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Una imagen detestable de Almería

Gabriel Sánchez Ogáyar
Escritor

Anochece en Almería y un día más empieza la procesión de prostitutas en su mayoría rumanas  en tanga  y sujetador, tomando las entradas de la capital. Solo hay que darse una vuelta y comprobar que esta es la primera y más detestable imagen de una ciudad que pretende ser destino turístico de  primer orden.

Foto: archivo elalmeria.es
Por poner un ejemplo, desde el Parque Nicolás Salmerón hasta la rotonda de Bayyana se pueden ver una docena de señoras colocadas en el filo de la carretera, junto a un estrecho  arcén, intransitable a pie, donde detenerte en caso de avería es toda una temeridad por estar lleno de  suciedad, toallitas con las que las chicas se asean tras cada acto, envoltorios de las papelinas de droga, jeringuillas y cientos de preservativos, que pueden además apreciarse desde la playa de las olas a los jardines del parque Nicolas Salmerón.

Son estos algunos de los lugares, que no los únicos, que dichas señoras han tomado con impunidad haciendo del mismo su propiedad, con el beneplácito de las autoridades, incluido el Ayuntamiento, que hace la vista gorda, ignorando un problema cada vez mayor. Es ahí, en los parques  en los que paseamos a los niños o en la playa a la que durante el día van los bañistas, donde estas chicas ofrecen por veinte euros sus servicios hasta altas horas de la madrugada.

Si la prostitución en la vía pública está prohibida, si al estacionar un coche en el arcén te sancionan, ¿por qué las autoridades permiten la prostitución? Esa era la pregunta que se hacía José, que, indignado al volver de pescar, comprobó que no estaba el vehículo que  había dejado en el arcén, en el mismo lugar donde una de las chicas ejercía su oficio.

El asunto no es tema baladí. Además de la pésima imagen que nuestra ciudad ofrece al visitante hay que añadir el peligro que supone ver como las prostitutas invaden la carretera para llamar la atención de los conductores y comprobar como los coches, al detenerse para subirlas, hacen frenar al vehículo de atrás, con el riesgo de accidente. A todo esto hay que añadir la falta de higiene, la falta de control sanitario y el perjuicio económico que provocan a los comercios cercanos.

Pero si les digo que la Administración no hace nada, no se extrañen. La Guardia Civil, tan celosa en controles de alcoholemia y droga, en multar a los vehículos estacionados en el arcén o tan dada a comprobar la documentación de los vehículos, como es su obligación, permite dicha actividad. Verlos haciendo un control con las prostitutas ejerciendo frente a ellos es el pan nuestro de cada noche. Pero qué decir de la policía municipal, a la que se puede ver de charla amigable con las chicas que, jactanciosas, se sienten impunes por considerarles amigos.

Con una media de veinte servicios por noche, según hemos podido comprobar, el negocio es más que rentable, tanto más cuando es dinero negro contante y sonante que no tributa a  la hacienda pública, dinero que es transferido a sus países de origen sin que exista control por parte de la Administración.

Los perjuicios, como verán, son más que evidentes. Es de esperar que los distintos organismos, ya sean las fuerzas de seguridad o el propio Ayuntamiento con su alcalde a la cabeza, tomen nota y pongan coto a este despropósito que día a día va creciendo y tanto deteriora la imagen de nuestra ciudad.

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