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Lo sublime en tiempos del coronavirus


Sergio Cuadra Burgueño
Profesor e investigador jubilado de las universidades de Lund y Malmö, Suecia

⏩⏩⏩ Un virus vacía las calles del mundo castigando severamente a quienes se resisten, saturando así los servicios sanitarios. Familias reales, gobernantes, burócratas, comerciantes, artistas y  hasta los villanos de todas las categorías se refugian ante semejante amenaza. Paradójicamente, mafias brasileñas han decidido cerrar literalmente los barrios que controlan y ponerlos en cuarentena en contraste con  la desidia exhibida por el régimen brasileño.


La fiesta global se paró en seco por tan inesperado y arrollador huésped, que busca colonizar el mismo cuerpo humano. Y muchos de estos cuerpos invadidos por el virus e incapaces de resistir padecen tristemente en lúgubres y frías salas de sanatorios, lejos de sus seres queridos sin despedidas, inciensos ni lloronas. Por todo el mundo, los informativos van dibujando, hora a hora, día a día, la curva exponencial de los contagios y que en pocos días pasan de decenas a cientos. La pandemia llegó para quedarse sin saber hasta cuándo.

Ética y coronavirus
La realidad supera la imaginación y sobre todo los planes de planificación y prevención. Las salas de los sanitarios se rebalsan de pacientes, expertos y asistentes luchan por  garantizar el control de la situación, el acceso a materiales, instrumentos y sus respectivas re-alimentaciones resultan insuficientes, pareciéndose por momentos a una verdadera catástrofe. 

Pero  no, allí en el límite hacia el caos surgen ellos, los profesionales, asistentes, operarios, etc., y al unísono sin ensayo previo, sin guion, sin lideres autoproclamados, como un solo cuerpo, inventan respuestas, soluciones, alternativas que en tiempos de normalidad serian inimaginables e incluso parecerían absurdas. Arriesgando sus vidas insisten en no ceder ante la invasión viral, ante la incapacidad burocrática, inoperancia e imprudencia de los políticos tanto locales como nacionales, ante la escasez de recursos, ellos elevan como máxima prioridad y como única guía en esa lucha la ética profesional.

Es decir, resaltando  el verdadero sentido de lo humano en todas sus dimensiones: solidaridad, responsabilidad y compromiso hacia el otro. Actitud ética que revive emociones positivas que por su belleza superan cualquier otro campo de la estética. Cúmulo de  emociones que se expanden mucho más rápido que el mismo virus, atravesando  pueblos, metrópolis, países, océanos en cosas de minutos. De este modo lo humano recoloniza sus espacios redefiniéndolos, aunque hoy se ven reducidos transitoriamente a lo mínimo. La regla hoy es confinaciones y aislamientos pero no soledad.

La eternamente bella y seductora España toma la vanguardia en este torbellino y desde sus balcones, con aplausos y pancartas, manifiesta su agradecimiento e intenta  corresponder a los sacrificios y al altruismo del personal de salud, de la UME, personal de soporte y mantención de todo tipo en esto tiempos de coronavirus.

La noche del 29 marzo fue la noche número  dieciséis del sonido de los  aplausos en los balcones de España con redoblada  resonancia. La llama ética solidaria incendió  la pradera humana de estas tierras de colores tan diversos. Voluntarios de todo tipo ofrecen incondicionalmente sus servicios, sus productos o comparten lo que tiene para el que lo necesita. Las cadenas de los engranajes sociales, económicos, transporte y diversos servicios se exponen a cualquier riesgo ante las extremas medidas de prevención contra la pandemia. Pero aquí también se enciende la misma llama de solidaridad y ética social para crear resiliencia en torno a esos engranajes; voluntarios que improvisan con modernas tecnologías para suplir producción de instrumental y accesorios médicos, agricultores que aceleran sus cosechas, transportistas que duplican sus cargas, profesionales que ofrecen gratis sus servicios por telecomunicación, vecinos que asisten en tareas diarias a los ancianos o personas con limitaciones. Día a día mientras las cifras de víctimas crecen aumenta también  ese hermoso torbellino de emociones de actitudes éticas y solidarias. Un breve verso en este poema de lo sublime lo resume aquella iniciativa de ese restaurante junto a una carretera principal donde se servía comidas a los transportistas y que a raíz de la orden de confinamiento debió cerrar. Ejemplarmente su dueño decidió poner en las puertas de su restaurante un carro de auto servicio de cafetería totalmente gratis para que los transportistas pudieran continuar con sus rutinas y cumplir con el transporte de mercancías.

