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Debates políticos

Teleprensa
Editorial

Que Javier Arenas, aspirante a gobernar Andalucía en los próximos cuatro años, se niegue a debatir argumentando, no sin cierto énfasis, que Canal Sur ha sido “condenada” por la Junta Electoral por su falta de imparcialidad, deja cuando menos atónito al personal y no es sino una torpeza para un líder al que le sobran tablas en esto de la política. Su obstinación con este tema y la forma con la que quiere justificar su no presencia en el debate -el PP es muy dado a llevar todo al terreno judicial, ya sea para anunciar querellas ya sea para justificar el hacer o no hacer algo por no incurrir en ilegalidad, ya sea para recriminar al vecino que su acción roza la legalidad...- a priori no le va a colocar en mejor posición de cara a estos comicios, salvo que, al igual que a Rajoy, le hayan recomendado estar callado porque ello le da más valor.

Al margen del cálculo político que desde el PP hayan hecho para la no presencia de Arenas en este debate, sí es un buen momento para recapacitar sobre el perfil de políticos que tenemos en este país en general y en Almería, de manera más concreta y particular.

Y es que desde hace ya demasiado tiempo el político ha dejado de ser esa persona de oratoria fluida para convertirse en un producto de marketing convenientemente aderezado de argumentario, sin capacidad de salirse del guión ni hacer sus propias aportaciones, plagado de frases hechas, reiterativas y nada imaginativas. Un pelele, que se molesta cuando le preguntan, al que le gusta lucirse con respuestas preparadas ante preguntas previamente pactadas. Ponerse en manos de gente así en tiempos en los que hay que tomar decisiones da, cuando menos, cierto vértigo.

Se echa de menos que a lo largo de la campaña no pueda producirse un verdadero debate, en el que cada cual se exprese e increpe como estime conveniente a su rival, donde el moderador únicamente tenga que introducir los temas o medir los tiempos para que nadie hable más que nadie, que no para dar paso a monólogos inquebrantables en tiempo y forma. Porque la manera de estar en un debate donde nadie opina como tu, sin tener tampoco a nadie al lado que te aconseje como responder, ayudaría al ciudadano a clarificar su opinión sobre muchos que dicen ser líderes.

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