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Agrupaejido

Emilio Ruiz

El polvorín de Agrupaejido ha estallado esta semana, pero igualmente podría haber estallado hace un año o dos o tres. La reestructuración de la deuda que se hizo en 2010 puso fin a una situación que conducía a la quiebra.  Pero no atajó el problema en su raíz, que pasaba por una ampliación de capital superior a los 2,1 millones que entonces se inyectaron. A cambio de la refinanciación los accionistas –Cecilio Guillén, con el 50,4%, y Explotaciones Agrícolas Finca Guillén, con el 31,54%- aceptaron, por una parte, que fueran las entidades del pool bancario encabezado por Cajamar quienes se hicieran con el control de las finanzas. Y por otra, la aplicación de un plan de desinversión de activos no estratégicos, cuyos ingresos se destinarían a enjugar deuda bancaria.

Cecilio Guillén
Con el paso del tiempo, los Guillén consideran que las entidades financieras están resolviendo su problema, pero no el problema de la sociedad, que es más complejo. La deuda se ha reducido de 100 a 75 millones. Me decía un director de un banco de inversión que los empresarios agrícolas de nuestra provincia “saben mucho de agricultura, pero poco de gestión empresarial y menos aún de economía”. La situación de Agrupaejido en 2010 se ajustaba a esa creencia. Los supervisores bancarios se encontraron con un caos empresarial y administrativo. Lo peor no era que la empresa se había embarcado en negocios que le eran ajenos. Lo peor que se encontraron fue la mezcla y confusión entre intereses societarios e intereses personales.

El informe de auditoría de 2013, realizado por PricewaterhouseCoopers, es concluyente en este sentido. Como muestra, un botón: transacciones con partes vinculadas, por importe de casi 20 millones, que “debido a la antigüedad de la deuda en algunos casos, a la ausencia de reconocimiento de deuda para alguno de ellos y a la falta de una estimación en cuanto a la recuperabilidad o no de los mencionados importes, consideramos que estos saldos deben considerarse como de dudoso cobro”. Es un ejemplo de reparo entre decenas.

Lo mejor de Agrupaejido es el mantenimiento de aceptables niveles de facturación. Ya no tiene la facturación de 2009, por ejemplo, cuando alcanzó los 120 millones. Pero los 75 millones de la campaña pasada es una cifra respetable. Lo peor es el deterioro de las cuentas. Mientras el patrimonio neto de la sociedad en 2009 era positivo en seis millones de euros, en 2011 se vuelve negativo en 1,7. Y en 2013 el patrimonio neto negativo supera los siete millones. Una situación así, prolongada, conduce a la quiebra. Hoy en día la empresa acumula impagos en el Asnef por más de 15 millones de euros. El futuro, pues, más negro no puede ser.