio. PSOE de Andalucía”. Procuro evadirme de pensamientos inconfesables…  Esto no es normal.

Hace unos días, el secretario del PSOE, Sánchez Teruel, dijo que sobre el Materno-Infantil “seguimos hablando” y que lo importante en tiempos de crisis no es hablar de inversiones a cuatro años, sino solucionar los problemas del día a día.

No me encuentro con ganas de seguir.

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