Lo ético es estético
Lo humano, verdaderamente humano, se alza desde lo más profundo de los colectivos y rompe los miedos, bloquea el pánico y hace amores con sus obras que rozan el altruismo. Un estado emocional lleno de pathos como diría el ya fallecido premio nobel de literatura J Seifert, amor en el dolor pero con esperanzas, es decir una alta conciencia sobre lo existente pero conciencia también sobre lo que debería de existir. Nunca antes y en tan poco tiempo, lo sublime había asumido un rasgo tan ampliamente colectivo como hoy, más allá de la propia España. Sí, hablamos de lo sublime porque tampoco nunca antes ha estado tan clara la relación entre lo estético y lo ético, como tampoco asistir a una sublimación colectiva tan espontanea.

Comúnmente vemos lo  estético en relación a lo visual: en las formas, las figuras, los espectros luminosos, la manipulación del espacio, en fin todas aquellas maneras de expresiones estéticas que sean factibles de transformar en mercancías y se puedan consumir, en galerías de arte, en salas de conciertos o escenarios diversos. Incluso más, prácticamente casi todo lo que está en el mercado para consumir lleva una dimensión estética donde su valor se  relaciona con la calidad de esa dimensión estética. No obstante, también existe la dimensión estética en la actitud, en el comportamiento humano, similar a la estética de las ideas ya que la primera es resultado de esta última. La diferencia es que labelleza de lo ético no se puede comercializar, no se puede transformar en mercancía y por eso permanece en la invisibilidad.  Dicho de otro modo, es algo cada vez menos visible en nuestras sociedades ya que lo que no está en el mercado no existe en la sociedad moderna. Pese a todos los intentos vulgares de comercializar la ética a través del cine, las historietas, los falsos héroes o líderes religiosos o carismáticos con pies de barros, la ética no se deja transformar en mercancía. Ya lo señalaba Aristóteles en su ética de Nicómaco, la ética es la búsqueda de la eudaimonia, algo más concreto que simples estados de felicidad y en donde la interacción humana es lo fundamental, es decir la relación sujeto a sujeto por sobre la relación sujeto – objeto. La relación de la ética como algo superior a la simple felicidad la coloca en la cúspide en la escala estética, tanta o más valiosa emocionalmente que la más bella de las obras de arte pueden provocar. La belleza de la acción ética alcanza lo sublime sin falsas ilusiones como lo hace el arte ya que por mucho que se cuelgue en una pared una fantástica pintura jamás esta será parte del propio observador. Lo ético es algo inherentemente colectivo y por ello su vivencia sublime se expresa en su manifestación como colectivo. Y es esa belleza la que desde los balcones españoles se reproduce en estos tiempos de coronavirus como sublime, garantizando la continuidad. La inmensa mayoría revive lo sublime, tanto aplaudiendo o como testigo de esas expresiones. Es imposible no sentir en los aplausos los lazos de cohesión, amor y esperanzas que marchan al unísono por esos balcones cada anochecer en tiempos de coronavirus.

Contrariamente a lo que la simple lógica nos indica, el confinamiento, el aislamiento espacial no ha desembocado en manifestaciones de rechazo, desesperación, protestas, desequilibrios sicosociales u otros. En cambio hemos sido  testigos de actitudes y expresiones que apoyan y promueven el aislamiento y, además, se  transforman en verdaderas plataformas de sostén y  soporte en la lucha contra la pandemia. Los balcones son los nuevos territorios de lo social donde el sublime colectivo se viste de colores y donde una nueva socialidad se experimenta. En esto la sociometría no solo carece de sentido sino que el también gran George Simmel tendría serias dificultades para explicarse este fenómeno sociológico. De balcón a balcón se llama la campaña actual de cadenas televisivas fortaleciendo y consolidando así los espacios del sublime colectivo. Sé que si esta noche te asomas  a las 20.00 horas a tu balcón no será porque esperas una serenata. Ya habrá tiempo para devolverle los balcones a cupido. Mientras tanto seguimos refugiándonos, en lo sublime, en tiempos de coronavirus.

Notas:
Idea de reducción al máximo del estado y ampliación al máximo de libertades para el mercado de F Quesnay de los años 1700.

Se refiere a la absurda búsqueda de buscar la pureza de la especie humana de F Galton en los 1800. Dicha idea fue la base seudocientífica del racismo.

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