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Estrategias de comunicación para mujeres dirigentes

Luis Cortés
Catedrático de Filología

La atutía, que es una mezcla de óxido de cinc y otros cuerpos, se empleaba para hacer ungüentos medicinales, de manera que determinadas enfermedades, si no había atutía tenían difícil solución. De ahí viene el dicho “no hay tu tía”, modificación de “no hay atutía”, con el que indicamos también que algo tiene complicada explicación. Me he acordado del citado dicho al leer algunas conclusiones de los estudios sobre el estilo de habla que han de usar las mujeres dirigentes. Más adelante intentaremos explicarlo.

Hablábamos en nuestra columna anterior de la distinta mentalidad comunicativa de ambos sexos. Actualmente, antropólogos, lingüistas y psicolingüistas inciden en las diferencias y, en general, en una actitud comunicativa más positiva en mujeres que en hombres. Así, en lenguas como la española y la inglesa, por ejemplo, se ha demostrado que las mujeres emplean con más frecuencia partículas como creo que, pienso que, me parece, ¿sabes?, etc. Tal uso no se debe a que tengan menos confianza en lo que dicen, sino, todo lo contrario, que las emplean para respetar la imagen de su interlocutor evitando la imposición de sus opiniones y por tanto la posibilidad de ofender a los demás. Por otro lado, sus propuestas son más indirectas; utiliza con frecuencia, por ejemplo, construcciones imperativas en forma de pregunta: ¿no vas a ir a ver a mi madre?, ¿me vas a esperar un minuto, que ahora salgo?, etc.; con ellas, se muestra una cortesía superior. Y así podríamos aludir a algunas otras divergencias. Se trata de estrategias diferentes.

¿Y las mujeres dirigentes utilizarán sus propias estrategias o tomarán ‘prestadas’ las del discurso más agresivo del hombre dirigente?

Los estudios llevados a cabo por los investigadores de la comunicación han demostrado que cuando estas mujeres pretenden tomar el lenguaje más directo y autoritario del hombre dirigente -que era el único lenguaje existente en ese contexto profesional- se encuentran con el rechazo de sus subordinados, o sea, lo mismo que dicho por hombres es bien acogido, aceptado como algo normal, dicho por ellas no resulta del agrado de sus interlocutores. Otros estudios, estos realizados en nuestro país, han conducido a unas tesis que causan aún mayor desazón: cuando las mujeres dirigentes actúan de acuerdo con modelos propios del estilo comunicativo femenino son tildadas por los hombres de inseguras, insinceras y carentes de autoridad. Al margen del rigor científico de estos estudios, lo que sí parecen concluir es que, sea por exceso sea por defecto, para el éxito comunicativo de nuestras ejecutivas “no hay tu tía”. ¿Pero no lo hay realmente?

He de confesar que el título de esta columna, así como el interés por el tema, me lo ha suscitado la lectura de un interesante libro: Estrategias de comunicación para mujeres directivas. Su autora, Estrella Montolío (catedrática de la Universidad de Barcelona) parte de dos aseveraciones y una pregunta. Las aseveraciones son: a) es aceptado que la mujer, en general, muestra un lenguaje más empático, caracterizado por establecer con mayor facilidad puentes con sus interlocutores y la búsqueda de un sentido negociado frente al del hombre, más dominante y dado a la imposición y a la poca presencia del interlocutor; y b) también parece cierto que la mujer tiene una capacidad comunicativa mayor para escuchar, negociar e incluir al resto de los participantes en el propio discurso; ambas premisas hacen pensar que las aludidas actitudes deberían resultar prioritarias en ámbitos empresariales, directivos o políticos; entonces …y aquí viene la pregunta ¿cómo no aprovechar dicha condición en puestos en los que es esencial consensuar voluntades, intereses y actitudes más que impartir instrucciones inapelables desde el poder?

No podemos entrar en el comentario de la obra, pero sí aludir a una de las conclusiones. Para la autora, las mujeres dirigentes deben conservar los rasgos propios del estilo femenino: rasgos que las identifiquen como mujeres; rasgos con los que se sientan cómodas; y rasgos de los que piensen que son adecuados y eficaces para la comunicación en el seno de las organizaciones. Pero eso no impide que al mismo tiempo controlen y atenúen algunas características femeninas que puedan resultar peligrosas para su imagen profesional, a la par que se sepan servir, cuando lo consideren oportuno, de ciertos mecanismos tradicionalmente atribuidos a los hombres.

La mujer directiva, por tanto, ha de aprovechar su estilo comunicativo, pues en él se aprecian muchos de los mecanismos eficaces y adecuados para la comunicación en las organizaciones del siglo XXI.

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