El presidente de la Junta de Andalucía compareció en rueda de prensa con rostro grave en el Palacio de San Telmo del Paseo de Roma, en Sevilla. Aquel día se sintió hecho trizas por dentro, desguazado en miles de fragmentos de sangre y hueso, y radiografías de miles de mujeres cabreadas. Sabía desde el primer momento que la denuncia sobre el cribado mamográfico era cierta, pero mantuvo un prolongado silencio, con la mirada perdida hacia las estanterías vacías de sala de prensa, consciente de que cualquier decisión sería leída a través del prisma de la tragedia.
Durante días, la acción política se paralizó. La opción de pedir perdón y cesar a su consejera de Salud, un gesto que hubiera refrendado su lema de que "en Andalucía sí se dimite", fue sustituida por una estudiada contención. Luego, el presidente se mantuvo callado en su sillón mientras el ruido mediático crecía. Se conocía que el fallo no residía en las mamografías ni en los radiólogos, sino en el colapso de un circuito administrativo del Servicio Andaluz de Salud, un sistema saturado.
Aquel ambiente se volvió desolador, con miles de mujeres afectadas. También se sabía que el aumento de la externalización y la vocación por lo privado estaban devastando el servicio público, un sistema que se prometió mejorar hace siete años. No se trataba de dos voces anónimas, sino de una catástrofe humana que rompía el encanto de su gestión triunfal.
El presidente optó por fabricar un silencio como quien fabrica un desierto o una DANA. Pudo haber reconocido que el fallo -tan humano como sistémico- provenía de una mala gestión de la sanidad pública bajo su mandato. Sin embargo, se impuso el silencio. Pensó que el silencio era una forma de supervivencia que curaba más que la verdad, más que las negaciones de su consejera. Pensó que la contención política salvaría al gobierno, pero la verdad llegó tarde y, por obligación, mató el silencio.
Desde aquella rueda de prensa, a las 8:45 de la tarde en el Palacio de San Telmo del Paseo de Roma, el presidente se quedó solo en ese silencio y no sabe volver.

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