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Los Ros, gallarderos en Nueva York

Antonio Torres
Director Territorial de Canal Sur en Almería

Varias generaciones de almerienses están asentadas en Estados Unidos (22.000 españoles en Nueva York) desde  hace un siglo. Algunos, como los Guerrero, de Los Pinos de Bédar,  participaron en la construcción del puente de San Francisco. Un ejemplo lo representa Luis Ros Ortega (Los Gallardos, 1934), que se unió a su padre, Agustín Ros, hijo de peón caminero,  que desde los años veinte ya estaba afincado en Nueva York en la industria textil. Los primeros recuerdos de Luis Ros arrancan con la Guerra Civil en Los Gallardos: Asomaba por la calle un grupo de soldados franquistas anunciando que habían ganado la guerra y me acuerdo cómo el comerciante Cristóbal Gómez le gritó a mi madre que no levantara el puño porque podría haber problemas. Esa  tensión la tengo presente.

Los tiempos de hambre  le hicieron comprender las dificultades de la vida. En la escuela del prestigioso maestro Bartolomé Flores (el colegio de Mojácar lleva su nombre) aprendió a leer y escribir. Su infancia fue la de un niño que se entretenía con el cine que instaló en Los Gallardos su tía Edilia Ortega junto al electricista Domingo Barranco. Iba los sábados a Garrucha en busca de los rollos de las películas”, recuerda, “en bicicleta porque no había coches ni comodidades.  Con el dinero que remitía su padre desde Norteamérica le enviaron a estudiar el bachillerato a La Salle, donde consolidó una gran amistad por sus aficiones comunes con Ismael Payá Verdú (Ibi, Alicante, 1935),  fichado por el Málaga de Primera División y que  acabó en el Sevilla, en el periodo 1956-59. Eran  amigos y alumnos de Arturo Medina, el esposo de la célebre Celia Viñas. Luis  decidió dejar los estudios porque el álgebra se me atrancó y le dijo a su padre que quería trabajar. Su madre y su hermana Angelíca  le arreglaron la documentación en el consulado de Estados Unidos en Málaga. Si retrasaban el visado corría el peligro de entrar en quintas y se le prohibiría cualquier viaje al exterior. 

Voló hasta Nueva York en la compañía TWA, dado que en esa época no existía Iberia.  Su padre residía en el barrio neoyorquino de Jamaica, compartiendo piso con un ruso y un almeriense de Lubrín. Tenían electrodomésticos y buenos sueldos, cuando en España a un jornalero le costaba más el pan o el aceite que su trabajo diario. Comprendí que aquello era un sueño, otro mundo, rememora,  fui conociendo a exiliados de todo tipo y condición, los había que huían del comunismo ruso y otros perseguidos republicanos de España. Mi padre, por su talante abierto, era muy apreciado y conocía al general republicano Asensio, amigo de estudios de la Academia con Franco. pero, paradójicamente, no le dejaban regresar a España. Tuve el privilegio de establecer amistad con Miguel Moreno, sobrino de Fernando de los Ríos (Institución Libre de Enseñanza), quien se hizo representante de artistas y nos dio la posibilidad de asistir a conciertos de los personajes del franquismo como Lola Flores.

Otras amistades son de Turre, Sorbas, Bédar, La Huelga y el cirujano y poeta de Mojácar Miguel Sáez. Luis Ros reivindica la cultura andaluza del flamenco como patrimonio cultural de la humanidad y de hecho ha asistido a los conciertos de Paco de Lucía en Chicago y en Nueva York o la emoción de la invitación que hizo Plácido Domingo para cantar “Granada”  en un concierto solidario en la Plaza de la Independencia de México.

Ros se sigue emocionando viendo los progresos de España, pese a las dificultades del fuerte paro.  Ahora saco pecho viendo que el Almería  aparece en las pantallas y en los periódicos neoyorquinos. Se declara un luchador que se ha atrevido a la experiencia de correr el Maratón de Nueva York. Confiesa que nunca ha encontrado perfiles racistas y se muestra de que la lengua española se refuerza con el Nobel a Vargas Llosa, el autor de El sueño del celta, la historia de un personaje real, que verá la luz en noviembre. Thierry Henry, ex del Barça, ha llegado a declarar en el Daily News que en Europa todavía se ven pequeños brotes racistas pero que en Nueva York, para él,  no existe ninguno. Y así es, pero la pobreza también llena las calles donde los neoyorquinos no son tan expresivos como los andaluces”, ratifica Luis Ros.

Comenzó a trabajar en una fábrica textil, progresando en su actividad como ingeniero químico textil. En 1962 contrajo matrimonio con una hija de gallegos, María Nely Rodríguez, una persona muy integrada en Almería.  Las raíces nunca las hemos perdido y procuramos que nuestros hijos sigan los pasos. Luis Miguel es abogado y profesor. Está casado con una maestra, Lina, también de origen gallego, y el menor, Agustín, trabaja en Telecomunicaciones y viaja mucho por otros países como México por ser una persona muy cualificada. Esta casado con Ana, descendiente de alemanes. Estamos,  Nely y yo, orgullosos de  mi familia y los cuatro nietos que espero pronto vengan  a Los Gallardos.

Torres Gemelas
Luis Ros confiesa que lo más fuerte que vivió fueron los ataques terroristas a América. Fui testigo visual desde un puente y recordé las veces que las visité. El pensador Noam Chomsky ha afirmado que los terroristas atacan a los que consideran la fuente de sus agravios.  Ros asiste  a la polémica por el proyecto de construcción de una mezquita en las inmediaciones de las Torres Gemelas: Soy una persona tolerante, pero ese hecho no ayudará a la convivencia, sino que puede alimentar a figuras extremistas de ambos lados contra la paz, dice un hombre convencido de que el odio no conduce a ningún sitio. Recuerda como un ejercicio democrático sorprendente el haber asistido, gracias a la televisión, a los primeros debates históricos de la televisión  Kennedy-Nixon

Juez de Paz
La figura del juez de paz responde a la del hombre ponderado, que sabe escuchar. El padre de nuestro protagonista, don Agustín Ros Batista  (Los Gallardos, 1896-1976), tenía su casa permanentemente abierta a todos los vecinos, tras regresar al pueblo para disfrutar de la jubilación. En unos tiempos en los que apenas había tres o cuatro familias lectoras de periódico, la cochera de los Ros y de su familia, conocida popularmente por Las Mecas, era el punto de encuentro para leer y conversar sobre diversos temas. Agustín Ros, abuelo de Carmita y  de Juan Antonio Pelegrín Ros,  dio clases de familiaridad a todo el que pasaba por allí. La apuesta era por Abc y no por el ultraderechista El Alcázar o el franquista Arriba. Uno de los beneficiados fue este periodista, que podía leer las crónicas de grandes escritores como Josefina Carabias desde, precisamente, Nueva York.

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