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Los andaluces no han amnistiado al PSOE

M. A. Blanco
Periodista

Las elecciones al Parlamento andaluz han dejado una conclusión evidente: PSOE y PP se han llevado sendos puñetazos del electorado. Con la diferencia de que los primeros lo esperaban en el hígado y al final ha ido al hombro izquierdo, mientras que a los segundos les ha pillado de sorpresa y les ha alcanzado de lleno en la boca del estómago. A ambos parece que se les pasó por alto un detalle: los andaluces siempre miran más al lado izquierdo antes de cruzar.

La victoria inútil de Javier Arenas no le valdrá para gobernar, aunque quedará para la historia como el primero que logró vencer a los socialistas en Andalucía. Un consuelo que no va a servir para atenuar el dolor, como es obvio. Entre otros motivos, porque desde el 20-N 400.000 pasajeros se han bajado del autobús en marcha, tan solo con intuir hacia dónde se dirigía.

Algunos han pretendido excusar esta caída en la alta abstención. Esta vez ha perjudicado al PP en lugar de al PSOE, dicen. Supongo que piensan que el votante conservador estaba tan confiado en la victoria que tiró de la presunta pereza congénita del andaluz para aprovechar los últimos rayos de sol antes de las lluvias de Semana Santa.

Aprobar una reforma laboral que facilita el despido antes que la contratación y jugar al despiste con los presupuestos, o permitir que Wert vacile a los profesores con las oposiciones y que Gallardón diga tan tranquilo que la maternidad es lo que hace “auténticamente mujeres” a las mujeres, insinuando vete a saber qué de aquellas que conciben su vida de otra manera, tampoco es que anime a la gente a votarte. Así que los andaluces, fieles a la costumbre, optaron por mirar a la izquierda y vieron que había opciones.

Los desencantados del PSOE, de los ERE, la coca y demás chanchullos que habían votado al PP en las generales ha continuado, por lo tanto,  su voto de castigo, pero dividido en dos grupos: el que cedió su voto a IU y a otras formaciones (PA, UPyD, Equo) y el que directamente pasó de votar. Y este fue mayoría, además.

Así que mal harán Griñán y su equipo en confiarse. Los andaluces no han amnistiado al PSOE. No, al menos, como los valencianos hicieron en mayo con Camps, al que aumentaron su apoyo según se destapaban casos de corrupción. Solamente han decidido que el verdugo no sea el PP del cambio (del cambio de discurso según el día, por supuesto).

Ahora los socialistas tienen dos opciones claras: o arrimarse a la izquierda, aunque sea con la excusa de llegar a un pacto con IU, o creer que van por buen camino y acabar recibiendo a la larga un golpe parecido al que se ha llevado Arenas. O como el que se acabará llevando Rajoy si sigue tomando a los ciudadanos por idiotas.

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