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Intereses cruzados

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Le faltó tiempo a algunos dirigentes de organizaciones agrarias para saludar con un cerrado aplauso el nombramiento de la nueva ministro de Agricultura, Rosa Aguilar. Los motivos de esta eufórica salutación radican en el desconocimiento de la anterior titular del ramo que “no tenía ni puñetera idea de lo que es un olivo”. Aguilar, decían, sí conoce el campo y es mayor garantía y esperanza de recibir mejor trato del ministerio hacia los agricultores. Pasaron los días; pasaron las horas… llegó la decepción.

El exordio de su discurso político no ha podido ser más decepcionante: “el acuerdo con Marruecos no es tan malo”. Dicho lo cual, ahora hay que ejercitar el principal cometido que se propone este nuevo Gobierno: explicarlo. Aunque dudo mucho que se explayen en justificaciones razonables; sencillamente, no las hay.

El Gobierno quiere y debe apoyar el acuerdo con Marruecos. Son muchos e inconfesables los intereses cruzados que ya se ha comprometido. Hay que comenzar por decir que este apoyo a la firma del Convenio no cuenta con más discrepancia que la de una parte del sector; y, del propio sector, hay que hacer exclusión de los empresarios que ya tienen intereses radicados en Marruecos.

Poco se puede esperar de organizaciones empresariales como Cámara de Comercio y Asempal y entidades financieras retroalimentadas por el agro. No creo que abanderen las reivindicaciones y el blindaje que el agricultor almeriense reclama. Los intereses con Marruecos exceden de lo meramente agrícola y se instalan en otros nichos de mercado y oportunidades de negocio con rentabilidad neta más sugerente.

El Gobierno y los actores económicos tienen otros planes. La agricultura, para ellos, ha tocado el techo de las expectativas que durante decenios se las prometían felices. Sin embargo, las políticas aplicadas han sido erráticas, cicateras y jamás patrióticas. Nunca, a pesar de la importancia de Almería en la agricultura, se ha alcanzado el nivel de respeto que Almería se ha merecido. El problema radica en el propio sector, incapaz de encontrar una voz autorizada y respetada y, por otro lado, el desdén de los gobernantes.

En conclusión, el agricultor se encuentra con un juguete roto. La ministro nos va a meter de lleno en un mercado de competencia desleal y agravio comparativo.

Aguilar sabrá más de agricultura que su antecesora. Precisamente por ello, aplicará su sapiencia e inteligencia con mayor eficacia hacia los intereses que más le acucian.

Espero que se olvide el tabú de la cuota regional o el acento localista, así como el conocimiento o ignorancia de la materia ministrable.

Un tonto con iniciativa es un tormento. Un listo con aviesas intenciones, una pesadilla.
(noticiasdealmeria.com)

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