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In memoriam: Julio Alfredo Egea, poeta


Tania Artajo
@opinionalmeria

➤ Julio Alfredo Egea, el más grande de los poetas almerienses vivos, se nos ha ido esta mañana. Tenía 92 años. La muerte se ha producido en un hospital de Granada. Siempre ha vivido entre Chirivel, Granada y Almería capital, en donde ha realizado gran parte de su labor literaria. El sepelio tendrá lugar mañana lunes 24 de septiembre, a las 12 horas, en la iglesia de su municipio natal, Chirivel. En el tanatorio de esta misma localidad se le velará desde esta misma tarde.

Roquetas de Mar dedicó una de sus plazas al insigne poeta

Julio Alfredo Egea nace en Chirivel (Almería), el 4 de agosto de 1926. Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada, carrera que nunca ejerció, se dedicó principalmente a escribir. En los años cuarenta su familia se traslada a Granada, y desde esa década toma parte en los movimientos literarios de esta ciudad, siendo fundador y redactor jefe de la revista Sendas, que en 1946 publicó un número monográfico dedicado a Federico García Lorca.

En la siguiente década pertenece al grupo Versos al aire libre, quedando incluido entre los poetas de Granada que forman parte de la generación llamada "de los 50" (Elena Martín Vivaldi, José Carlos Gallardo, Rafael Guillén...), publicando sus primeros libros en la colección Veleta al Sur, que surgió de aquel movimiento. Parte de su obra literaria, no incluida en libros o comprendida en estos, está repartida por periódicos o revistas especializadas de España y América. Poemas suyos han sido traducidos al búlgaro, polaco, árabe, francés, inglés, alemán, italiano y portugués. En 1954 se casa con Patricia López Lorente, teniendo cuatro hijos y numerosos nietos. En abril de 2006 fue nombrado miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada. Algunos de sus obras son:

POESÍA: Ancla enamorada (1956), La calle (1960), Museo (1962), Valle de todos (1963), Piel de toro (1965), Nana para dormir muñecas (1965), Repítenos la aurora sin cansarte (1971), Desventurada vida y muerte de María Sánchez (1973), Antología Poética 1953-1973 (1975), Cartas y Noticias (1973), Bloque Quinto (1976), Sala de espera (1983), Los regresos (1985), Segunda Antología Poética 1973-1988 (1990), Voz en clausura. Antología de sonetos (1991), Los asombros (1996), Desde Alborán navego (2003), El vuelo y las estancias (2003), Fábulas de un tiempo nuevo (2003), Asombros traducidos. Libro antología y CD con la voz del poeta (2003), Tríptico del humano transitar (2004), Legados esenciales (Antología de herencias) (2005) y Arqueología del trino ( 2006).

NARRATIVA: Plazas para el recuerdo. Sobre el barrio granadino del Albayzín (1984), La Rambla (1996), Antología biográfica. El sueño y los caminos (1990), Antología de cuentos. Puesto de alba y quince historias de caza (1996), Alrededores de la sabina (1997), Sastre de fantasmas (y otros relatos) (2006).

OTRAS: Arqueología del trino (1990), Libro de poemas, inédito como libro, con amplio adelanto en Segunda Antología Poética. Mi tierra mi gente (1993). Relato sobre todas las comarcas almerienses, coleccionable publicado en 20 fascículos ilustrados por el periódico regional Ideal, de Andalucía oriental, Encuentro con el mar (1997), Cuaderno antológico 1953-1997, con motivo de habérsele dedicado una plaza al autor en la ciudad de Almería, Asombros transparentes (1996), Pequeña antología poética (1995) y Del alma entre la bruma (2003). Cuaderno antológico.

Julio Alfredo Egea escribe sobre él

Un día, siendo niño, en la primavera de 1935, volví de una de las excursiones solitarias que hacía con frecuencia por la rambla de Chirivel, mi pueblo almeriense, y me encerré en el despacho de mi padre para escribir mis primeros versos, relacionados con árboles y pájaros. Fue el despertar a la literatura en versos ripiosos e inaceptables, aunque entre latidos de un corazón emocionado ante la belleza. ¿Por qué tomaría aquella decisión? Quizá porque mi madre me leería la noche anterior algunos versos de Gabriel y Galán, que era el poeta de la familia, o porque mi padre recitaría un romance morisco que sabía de memoria: Abenamar, Abenamar, moro de la morería... Eran cosas que solían hacer de tarde en tarde, quizá alertados por un acecho de sensibilidades del hijo. En fin..., ¿cómo pensar que aquel era el torpe principio de un quehacer que llenaría toda mi vida, el principio de una vocación de sentimiento y entrega, la dedicación principal de mi ya largo existir? 

Poco después de aquellos primeros versos llegó la guerra, y supe del dolor de forma precoz y desgraciada, a través de medias palabras, dichas con miedo, del entorno, que hablaban de crímenes e injusticias. Empecé a saber que sin la pena la literatura y el arte, en general, no tendrían en el mundo la importancia que tienen, la poesía quedaría reducida a cuatro canciones de primavera. Sin quererlo, fui desplazando árboles y pájaros por el latido de dolor de las gentes heridas por la guerra. Torpes versos perdidos de un niño desconcertado. 

Viviendo en Granada, a donde se desplazaron mis padres después de la contienda, empecé, tras una primera posguerra tremenda, de gran aridez cultural, a educar mi sensibilidad poética, y a mediados de los años cincuenta empezaron a publicarse mis primeros libros, aceptados por mi después de alguna publicación indebida, por mi mucha ignorancia... 

Hice la licenciatura de Derecho en aquella Universidad, carrera que nunca pensé en ejercer, desde que fui descubriendo que existen los jefes, los horarios y las oficinas. En fin, algo raro era yo... 

Diré, resumiendo, que mi vida ha sido una lucha por vivir en libertad de pensamientos y movimientos. Mis planes eran disponer de tiempo para escribir, leer y viajar, buscando actividades que no me ataran mucho y me dieran lo indispensable, económicamente, para vivir con dignidad y llevar a mi familia adelante. Entre dificultades, logros y fracasos, continuos nomadismos, múltiples peripecias..., lo conseguí. La poesía da muchos bienes espirituales, muchos amigos, mucho conocimiento del mundo, y sólo ayuda en algo a mejorar la vida económica... Al menos en mi caso. 

Llegó Patricia -cumplido amor de toda una vida-, mi gran ayuda, los hijos, los nietos, el correr de los años... Ahora, en esta vejez lúcida –qué Dios me conserve- pienso, que de tener que vivir otra vida, elegiría los mismos caminos. He viajado por toda España y más de medio mundo, tengo amigos en todas direcciones, sigo publicando mis libros... ¿qué más quiero? Me ha gustado vivir en mi pueblo, con continuas salidas hacia otros lugares. En el pueblo, la gran escapada, siempre fue hacia la naturaleza y la caza; a mi afición a la caza, entre otras cosas, le debo la cultura de sutilezas del campo que creo poseer.


No sabría definir mi poesía, aunque siempre he intentado explicar algo de mi poética a través de los tiempos de escritor. Por ejemplo, abreviando mucho diré que sólo escribo por necesidad, cuando gozo o sufro con un tema, nunca por vano artificio literario, y que creo la poesía es, sobre todo, traducción de los asombros a través de la sensibilidad del poeta, del asombro cotidiano de ir descubriendo la vida, los seres y las cosas, desde la niñez.

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