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El gobierno, de vacaciones

Rebeca Gómez
Economista

No termina de resultar creíble, por incoherente y surrealista, que las noticias en España pasen, de la alarma por la prima de riesgo y el temor a ser intervenidos, a las vacaciones de tres ministros en Almería y los viajes de Zapatero al natural enclave de Doñana para pasar unas semanas de relajamiento. Y es que, a estas alturas, con el adelanto de las elecciones generales recién anunciado y sin saber si la situación económica y social dará lugar al adelanto de este adelanto, no debería esperarse del Gobierno el mero sostenimiento del padecimiento general. Al menos cabe pensar que deberían dar ejemplo. Pero no. Para el laico gobierno, es sagrado el asueto.

Estos días la Moncloa se ha desprovisto de vida. Ni reuniones, ni reformas, ni explicaciones. Nada. La sombra de la mudanza ya ha despertado el eco. La crisis económica y el comportamiento de los mercados no parecen evocar en el aún presidente del Gobierno un sentido de responsabilidad mayor que el de los viajes de ida y vuelta a y desde Doñana para reunirse con la ministra Salgado y convocar a los medios.

El mensaje sigue en la tradicional línea socialista del artificio. Mientras los países de nuestro entorno dibujan una línea de crecimiento, el gobierno de Rubalcaba y Zapatero se justifica en que España no es uno de los países más endeudados de la Unión Europea. Y dedican su tiempo a ofrecer comparativas. No hay problemas. Pero lo cierto es que la alarma no reside únicamente en el endeudamiento, sino en la capacidad real de devolución que tenemos.

El que disfruta estos días de unas inmerecidas vacaciones es un Gobierno que prefiere endeudarse mensualmente por un valor medio de 4.500 millones de euros, que con extrema y reincidente irresponsabilidad obvia su sentido de Estado y sigue gastando y arrojando deuda con una carga financiera desorbitada. Y el problema de que la deuda se venda cara es que el dinero que el Estado gasta en remunerarla es dinero que no puede gastar en cobertura social, ni en creación de empleo, ni en economía real.

¿Puede España soportar esta parálisis preelectoral? ¿Podremos seguir soportándola en Andalucía, donde el equipo de Griñán se afana en el arte de nadar y esconder la ropa, culminar los procesos de recolocación, dificultar la acción de la justicia y destinar, como un ejercicio tradicional, partidas milmillonarias a actividades disuasorias y procesos de marketing político con el presupuesto institucional?

De estos gobiernos vacacionales y contemplativos no parece poder desprenderse otra esperanza que la espera. Varios meses adicionales de disfrute ministerial mientras la economía española se desvanece. Varios meses de inactividad, con la agenda en blanco, a merced de la deriva de la especulación internacional, que no descansa. Y los gobiernos de Zapatero y Griñán de vacaciones.

No parece que pueda esperarse otra cosa. A juzgar por las reincidentes afirmaciones de Pérez Rubalcaba, no cabría tampoco esperar más del Gobierno que nos propone, de nuevo, el Partido Socialista, inmerso en la mayor crisis interna de su historia democrática e instalado ya en la elección de mesa y silla con reposapiés y reposacabezas y a la espera de la bienvenida de los cigarrones en sus acuartelamientos de invierno. También para eso necesitan su tiempo.

No ha tenido mejor ocurrencia el ex ministro, designado por Zapatero candidato socialista a la presidencia del Gobierno, que afirmar que “hoy, más que de crisis, hay que hablar de inestabilidad”. Ora el encumbramiento ministerial le ha arrojado de la realidad que vivimos los españoles ora pretende seguir con el discurso que ha conducido a España por este sendero de destrucción de todos los avances económicos y sociales que habíamos conseguido.

Y la realidad que nos deja la gestión del otro gobierno socialista, el de Griñán, en materia de empleo, amén del uso fraudulento que estudia la juez Mercedes Alaya en relación con las partidas destinadas a los falsos ERE a los que durante años ha dado su beneplácito la Consejería de Empleo, o la creación de entidades paralelas que quedan fuera del control del Parlamento, entre otras prácticas, es la salida de nuestros desempleados ante las expectativas del mercado laboral en esta autonomía.

Ayer supimos que el 71% de los vendimiadores en Francia, 10.400 de los 14.500 temporeros que se espera acudan a la vendimia en el país vecino, serán andaluces, muchos de los cuales optarán por quedarse para la cosecha de la fruta tardía. ¿Es esta la Andalucía de las oportunidades que los socialistas alcanzan a ofrecernos? La memoria no puede ser tan frágil.

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