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El cine y su imagen crítica

Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista

A las historias que cuenta el cine con sus películas se llega o se debería llegar a través de la imagen. La imagen, las imágenes, libres, como las palabras, abiertas a multitud de mundos, configuran un campo de teorías posibles para conocer e interpretar la realidad. La imagen en el cine es su mejor discurso, es la esencia de su lenguaje y de su narrativa. Y esto que es tan elemental, se supone, sin embargo cada vez se encuentra más disperso, desfigurado y confuso, cuando no ignorado, hasta el punto de que en muchos momentos actuales apenas quedan huellas de lo que significa de verdad el cine. No hay más que echar un vistazo a lo que es hegemónico en la cartelera. El espectáculo, el escapismo, la evasión, es la regla dominante. Hoy día, da la sensación de que casi todas las películas cuentan lo mismo y de la misma forma. Y en el cine, la manera de contar historias con imágenes es la clave para su condición de séptimo arte de masas.

Ida
Pero hay excepciones. Por supuesto que hay películas y películas, con un grado de interés diverso, ante eso que se llama el gran público que en realidad no es uno sino muchos. Hay públicos para todos los gustos, desde esa actitud individual que encierra al espectador en la oscuridad de una sala, solo, de eso se trata, ante la gran pantalla. Pero todo ese misterio se ha derribado con las nuevas tecnologías y medios, que han capturado a las nuevas generaciones. El cine llega hoy día a través de diversos medios, vinculados a internet, incluso el móvil y derivados. Las nuevas formas se han encontrado con las viejas fórmulas de control y manipulación del poder.

Al final, lo que permanecen son las películas y según qué películas, qué historias, qué mundos, qué ficción y qué realidad, así es la verdad que se apodera del espectador y lo convierte en objeto domesticado. No existe una política cultural, y digo ‘cultural’ con mayúsculas, de cara al cine y la sociedad española (como no la hay en torno al teatro, la música, la literatura). No la hay porque no interesa al poder y a quienes nos gobiernan. El cine ayuda a pensar, a construir un pensamiento crítico, es clave en cualquier proceso de educación y formación. Pero eso lo convierte en un riesgo y en medio inadmisible para los intereses creados del sistema. Es un camino paralelo al del periodismo crítico, también sometido a la misma persecución y control.

A la sociedad de consumo, que es la que gobierna (ha destrozado a la democracia) no le interesa el cine como instrumento del pensamiento crítico contra la realidad (tampoco le interesa el periodismo libre y crítico). Por eso el cine, desde su imagen crítica y libre, ha decidido trasladarse a una especie de autoexilio, a la clandestinidad, que asoma, de todas formas, en momentos determinados, con un sentido guerrillero (golpe de mano y escapada) para que nadie se olvide que existe. Y por eso hay películas, supervivientes, que hay que ver, ejemplos como: La cinta blanca (Haneke), Hermosa juventud (Jaime Rosales), Ida (Pawel Pawlikowski), Viva la Libertad (Roberto Ando), La gran belleza (Paolo Sorrentino), y otras más, incluido el retorno siempre necesario al cine clásico, por las que vale la pena seguir resistiendo, desde el cine de la imagen crítica, contra esta realidad miserable.

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