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La Chanca, en aquel tiempo, según Pérez-Siquier

Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista

La exposición ‘Pérez-Siquier. La Chanca, todo un barrio’ es una manera de regresar al barrio almeriense más universal, aunque el fotógrafo en realidad nunca volvió a La Chanca, al mismo recorrido, a los mismos lugares de antaño, al encuentro de aquellos vecinos, hombres, mujeres, niños, en tropel, aislados, junto a sus casas encaladas, poniendo color a una peculiar estética de la marginación en blanco y negro. Era un mundo pobre que contempló el paso de un joven Carlos Pérez-Siquier (Almería, 1930), durante varios años, con una mirada documental y neorrealista imprescindible para conocer la identidad del barrio. Son 78 fotografías recuperadas técnicamente por la digitalización de los negativos por el fotógrafo Carlos de Paz. La exposición permanece hasta el día 13 de marzo en el Museo Arqueológico de Almería. No se pierdan la oportunidad de ir a su encuentro. Y cuantas más veces, mejor.

La imagen de La Chanca lleva ya muchos años unida a dos conceptos creativos: la literatura-reportaje-documental con el escritor Juan Goytisolo y su libro de 1962; y la fotografía, con las imágenes que Pérez-Siquier captó entre 1956 y 1965. Fotografías en blanco y negro y en color, desde el realismo documental a las intuiciones de lo abstracto. En cuestión de imágenes, es indudable que la identidad fotográfica de Pérez-Siquier está vinculada a su inicial encuentro con la dignidad del barrio. Lo dijo el fotógrafo en 1957, y así lo recoge la exposición: “Soy un testigo de mi tiempo y no puedo usar el engaño. Sobre todo yo desearía que mis personajes irradiaran poesía”, la poética en medio de la humillante pobreza, quizá entonces no podía decir más.

El fotógrafo nunca montó una exposición monográfica sobre el barrio. Fotos suyas en La Chanca han visto la luz en distintas exposiciones, colectivas o individuales, junto a otras fotografías del autor en otros territorios. Ahora Pérez-Siquier reúne por primera vez las imágenes de La Chanca como propuesta monográfica. Son fotografías, en blanco y negro y en color, en un proyecto del Instituto de Estudios Almerienses, con Antonio Lafarque de comisario de la exposición, con textos que interpretan la atmósfera del mundo encerrado en las fotografías: “Los últimos serán los últimos en el reino de los cielos” (Juan Goytisolo, 1962), “¿Qué puede haber en definitiva -me pregunto- detrás de un objetivo fotográfico, sino una teoría de la paciencia, de la penetración y de la duración del mirar? Quizá todo lo demás sea secundario” (José Ángel Valente, 1990), “La Chanca se encontraba en los confines de la vida” (José María Ridao, 2003). El espectador se encuentra de entrada con la imagen que invita a entrar, una fotografía de La Chanca en color. Esta exposición se merecía un cartel en blanco y negro de La Chanca. El blanco y negro es la esencia. El espectador encuentra las directrices del comisario de la exposición, que alude al “compromiso con la realidad” del fotógrafo, con “criterios documentales”, “neutralidad”, para “ennoblecer la pobreza”, interpretación que suscita dudas, en medio de “armonía, intuición y sentido visual”.

Comparece la verdad de La Chanca en blanco y negro. Primera fotografía. Un  vecino, varón, cabizbajo, a punto de decir algo, con un brazo ligeramente levantado, mira extraño a la cámara. Los encuentros en blanco y negro suelen ser frontales con la realidad. Segunda imagen: hombre y niño. Siguen habitantes del barrio posando. Serios y sorprendidos, interrogando con su mirada al resto del mundo que se oculta detrás de la cámara extraña y que ellos intuyen y pretenden desvelar.

Una de las novedades es la recuperación de la serie ‘El entierro’. Los negativos se perdieron tras la exposición en París (1957) y las imágenes se han recuperado gracias a unas copias. Un niño contempla curioso la tapa del ataúd. Después se suceden panorámicas del barrio. El fotógrafo se eleva y encuentra la vitalidad de las casas, humanizadas. El paso lento de los vecinos, bajo la ropa tendida. Sentido de la arquitectura pobre, imperfecta, rudimentaria, verdadera y poderosa, que transmite su autenticidad. Mujeres de negro. Mujer con muletas y niño, detrás otra mujer y una piedra alejada marca la armonía del encuadre fotográfico en el espacio.

Hay muchas miradas infantiles, niños sorprendidos, niños curiosos, sonrientes, serios, como si descubrieran que por primera vez son protagonistas universales de la inocencia. Comparece la taberna del barrio y los oficios. Gitanos y payos. Gestos de la vida cotidiana. Momento de encalar las fachadas. Maternidad. El fotógrafo por encargos. La boda. Acontecimientos anónimos, en blanco y negro. Pero el fotógrafo ha dejado fuera de la exposición, una vez más, aquella fotografía de la ‘maldición gitana’ de una mujer amamantando a su niño. Nunca ha vuelto a exponerla. Seguramente por respeto. Y eso le honra.

La Chanca en color. El barrio, las casas, las calles vacías, niños, ropa tendida. La gente atenta al paso del fotógrafo, un extraño que intenta pasar desapercibido. Está el color del encalado: blanco, azul añil, verde, amarillo, enmarcando puertas y ventanas. Es el sello de aquel tiempo, una estética popular que arropaba los espacios geométricos. Espíritu de la identidad mediterránea que se desvanece.

Y luego, el encuentro con la abstracción que emana de los desconchones, como un juego fotográfico, lo que se oculta y que el paso del tiempo deja al descubierto.

Ha regresado, pues, aquel tiempo de La Chanca, de un barrio que sigue vivo. Y esta exposición sirve para interpretar una realidad que permanece, en cualquier lugar del mundo. Es el compromiso de la fotografía.

1 comentario:

  1. Anónimo9/3/11 21:09

    Precioso artículo digno de un buen escritor y periodista. Me ha encantado, en especial desde "Hay muchas miradas infantiles hasta mundo".Un saludo. Macarena.

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