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El sacrificio minero de Almería en Cataluña

Carles Cortina i Riu
Protocolista

Quisiera compartir con cuantas personas lean estas letras la grata noticia de la publicación de un libro excepcional, Historia general de la villa de Bacares, de GBG Editora, y cuya autoría corresponde al insigne licenciado en Derecho y experto en Casas Reales Iván Garrido Jorquera.

Bacares

Es indudable la capacidad de investigación del autor, su objetividad, rigor y ecuanimidad que nos narran de forma magistral sus orígenes y el orgullo que anida en su corazón y hasta los confines de sus genes, por su patria chica y por su pertenencia a este retazo de suelo almeriense en el valle del Almanzora, devenido en marquesado, que permite remontarnos hasta los fenicios, aunque su nombre provenga del árabe, Baqarah, o vaquería, por ser una de las ocupaciones más arraigadas, pero no la única.

Por ejemplo, podemos referirnos a la principal actividad que llevaron a cabo las colonias púnicas de la lejana Fenicia que, asentadas en este municipio bacareño, aprovecharon la riqueza de su subsuelo en una minería incipiente a cielo abierto. Y es precisamente este laboreo minero desde el quebrar albores de la historia que supo cuajar en el espíritu almeriense, forjando un linaje singular y único de hombres esforzados, sacrificados y valientes que desentrañaron los tesoros minerales escondidos en las entrañas de la tierra.

La minería ha cincelado el espíritu de Almería en general y de Bacares, en particular, porque ha originado una verdadera estirpe de almerienses animosos, osados, audaces e intrépidos hasta la heroicidad, y cuyas gestas merecen toda nuestra admiración, reconocimiento y homenaje.

Iván Garrido en su libro nos revela un conmovedor hito sobre los mineros almerienses, de aquellos que, en su éxodo de la postguerra, recalaron en tierras catalanas, ignotas y desconocidas para ellos, y a quienes les movía la determinación, el sentimiento de familia, sus habilidades y destrezas, y, evidentemente, su infinita generosidad.

Emociona leer cómo sin dudarlo ni un momento emprendieron un viaje para ganarse la vida, labrarse un futuro y, tristemente, para algunos –demasiados, ciertamente- fue un viaje sin retorno. Así, de cuantos arribaron a Cataluña, concretamente, a la comarca del Berguedà, en el término municipal de Saldes, y laboraron en las explotaciones mineras que extraían el lignito de aquella cuenca, 42 perdieron la vida a pie de tajo: “El total de fallecidos durante los más cincuenta años en que las minas estuvieron en activo es de 87 personas, por lo que los oriundos de la provincia de Almería representan casi la mitad”. Algunos procedentes de Serón, Gérgal, Senés, Purchena, Partalos, Bacares, Mojácar, Sorbas, Urrácal, Carbonera, Lubrín, Alcóntar y Cantoria.

El nombre de estos héroes almerienses y de estos mártires mineros figuran gravados en los hastiales de un monumento en forma de “H” mayúscula, como acróstico de honra, humanidad y heroicidad, y con una lámpara minera que se enciende en la festividad de Santa Bárbara, para recordarnos que todos somos deudores de esta gesta, de esta inmolación y de este sacrificio recordados por Iván Garrido Jorquera.

A él, precisamente, es menester agradecer su fidelidad inmutable a sus raíces, su patriótica lealtad a Almería y a su gente y la defensa constante y encomiable del patrimonio y de la heredad bacareños; unas cualidades que sólo pueden anidar en un corazón noble y honrado.

Y refiriéndonos a los 42 mineros, a quienes la fatal guadaña, aguardó entre los hastiales de carbón, sólo nos resta formular aquella locución latina Sit tibi terra levis (que la tierra os sea leve), en la confianza cierta que el Santo Cristo del Bosque de Bacares ya les haya acogido en sus brazos, y ceñido en sus sienes la corona de la gloria celestial.