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Donde dije digo...

José María Ortega
Exdelegado de Cultura

Con sus primeras actuaciones, el nuevo Gobierno ya considera blanco lo que hace dos días, estando en la oposición, tintaba de negro. La subida de impuestos decidida recientemente por el ejecutivo  es un fraude electoral, pues va en contra del programa con el que el PP se presentó a las elecciones y de lo prometido personalmente por Rajoy  durante la campaña. “Subir los impuestos significa más paro, más recesión y pagar las gracietas a Zapatero”. “No subiré los impuestos porque con las dificultades que están teniendo las empresas y los españoles no me parece razonable, sería un error". “La subida de impuestos es perjudicial e insolidaria con las clases trabajadoras”. Son frases pronunciadas en distintas ocasiones por el líder popular antes de alcanzar la presidencia.
Mariano Rajoy, ayer, en el debate del Congreso
(Foto El Periódico)

Pero, aunque se resiste a aplicar un impuesto a los grandes patrimonios y a la banca, si graba a la clases media y baja con la subida del IRPF y la congelación del salario mínimo, que, al aumentar el IPC, lo que hace es bajarlo. Es como decir que el Gobierno ha subido las pensiones el 1%, cuando, al haber crecido los precios un 2'9 %, lo ocurrido es que las pensiones han bajado el 1'9% de diferencia.

También va a subir el IVA, que afecta a todos los ciudadanos, incluso a los más desfavorecidos, aunque para no asustar a los votantes lo hará después de las elecciones andaluzas, con otros recortes más duros, según dejó entrever el propio ministro y aseguran, incluso, medios de comunicación conservadores y próximos al Gobierno.

Lo contradictorio de los nuevos gobernantes es que dicen haber recibido una desagradable sorpresa el descubrir ahora la enorme deuda contraída por el Gobierno socialista, cuando se dan tres hechos objetivos que desmontan tal afirmación. En primer lugar, el grueso de la deuda corresponde a las autonomías y ayuntamientos, más que al Gobierno central, como todos, incluido el propio Rajoy, reconocen.

En segundo lugar, y lo más sangrante, es que entre las comunidades derrochadoras, que más deuda arrastran, figuran Valencia, Madrid y Baleares, precisamente gobernadas por el PP, como bien se encargan de recordarnos desde el 'banquillo' de los acusados por corrupción Camps y Matas. Tan es así que, para evitar la bancarrota en la Generalitat valenciana, el Gobierno de Rajoy ha tenido que salir en su rescate avalando la deuda que no ha podido pagar al Deutsche Banke en su vencimiento. Por otra parte, el ayuntamiento más endeudado de España, por sus disparos con pólvora del rey, y cuyo alcalde ha recibido como premio un ministerio, ha sido el de Madrid, seguido del de Valencia, curiosamente, ¿de qué partido...?

En tercer lugar, el propio Gobierno entrante ha elogiado la transparencia y el rigor con que se ha desarrollado el traspaso de poderes del anterior ejecutivo.  Hay que ser cínicos para hablar ahora de despilfarro socialista y de sorpresa por las cuentas recibidas.

Desde la oposición, echaban toda la culpa de la crisis al Gobierno socialista (como si la bancarrota de Lehman Brothers en EEUU y la burbuja inmobiliaria española propiciada por la 'libertina' ley del suelo del señor Aznar, hubieran sido ajenas) y, en lugar de colaborar en su lucha, ponían piedras en el camino y desprestigiaban la economía española con sus declaraciones en el extranjero.

Ahora, desde el Gobierno, continúan echando la culpa a los socialistas, aunque, curiosamente, no tienen reparo en pedir la ayuda que antes no ofrecieron. El Partido Socialista, con responsabilidad y coherencia, les ha ofrecido su apoyo, porque salir de la crisis es tarea de todos. Antes, según ellos, era sólo del Gobierno. En definitiva, completando el titular de este artículo: “...don Mariano dice Diego".

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