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Una hoja de ruta en blanco para la economía andaluza

David Uclés Aguilera
Director del Instituto de Estudios de Fundación Cajamar

Hace unas semanas me pidieron una opinión sobre el futuro de la economía andaluza para el periódico La Opinión de Málaga. Como es lógico, en una charla de teléfono transcrita luego a una página sometida a restricciones de espacio, las ideas pueden no quedar del todo claras. Cuando leí mis supuestas declaraciones, ciertamente me pude identificar en ellas, pero me vi entrecortado y hasta torpe. Intentaré explicarme, si no mejor al menos en mayor profundidad.

La idea de partida es doble: 1. El modelo productivo ya ha cambiado. 2. Debemos partir de aquello en lo que somos competitivos.

Andalucía

Lo primero es más que evidente. Durante la primera década del siglo XXI, la estructura productiva andaluza ahondó su especialización en servicios e incluyó una nueva centrada en la construcción que pasó del tradicional 6-8% de aportación al PIB hasta el 14,4 % en 2008. La crisis desatada justo ese año y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria desinfló rápidamente el sector, que fue el primero en comenzar a destruir empleos y empresas. Hoy, el peso del sector debe estar en torno al 10 %, con un ritmo medio de pérdida de un punto porcentual por año. Y, como quiera que la estructura productiva de un territorio, por definición, suma 100, los puntos que ha perdido la construcción son los que han ganado otros sectores. En el caso andaluz, los que han ganado peso han sido los servicios, concretamente los comerciales y los de las administraciones. La Contabilidad Regional arroja en su primera estimación para 2011 una ganancia de participación relevante de los servicios inmobiliarios, lo que cuesta entender cuando una parte del problema es que ya no hay mercado inmobiliario en el que colocar el stock. Por tanto, ya no dependemos del modelo basado en la construcción.

El problema es que, de paso que se producía el cambio estructural, la economía andaluza destruyó casi 600.000 empleos, lo que profundizó nuestro endémico problema de desempleo (la tasa de paro era del 33,9 % en junio). Más de 1,3 millones de andaluces se encuentran hoy en situación de desempleo. La construcción tenía una gran ventaja: generaba mucho empleo, aunque de no demasiada cualificación. ¿Cómo reducir esa cifra? Una posibilidad es que una parte de esos parados salgan de Andalucía, pero no parece la más deseable. La tentación es buscar un sector que reemplace al anterior motor y que absorba el excedente actual de mano de obra. Sin embargo, a corto plazo no parece razonable que surja algún sector milagro que, de la noche a la mañana, se convierta en el sustituto.

Vivimos en un mundo complejo e interconectado en el que las ventajas competitivas tienen a durar cada vez menos. Sin embargo, Andalucía tiene sectores en los que viene demostrando un excelente desempeño desde hace años. Son sectores de los que no cabe esperar crecimientos espectaculares, pero que están bien asentados en nuestra estructura productiva y, lo que es más importante, tienen un espacio reconocido y reconocible en los mercados. Estos son los cuarteles de invierno a los que me refería en mi opinión. Contamos con una potente agricultura y una excelente base turística, por ejemplo. Sectores desde los cuales se puede comenzar a pensar en un desarrollo. En el caso de la oferta primaria tenemos una excelente calidad y un músculo productivo envidiable. Sin embargo, no hemos sido capaces de desarrollar un entramado industrial que dote de mayor valor añadido a nuestras producciones. Aquí hay una oportunidad de desarrollo. Respecto al turismo, hay posibilidades en el desarrollo de soluciones tecnológicas para la hostelería. Son cimientos firmes desde los que se puede comenzar a construir el futuro.

Pero el futuro no viene solo, se necesitan empresarios que sepan reconocer las oportunidades y que estén dispuestos a explotarlas. Por otro lado, las oportunidades se multiplican si se cuenta con unos recursos humanos cualificados. Se nos ha llenado la boca hablando de la economía del conocimiento, pero al mismo tiempo nos hemos dedicado a despreciar los indicadores que, como el informe PISA, nos informaban año tras año que no íbamos por el mejor camino. De ahí mi insistencia durante la entrevista en la imperiosa necesidad de mejorar la cualificación de nuestros recursos humanos, no nos podemos permitir el lujo de aparcar a casi una generación del camino del empleo.

Si usamos aquello en lo que somos fuertes como palanca de partida, estaremos construyendo una economía con unas bases más sólidas y relativamente más fáciles de mantener que hasta ahora. 

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