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17 concejales en Almería

Javier Salvador
Director de Teleprensa

Esto de los 17 concejales que augura Gabriel Amat en Almería capital tiene su miga, porque es un número que esconde algunos malos presagios. Por ejemplo, a las 17 semanas de un embarazo normal, un bebé mide 13 centímetros y pesa 113 gramos, y eso son dos números 13, lo que a los concejales que sean supersticiosos les va a caer como un jarro de agua fría. Pero supongo que, al margen de supersticiones, no habrá caído nada bien ese otro matiz que Amat introducía ayer en el debate político, dándole la altura que se espera de un presidente provincial de un partido con un ¡Que se amarren los pantalones los que vienen detrás!

La verdad es que las cuentas de Amat son la leche. Y sí, puede que sean ciertas las encuestas, pero aún así habría que asumir un descalabro del PSOE mayor que en Catalunya, donde el electorado tiene otros condicionantes y otras opciones, como los nacionalistas. Pero aquí no hay esas posibilidades, y es muy difícil que a la hora de la verdad el votante de izquierdas o centro izquierdas vote al PP o que, incluso, deje caer en manos de determinadas personas determinados poderes.

Y precisamente ese "¡que se amarren los pantalones los que vienen detrás!" deja una idea muy clara de lo que puede suceder.

Amat augura que si consiguen mayorías absolutas su paso por la provincia será como las huellas del caballo del temido Atila, Othar, del que la leyenda decía que por donde pisaba no volvía a crecer la hierba. Si le damos una vuelta a esa frasecilla podemos deducir que su significado viene porque dejaba una huella perenne, pero al estilo destrucción.

Igual nos tenemos que amarrar los pantalones porque si los chicos de Amat consiguen la mayoría absoluta nos regala otros acantilados de Aguadulce totalmente descuajeringados como los que podemos ver cuando entramos en su municipio. También puede que echen a patadas a los agricultores de La Vega para urbanizar nuevas zonas y así copiar en la capital el modelo de Las Salinas de Roquetas, o puede que se lo pongamos aún más fácil para que la capitalidad de Almería se mueva dos dedos en el mapa y termine en Roquetas de Mar.

El alcalde de la capital, que, recordemos, lleva ocho años en el mismo lugar y aún está pensando dónde va a poner la Ciudad de la Cultura, ya dejó ayer bien claro quién manda aquí, porque lo único que salió de su boca al tragarse el mayor sapo político de su vida fue que él es un militante que acepta las decisiones de su partido.

Pero vamos más allá, a la cruda realidad de esta historia. Megino ha sometido al PP de la capital a su mando en plaza. Los primeros cuatro años de Comendador fueron una tortura de pacto y los segundos cuatro no han sido fáciles. Desplantes y conspiraciones para ver si el otro caía los ha habido de todos los colores y, peor aún, quienes votaban a GIAL no eran votantes del PP y los que lo fueron en algún tiempo se marcharon porque no aceptaban la imagen de Comendador.

Y sí, es cierto que el PP gana votos de GIAL. Que sepamos, a ciencia cierta gana dos, el de Esteban Rodríguez y el de Ana Martínez. Dudo mucho que Megino vote a Comendador y mucho menos que los suyos lo hagan si él mismo no va en la lista aunque sea cerrando la candidatura. Y aún así, ¿se plegaría Megino a ello? O peor aún, ¿lo aceptaría Comendador?

De todas formas a estas elecciones ya les podemos poner nombre. Son los comicios de “los sobraos”. Ahora sólo tienen que llegar al 22-M sin matarse entre ellos. Y todo está por llegar.

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