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Las amargas lágrimas de Francisca Pérez Laborda

Antonio Avendaño
Director de Andaluces Diario

Francisca Paqui Pérez Laborda, exdelegada de Empleo de la Junta de Andalucía en Almería, ha comparecido ante la Comisión de Investigación del Parlamento de Andalucía sobre la financiación de los cursos de formación. Reproducimos a continuación el interesante artículo que sobre esta comparecencia ha escrito el director del digital andalucesdiario.es:

Paqui Pérez
Lunes 11 de abril. Sala de comparecencias de la comisión parlamentaria que investiga el fraude andaluz de la formación. Semblante nervioso. Voz entrecortada. Comparece Francisca Pérez Laborda. Fue delegada de Empleo de la Junta en Almería, está imputada en la causa de las ayudas a la formación y nunca olvidará la fecha del 24 de marzo del año 2015, cuando fue detenida por orden de la juez Mercedes Alaya junto con otros altos cargos y funcionarios de la Junta de Andalucía como sospechosos de haber urdido, propiciado o consentido el fraude presuntamente cometido por empresas que impartían cursos de formación con fondos públicos.

Aquel día algo intangible pero muy, muy importante se rompió en la vida de Francisca Pérez. Y no solo de ella. Publicitar las detenciones de personas cuya conducta no entraña peligro alguno para nadie y cuyos deseos de escapar a la acción de la justicia son inexistentes es un oprobio al que nadie debería ser sometido, da igual que sea cargo político, que ejerza de sindicalista o que se llame Rodrigo Rato. La justicia debería haberlo comprendido hace mucho tiempo, pero tal vez teme que si decide volverse menos televisiva las televisiones no se lo perdonen. Puede estar segura de ello.

"Ya he llorado bastante, debió pensar Pérez Laborda, que desveló a sus señorías que había sufrido un escarnio público tan pavoroso que le había provocado una enfermedad grave. Sus señorías no pestañearon ante su confesión, porque en su oficio de señorías no tiene cabida pestañear ante el dolor del adversario político"

Ayer, Francisca compareció ante la comisión parlamentaria que investiga el fraude de la formación pero decidió no declarar. No lo hizo, se justificó, por consejo de su abogado, ya que podría haber puesto en peligro su defensa judicial. Es muy probable, en todo caso, que si hubiera contestado a las preguntas de los diputados se habría echado a llorar. Ya he llorado bastante, debió pensar Pérez Laborda, que desveló a sus señorías que había sufrido un escarnio público tan pavoroso que le había provocado una enfermedad grave. Sus señorías no pestañearon ante su confesión, porque en su oficio de señorías no tiene cabida pestañear ante el dolor del adversario político.

Las comisiones parlamentarias de investigación son crueles pero necesarias. Son crueles porque tienen una puesta en escena parecida a la de la justicia, pero en realidad no tienen nada que ver la justicia. Las comisiones de investigación no buscan la justicia, sino la victoria; no les interesa la verdad, sino la sangre, lo que ocurre es que en su búsqueda –políticamente legítima– de la sangre muchas veces acaban encontrando –aun sin haberla buscado– la verdad.

Al contrario que en los juicios, en las comisiones de investigación los fiscales siempre ganan, independientemente de que hayan hecho bien su trabajo o de que el político que comparece ante los interrogadores sea inocente. Es el juego de la política y en él no hay lugar para el sentimentalismo. ¿Es posible una justicia menos televisiva y más humana? Sí. ¿Es posible una política menos implacable y más indulgente? No. Aunque el verdadero drama surge cuando ambas, política y justicia, confluyen y hay por allí cerca un periodista. En ese caso, que al político lo cojan confesado: cuando uno de ellos resulta imputado, aunque sea por un asunto penal o administrativamente menor, que vaya preparando la sal de frutas, el frasquito para las lágrimas y el dinero para la consulta del psiquiatra y la minuta del letrado. La política española está llena de políticos que han derramado y siguen derramando amargas lágrimas por imputaciones judiciales que no llegarán a nada. Francisca es muy probablemente una de ellos.