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A la izquierda, a la derecha y al centro

Alfonso G. Martínez
Diplomado en Empresariales 
El mayor mal de nuestra sociedad española se llama partido político, y seguro que con esta afirmación muchos de ustedes pensarán que no solo una de mis neuronas, sino muchas de ellas, se han debido de desconectar en mi cerebro. ¡Cómo se puede atrever alguien a hacer dicha afirmación cuando gracias a los partidos políticos vivimos en una democracia! No es permisible que a un ciudadano español se le ocurra pronunciar públicamente tal aberración cuando nuestros partidos políticos son el caudal que lleva a buen puerto a nuestra democracia española, la cual es un “orgullo” para todos los españoles.
La explicación es bien sencilla y se llama “ansias de poder”, la competitividad a cualquier precio entre los distintos partidos políticos y su forma de aprovecharse de la división de una parte de nuestra sociedad con motivo de la Guerra Civil Española, y debemos hacer hincapié en que es solo una parte de la sociedad la que actualmente vive con el odio y rencor de dicha guerra. Guerra llena de asesinatos y genocidios, según he leído, he visto en documentales y por supuesto he escuchado al hablar a padres y abuelos. Y que claramente no he vivido.
Pero ahí entra mi generación, la del 79, las posteriores y algunas anteriores, generación cuyos componentes son “invitados” a votar según el bando político de sus familias en sus tempranas y primeras elecciones de su vida. Dichas familias se encargaron de inculcarles ideas provenientes del odio de una guerra que no han vivido y deberíamos tener claro que es historia. Dándose cuenta estas generaciones posteriormente por si solos, y después de haber votado varias veces en sus vidas, que ni los de izquierdas, ni los de derechas son poseedores de razones ni verdades absolutas.
La mayoría de nosotros (esas generaciones que no hemos vivido la guerra ni la posguerra) recogemos las políticas económicas de la “derecha”, ya que vivimos en una sociedad capitalista y nos gusta vivir con bienestar social, también recogemos la conciencia social de los partidos de izquierdas ya que vemos necesarias ayudas sociales,  y por último nos perdemos un poco con los nuevos partidos independientes o que viven entre esas dos aguas de la “derecha” y la “izquierda”, queriendo conseguir seguidores a costa de cualquier coyuntura social.
El verdadero problema es que nadie nos escucha, por eso no salimos a disfrutar de nuestro derecho de huelga o nos señaláis por nuestra pasividad. Vosotros, los partidos políticos, no sois transparentes, os perdéis en vuestras disputas sobre verdades, mentiras, la tradición, la corrupción o advertencias recíprocas de lo peligroso que sería si gobiernan los del “otro bando”. Aunque se os olvida que nosotros también formamos parte del pueblo, y el pueblo, aunque en este caso concreto sea pasivo, es poseedor de una inteligencia innata. Y a pesar que hoy en día los partidos políticos todavía viven de los restos de una “España dividida”, con el tiempo esa división social  se fundirá en una etapa más de la historia de nuestra sociedad, llevando a estos partidos políticos a no percibir a los fieles suficientes para obtener el tan ansiado y admirado poder de gobernar.
Poder de gobernar, un término que me hace gracia sobre todo cuando nadie habla de la responsabilidad de gobernar. Como diríamos comúnmente “aquí hay algo que huele mal” y ni siquiera tenemos acceso a la información para descubrir lo que todos intuimos. Esta cuestión ya era criticada y subrayada hace poco por la cabeza provincial de un partido de esos nuevos de “centro” llenos de buenas intenciones. Aunque leyendo su programa electoral me recordó a esas ocasiones siendo pequeños y hacíamos “salsa rosa” en las hamburgueserías, mezclando kétchup y mayonesa en las patatas fritas, al final salía un potingue que no era mejor que las materias primas de las cuales partíamos para su elaboración, y al darnos cuenta de eso, no volvíamos a realizar esa prometedora “salsa rosa”.
Los partidos políticos siguen luchando por convertir España en “Un mundo feliz”, como bien describe en su obra literaria Aldous Huxley, y cada día pienso más que un partido político hoy en día es  un negocio encubierto, por cierto muy rentable. Actualmente son los protagonistas de nuestra vida diaria (televisión, prensa, radio, o cualquier tertulia de un ciudadano) pero que mañana probablemente desparecerán, tal y como los conocemos en nuestro presente. De verdad que no nos queda mucho de PP ni  PSOE, ni otros partidos, como nacionalistas, tránsfugas de grandes partidos políticos, independientes, etc. A no ser que se produzca un cambio en todos los partidos políticos actuales desde lo más profundo de sus marañosas entrañas.
¡Y gracias a Dios!, ya que todos esperamos que algún día las cuentas corrientes de los políticos no aumenten de forma abrumadora gracias a la “responsabilidad de gobernar” transcrita en un cargo político, produciéndose ante nuestros ojos el nacimiento de una nueva sociedad política en donde la vocación, la formación y la honradez serian los pilares de nuestros dirigentes, y por supuesto dichos dirigentes asumirían  una contraprestación adaptada a su labor diaria. Labor diaria equivalente a la que cualquier persona recibe, según las prestaciones que deba realizar en su puesto de trabajo habitual.
La advertencia es clara a todos los partidos políticos. Si no conseguís evolucionar, el rechazo de la sociedad será cada vez mayor hasta que desaparezcáis. Y estoy seguro que el insulto, la mentira y el odio desaparecerán cuando cambie el modelo económico-financiero y social-moral actual de los partidos políticos.
En cambio desde hoy, y mientras desaparece la izquierda, la derecha y el centro, las generaciones venideras soñaran con el día, el cual, gobernar no sea un sinónimo de poder y si de responsabilidad y compromiso con los ciudadanos. En donde habrá distintos partidos políticos y no distintos bandos y enemigos, donde ser de otro partido político no te suponga ser menos ante tus “enemigos electorales”, y donde al final todos buscaremos lo mejor para todos.

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