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Almería entre el eje Sevilla-Málaga y Murcia

Pedro M. de la Cruz
Director de La Voz de Almería


Ya he traído aquí alguna vez la regla para saber de qué provincia son tres personas que están hablando entre ellas en cualquier lugar de Andalucía. Si una habla bien de Sevilla, es de Sevilla; si, por el contrario, habla mal de Sevilla, es de Málaga; y si habla mal de Almería, es de Almería.

Pues bien, parece que, con la llegada de los nuevos Ayuntamientos, los alcaldes de las dos primeras quieren cambiar esta dinámica de tanta duración histórica y tan corto recorrido intelectual. Hace unos días se reunieron y dieron el primer paso para fortalecer un eje de colaboración económica, empresarial e institucional que, nada más anunciada, ha contado con el apoyo del presidente de los empresarios andaluces. 

La Voz de hoy
El mundo se construye desde la aportación y con la colaboración de todos y entre esos todos son los vecinos territoriales los que, por afinidad administrativa, socioeconómica y cultural, antes deben aprestarse a la suma de sinergias que beneficien a quienes habitan ese territorio que les identifica. Almería, por tanto, no debe mirar desde la indiferencia esa nueva estrategia interprovincial y si, por buscar similitudes nacionales en ese corredor socioeconómico andaluz, Sevilla quiere jugar el papel de Madrid y Málaga el de Barcelona, no resulta descabellado que Almería aspire a ser Valencia.

Cada realidad es única e irrepetible, pero hay circunstancias estratégicas que deben ser estudiadas. Sevilla y Málaga suman juntas cerca del 40 por ciento del PIB andaluz; Almería, a distancia; cada una tiene su especificidad: pues busquemos lo que nos une y confluyamos ahí. La lírica lorquiana de aquellos gitanos “que iban por el monte solos” no es ya -nunca lo fue-buena mochila para andar por el mundo. Hoy todo está interrelacionado, no hay islas y en economía los Robinson Crusoe hace tiempo que dejaron de existir.

Almería será más fuerte si encuentra estrategias comerciales, innovadoras o reivindicativas con quienes comparte territorio o con quienes conjuga intereses. De ahí que las instituciones almerienses deban mirar la estrategia sevillanomalagueña no como espectadores, sino como actores con voluntad de participar en su trama. Los patios de butacas permiten ver llover, pero no ser lluvia (y, para decidir, no hay que ver caer el agua tras los cristales, hay que mojarse).

Ser espectador de lo que otros hacen posibilita la emoción indignada del agravio comparativo, pero no la gestión inteligente que posibilita que esa discriminación no se dé. Mirar desde el andén el tren en que otros van montados para criticarlos es un ejercicio inútil que sólo sirve como coartada para culpar a otros de nuestra incapacidad para haber subido en él  Hay que Ser y Estar. Ser inteligentes y estardonde se toman decisiones o donde se influye en lo que se decide.

Pero Almería no debe mirar solamente al eje Sevilla-Málaga. También debe mirar a levante y comprender que nuestro carácter fronterizo es una oportunidad. Somos andaluces, pero Murcia está más unida a nosotros que las dos caras de una misma moneda. Así las cosas tenemos tres opciones por las que transitar con nuestros vecinos: desde la alianza, desde la competencia o desde la indiferencia.

Parece claro que las dos últimas opciones son ineficaces; hay, por tanto, que recorrer la primera y, además, hacerlo de una forma decidida e inteligente. Si Sevilla y Málaga tratan de construir un puente que les una y les fortalezca (y al que nosotros deberíamos unirnos), ¿por qué no hacer nosotros lo mismo con Murcia?

Almerienses y murcianos comparten el sol y la geografía, pero también la dependencia del sector alimentario y los perjuicios de unas infraestructuras que no acaban de llegar. Ante Madrid o Bruselas, así en la agricultura como en el AVE, la capacidad de presión será más grande si quienes la hacen son los más de dos millones de ciudadanos que habitan el territorio que va desde Cieza a Adra que el millón y medio de murcianos o los setecientos mil almerienses por separado.

No se trata de perder identidades, lo que habría que pretender es unir intereses a través de sinergias planificadas que nos hicieran más fuertes y, por tanto, más competitivos en los mercados y más influyentes antes las administraciones. Ocupar un espacio fronterizo puede ser un inconveniente; pero también una oportunidad. Sólo basta con ser inteligentes y saber mirar alrededor.