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Los ocho días de Ana Julia Quezada, asesina confesa de Gabriel Cruz, en la cárcel de ‘El Acebuche’


Emilio Ruiz

Ana Julia Quezada, la mujer de 43 años de origen dominicano que se ha declarado autora del asesinato del pequeño Gabriel Cruz, de 8 años, el pasado 27 de febrero, cumple hoy ocho días recluida en la prisión almeriense de El Acebuche, situada en la barriada de Retamar, en la carretera de los Úbeda, junto a la autovía del Mediterráneo, donde comparte 'estancia' con 900 reclusos. Permanece desde el primer día aislada en el módulo de mujeres. Su única relación personal es la reglamentaria con los funcionarios de la prisión, además de la ‘presa sombra’ que el director de la cárcel le puso desde el primer momento. El personal médico de la cárcel le ha recetado ansiolíticos para poder dormir. "Está tranquila", según su abogado. El módulo de mujeres tiene 42 presas.

Ana Julia Quezada

La mujer que hasta ahora ha compartido celda con Ana Julia es de origen argentino y tiene una edad parecida a la de ella (45 años). Está condenada por homicidio. Aparte de esta mujer, la asesina confesa del niño no tiene relación con ninguna otra presa ni tampoco comparte los espacios comunes al mismo tiempo que el resto de las presas. Cuando necesita ir a comprar algo lo hace sin presencia de otras presas y siempre en compañía de un funcionario. Tampoco acude al comedor porque la comida se la llevan a la propia celda. Ana Julia recibe de vez en cuando la visita de su abogado de oficio, Esteban Hernández Thiel, pero hasta el día de hoy no ha recibido ni una sola visita de familiares y amigos.

La 'presa en la sombra' de la confesa asesina de Gabriel está en la cárcel por matar a su marido. Esta circunstancia era conocida por el resto de reclusas -en la cárcel cada una sabe por qué están allí las otras-, pero ahora ha trascendido más allá de las paredes de la cárcel. Y eso ha incomodado a la presa argentina, que siempre ha tenido un excelente comportamiento, por lo que ha pedido ser sustituida como acompañante de la dominicana.

Según se ha sabido, desde el viernes este fundamental papel de acompañante está  siendo desempeñado por un turno rotatorio de presas. Cada día es una persona distinta. Para que una presa pueda desempeñar esta labor de acompañante-24 horas tiene que haber tenido un comportamiento adecuado y, además, ofrecerse de forma voluntaria. Las mismas presas han decidido que no haya una única acompañante, sino que se efectúe un turno rotario. Por realizar esta labor las voluntarias reciben beneficios penitenciarios.
Durante el tiempo que regentó una cafetería en Las Negras, la dominicana conoció a muchas personas, con algunas de las cuales llegó a establecer amistad. Ninguna de estas personas desea mantener esa amistad y mucho menos hacerle una visita a la cárcel
Ana Julia tiene en Burgos una hija, Judith, de 24 años, con la que apenas mantiene relación. De niña vivía con la madre, pero con 15 años se fue a vivir con su padre adoptivo, un burgalés, y vive en Gamonal. En los primeros días de la desaparición de Gabriel la joven se desplazó desde Burgos hasta Almería para consolar a los padres del niño y también a su propia madre, de la que no podía imaginar que estuviera implicada en el caso. Conocido el desenlace del suceso, Judit quiere mantenerse al margen de la situación y tampoco desea mantener contacto con su madre. Ana Julia tiene también una tía en Burgos, pero las relaciones entre ambas son muy tensas desde hace años.

Durante el tiempo que Quezada regentó la cafetería 'Black' en Las Negras conoció a muchas personas, con algunas de las cuales llegó a establecer amistad. Como suele suceder en estos casos, ninguna de estas personas podían pensar hasta dónde podía llegar su maldad y ninguna de ellas desea mantener esa amistad ahora y mucho menos hacerle una visita a la cárcel.

Desde hace dieciocho meses, tras iniciarse la relación de Ana Julia Quezada con el padre de Gabriel, Ángel Cruz, la pareja estableció su domicilio en La Puebla, en el núcleo urbano de Vícar, donde también hizo relaciones propias de vecindad. En Vícar se veía con frecuencia, los fines de semana, a la mujer con Gabriel, y nadie sospechó nunca nada, pues, al menos de cara a los vecinos, con el niño tenía un trato afectuoso. Tampoco ninguno de estos vecinos ha manifestado interés por seguir en contacto con la presa ahora que está entre rejas.
Al margen de las llamadas telefónicas que hace a sus abogados, ninguna otra persona de lo que era su entorno en la provincia establece contacto telefónico con ella

Este aislamiento carcelario de Ana Julia afecta incluso a las relaciones por teléfono. Al margen de las llamadas telefónicas que hace a sus abogados, ninguna otra persona de lo que era su entorno en la provincia de Almería establece contacto telefónico con ella. La primera vez que hizo uso de su derecho a una llamada telefónica, al día siguiente de su ingreso en El Acebuche, se puso en contacto con su familia en República Dominicana. Según confesaron su madre y su hermana al programa ‘Espejo Público’, de Antena 3, les pidió que le enviaran algo de dinero para cubrir algunas de sus necesidades. Se fuma un paquete de cigarrillos al día y se toma un par de cafés.  Le respondieron que la situación económica familiar no lo permitía, pues se trata de una familia extremadamente humilde.

En la mente de Ana Julia rondaba la creencia de que había una alta posibilidad de ser descubierta como autora del crimen. Como mujer previsora que era -"siempre se las ha apañado para buscarse la vida", manifiesta una vecina de Las Hortichuelas- el día de su detención llevaba en la cartera una cantidad considerable de dinero. Al ingresar en El Acebuche le fue requisado todo ese dinero y solo le dejaron 100 euros, que es la cantidad máxima estipulada para una semana. Ante la negativa de sus padres a enviarle periódicamente dinero, una sobrina, que reside en Italia con su marido, se ha comprometido a hacerle un giro mensual de 50 euros.

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