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1936, tal día como hoy

Francisco Giménez Alemán
Periodista

No se puede ni se debe olvidar que tal día como hoy, en 1936, fueron asesinados Blas Infante, Manuel Barrios Jiménez y el exalcalde Labandera, entre otras desdichadas personalidades de la política andaluza. Si se recuerda con mayor énfasis el fusilamiento de quien sería declarado medio siglo después Padre de la Patria Andaluza, a todos ellos debemos el reconocimiento de su sacrificio en aras de unos ideales hoy ampliamente recogidos en la Constitución de 1978 y en el Estatuto de Autonomía.

Como tantos otros españoles de uno y otro bando salvajemente ejecutados sin razón, Infante, Barrios (diputado a Cortes por el PSOE y secretario general de su partido en Sevilla) y Labandera, elegido alcalde de la ciudad en 1931 cuando la proclamación de la República, eran hombres honrados cuyo delito, por cierto sentenciado después de haber sido eliminados, no era otro que el de su condición de servidores públicos, en el caso de los dos últimos, y de autor el primero de todo el ideario andaluz, actualmente vigente, que los presentaba a los ojos del “nuevo orden” como traidores a la Patria. Es estremecedor imaginar qué suerte de criminales pudieron perpetrar tan alevosos asesinatos en las personas de ejemplares ciudadanos sin tacha. El responsable no fue otro que el general Queipo de Llano.

Ninguno de los tres nombres ni de los que les acompañaron en el infortunio fueron del conocimiento popular durante la dictadura. Ni los libros de texto ni los manuales oficiales al alcance de los historiadores se hacían eco de la vida y circunstancias en que fueron fusilados. Una espesa capa de silencio cubría la historia de estos hombres que no podían recibir homenajes ni menciones públicas. Sus verdugos, por el contrario, eran enaltecidos e incluso recibían sepultura en templos, basílicas y santuarios en coherencia con el espíritu de cruzada que había tenido el golpe de estado de julio del 36, y que el Vaticano había bendecido en uno de los gestos más condenables en los anales de la Iglesia Católica.

Con motivo del LXXV aniversario del inicio de la Guerra Civil se ha removido en la conciencia de muchas personas, no pocas de ellas católicas practicantes, ese lado muy oscuro de nuestra Iglesia al mantener en tan cristianas sepulturas, y en recintos sagrados, los restos mortales de jefes militares que hicieron del uso de la fuerza su única razón para mantener el poder. Un sacerdote amigo me confiaba no hace mucho que se tiene prometido no celebrar misa en ninguno de esos templos donde el nacionacatolicismo dio acogida a los verdugos en nombre de la Fé de Cristo.

La reparación histórica a la memoria de Blas Infante, Barrios Jiménez y Fernández de Labandera se cumple con el recuerdo permanente a sus figuras, especialmente en estos días de aniversario. Pero la ciudad de Sevilla sigue teniendo otras cuentas que saldar con su pasado para que la justicia histórica sea plena. De cómo llevarlo a cabo, dentro del respeto debido a los difuntos, tendría que ocuparse una comisión de expertos, semejante en su composición a la creada por el Gobierno para el Valle de los Caídos.

Es una reflexión que procede hacer tal día como hoy.
(El Correo de Andalucía)

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