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"¡Faltan cabezas!", exclamó el conde-duque

José Antonio Martínez Soler 
Periodista / Pte. Parque Natural Cabo de Gata-Níjar 

La democracia española está atascada. ¿Quien la desatascará? Por más que miro, no veo cabezas dispuestas para la tarea. Ni ganas de sacarnos del hoyo. Entre otras razones, porque los líderes de los partidos políticos de derechas y de izquierdas, responsables principales del atasco, no parecen estar por la labor de tirar piedras contra su propio tejado.  Y ya sabemos que, a la hora de renunciar a privilegios y prebendas, son tal para cual. Entre bueyes no hay cornadas o entre bomberos no se pisan la manguera. Estamos, pues, ante la pescadilla que se muerde la cola.

Conde-Duque
de Olivares
No se me ocurre por donde empezar. ¿Un harakiri de los pesebristas de los dos grandes partidos nacionales y de los nacionalistas a través de listas abiertas, financiación transparente, renuncia al caciquismo y al clientelismo y corrupción (casi) cero?

Quizás los intelectuales, más o menos independientes, no cooptados aún por los líderes políticos, podrían darnos algunas ideas, algún motivo para salir del hoyo en el que nos encontramos. Lamento decirlo pero, cuando veo a nuestras escasas cabezas pensantes y a nuestros abundantes dirigentes políticos, sufro ataques de pesimismo. Y entonces recuerdo el grito atribuido al conde duque de Olivares, ante la quiebra del imperio español de los Austrias: “¡Faltan cabezas, faltan cabezas!”.

Pues eso digo yo: hoy también nos faltan cabezas o, si las hay (como las hubo en la transición), están acobardadas y no dicen ni pío. Sigo con interés los articulos de opinión de los principales diarios y el resultado es descorazonador. Solo veo frescura en los jóvenes del 15-M (“Papá, vamos contra todo”, me dijo el más pequeño de mis hijos) y en el jovencísimo maestro nonagenario José Luis Sampedro.

Pocos jóvenes ven como algo honorable apuntarse hoy a un partido político para profundizar y adelantar la democracia española desde dentro. Una lástima. Pero los demócratas nos lo hemos ganado a pulso, ya sea por acción o por omisión. La misma palabra “político”, que define un trabajo noble de dedicación al servicio los demás, tiene ya una carga peyorativa para las nuevas generaciones.

¡Menudo ejemplo hemos dado a los jóvenes en los útimos veinte años de democracia! Tengo la impresión de que los votantes de la derecha se escandalizan menos que los de la izquierda por el dudoso comportamiento de sus líderes y acuden a votar con más fidelidad. Los votantes de la izquierda se quedan en casa y no votan cuando sus líderes les engañan con falsas promesas o copian los programas de la derecha. Hay muchos votantes que prefieren el original  a la copia.

A los líderes del centro izquierda y de la izquierda se les exige, y con razón, un comportamiento ético más ejemplar. No basta con prometer un programa. Hay que vivir personalmente de acuerdo con los principios de solidaridad y justicia que inspiran ese programa.  Demasiadas veces, el favoritismo, el nepotismo, el despilfarro del dinero público y la corrupción han presidido el comportamiento reprobable de muchos políticos de la derecha, del centro izquierda y de la izquierda. (Al nacionalismo lo incluyo, naturalmente, dentro de la derecha reaccionaria).

¿Por donde empezamos a desatascar la democracia? Quizás por dar ejemplo.

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