A la mañana siguiente de recibir el premio honorífico Tabernas de Cine en la gala inaugural del Almería Western Film Festival, la actriz Charo López (Salamanca, 1943) recibe a un grupo de periodistas locales antes de volver a Madrid. Aún sigue emocionada por lo vivido horas antes en el Teatro Municipal, donde alzó el galardón por su vinculación con esta tierra —aquí rodó dos wésterns, ‘El bandido Malpelo’ (Giuseppe Maria Scotese, 1971) y ‘El sol bajo la tierra’ (Aldo Florio, 1971)— y por el conjunto de su trayectoria.
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Charo López, en Tabernas / La Voz |
“El vídeo que me habéis regalado me ha dado la noche. ¡La de veces que lo vi ayer! Lo veía en la cama antes de dormir y me decía: ¿Pero tanto he currado?”, enfatiza sobre el montaje con que la organización del festival, que hoy despide su edición número 15, acompañó el reconocimiento. Sí que ha currado Charo López: más de un centenar de papeles en cine y televisión a lo largo de más de cincuenta años de carrera. Y eso que llegó a la profesión casi de casualidad: había hecho teatro mientras estudiaba Filosofía y Letras en su ciudad natal, pero fue en una cena cuando le propusieron ser actriz de cine.
“Gonzalo Suárez [uno de los directores con los que, a la postre, más trabajaría] me ofreció el papel de Ana Carmona [en ‘Ditirambo’]. Yo era entonces profesora. Pero mi marido me dijo que tenía que hacer lo que yo quisiera, lo que me gustara, ser independiente, sin preguntar. Y así, hasta hoy. Fue la primera lección de feminismo que recibí, y de un hombre. Y aquel título se consideró la primera película moderna del cine español”, recuerda.
Fue poco después, en los primeros pasos de su vida artística, cuando vino a rodar a Tabernas, donde una silla de forja en su Paseo del Cine ya ata este vínculo para siempre. “Yo creía que iba a hacer un gran papel, pero me dijeron: solo tienes que montar a caballo”, detalla con una voz grave, cargada de matices y vivencias. “He andado y paseado tanto por estos desiertos, he montado tanto a caballo... Cuando me preguntan qué recuerdo de entonces, respondo que a los caballos y a los especialistas: cómo tenía que seguirlos, ver lo bien que cabalgaban”, expresa.
El carácter que ha transmitido a sus papeles —mujeres fuertes, pasionales, supervivientes ante los envites de la vida— impregna la personalidad de la actriz, que ríe, espontánea, mientras sigue destejiendo la memoria de su paso por Tabernas. “Cuando terminábamos de rodar, me duchaba, me ponía guapísima y me iba a cenar con los especialistas. Los actores me decían: ¿Otra vez te vas con ellos? Pues sí, eran los que más sabían de cine. Lo pasé muy bien, tengo unos recuerdos de locura”. En esas dos cintas del Oeste coincidió con el añorado Eduardo Fajardo, “un compañero extraordinario”.
“Yo era una cría y él sabía tanto... estar en escena, estar delante de una cámara, montar a caballo... Me decía: tú haz lo que yo haga”, evoca. Como era habitual, los exteriores se rodaban bajo el sol almeriense y los interiores en los estudios romanos de Cinecittà. “Allí me aburría más: los diálogos no eran interesantes y los italianos, con todo el cariño que les tengo, empezaban con que me desnudara un poquito. Y no me daba la gana”.
Consciente de su condición de mito erótico en la España de la época, no esconde lo evidente: “Yo era muy guapa”, afirma. Algo que siempre ha defendido como una ventaja, con su cruz. “Me daban papeles de mujer poderosísima, y ya estaba un poquito harta”. El viento cambió cuando su amigo Mario Camus le llevó el guion de ‘Fortunata y Jacinta’. “Como soy bastante estúpida, pensé que iba a ser Fortunata. Le di las gracias, emocionada, pero me dijo que no, que esa era Ana Belén. Yo sería Mauricia ‘La Dura’, una que sacudía a todos”.
Ese papel en televisión la colocó “en el lugar justo” para llegar a su recordadísima Clara Aldán de ‘Los gozos y las sombras’. Cuando la serie era un proyecto que sonaba, devoró la obra de Torrente Ballester, “una trilogía de una belleza excepcional”, mientras rodaba una película en Austria. Al regresar, el contestador confirmaba que se haría. “Estaba agotada, pero salí a la carrera, como siempre en mi vida, para firmar. Y así me instalé definitivamente en un lugar de privilegio y empecé a hacer muchas cosas, muy bonitas, hasta hoy”.
Como su personaje de una de las tías del niño de ‘Secretos del corazón’. “Montxo [Armendáriz] me dijo que no me maquillara, que iba a hacer de una mujer mayor, de mi edad. Caramba, sí que ha pasado el tiempo, pensé”. Tenía 54 años. La película fue nominada al Óscar y se hizo con cuatro Premios Goya, uno para ella como actriz de reparto. “Llegó en un momento maravilloso y fue una alegría. Pero este [el premio en Tabernas] me ha dado casi la misma, porque me ha dado la oportunidad de viajar seis décadas atrás. Y es mucho lo que he vivido”.
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