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Lo que sí toca al Ayuntamiento

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Recientemente, el alcalde de Almería ha mostrado su intención de cambiar la ubicación del Pingurucho de los Coloraos que ahora se centra en la Plaza Vieja y, con motivo de la esperada rehabilitación, se previó su traslado a un lugar más diáfano que otorgase mayor visibilidad al monumento que rememora a los Mártires de la Libertad.

A la iniciativa de Comendador aparecieron inmediatas respuestas (oposición socialista) de manual con argumentos recurrentes: “eso no toca”, “no es el momento”, “no es prioridad”, etc., y esto sugiere preguntarse qué es, para qué sirve, cuáles son las competencias… y cuándo toca hacer o no hacer a un Ayuntamiento. Evidentemente, a un Ayuntamiento no le toca prohibir los toros, cerrar capillas universitarias, prohibir el Belén municipal, subvertir la historia de la Reconquista… y votar en pleno sobre el Convenio de Libre Comercio Transatlántico. Un ayuntamiento está para la mejor organización de las ciudades, optimización de los servicios públicos, tranquilidad de sus gentes, fomento de su cultura, respeto a sus centenarias tradiciones… e iniciativas atenidas a sus competencias que, entre otras, prevén el diseño de la trama urbana que posibilite nuevos usos y potencialidades que redunden en beneficio de la colectividad.

Sí toca
Decir que algo que sí compete a un ayuntamiento “no toca” delata la escasa convicción y el nebuloso concepto de edil en una corporación municipal. Y, lamentablemente, lo que ahora toca es la eclosión de revancha y odio que, protagonizada por individuos e individuas de una castuza desalmada, se dedican a reemplazar los callejeros con sus colegas anarquistas y revolucionarios; desmontar la figura del Rey en salones de plenos y prohibir, prohibir y prohibir tradiciones, instilando rechazo y odio hacia instituciones como la Iglesia o hacia las leyes que no les satisfacen.

La contaminación de la hiperactividad dispersa y compulsiva de regidores de otras latitudes muy notorias (Madrid, Barcelona, Cádiz, Valencia…) no debe excitar y remedar comportamientos en Ayuntamientos supuestamente sensatos. Ya en Almería conocimos conatos de pseudo Naciones Unidas con Antonio Fernández Sáez y sus disertaciones antiimperialistas o las recreaciones del hálito oriental encarnadas por Natalia Huertas y que jamás hubiese atisbado Omar Khayyam. Y, en esa disparatada orientación, perdimos oportunidades para consolidar tradiciones nacidas de la indeleble historia que nos sitúa -de momento- en el curso de la cultura occidental y la estabilidad democrática.

Es lamentable que se polemice o se desprecie sobre la conveniencia del traslado del Pingurucho y, mientras tanto, ni dios sabe quiénes eran los coloraos, por qué vinieron, a qué vinieron y por qué los despacharon, sin más, en la calle Cenotafio. Sin duda, es competencia del Ayuntamiento de Almería trasladar el Monumento de los Coloraos; como también es su responsabilidad dejar de enredar con el acto y los himnos y lanzarse a difundir entre los almerienses la verdadera y única historia de los Coloraos. Esto, y no las estériles polémicas plenarias es lo que induce, seduce e impele a los almerienses a aceptar o despreciar hitos que jalonan nuestra historia: el conocimiento de la verdad.

Aprovecho para reivindicar -especialmente a los enardecidos defensores progresistas de la cultura- que, a la vez que se sensibilizan por la climatología que aturde a la Banda Municipal y por la reposición de fagotes y flautas, se decidan a instalar un símbolo inequívoco de cultura popular que distingue a los pueblos que los ostentan: el templete/kiosco de la música. Es lamentable que en una ciudad con tantas bondades paisajísticas y climatológicas no tengamos un digno templete para la Banda Municipal de Música; para orgullo de ella y satisfacción de todos. En fin, son cosas que sí tocan a un Ayuntamiento.