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Día del Libro: apuesta de futuro


Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor

Desde que comenzó la crisis sanitaria hemos vivido muchas situaciones extrañas, la próxima es celebrar el Día del Libro y la Rosa el 23 de julio con el objetivo de reactivar el sector del libro, de la cultura. El lema elegido para la campaña es “Todo empieza en una librería” , algo de lo que difiero, porque todo empieza en el escritor.


Uno de los imprescindibles cuando se habla de libros en este país, es Santiago Posteguillo y durante sus clases en la Universidad de Valencia, le pregunta a sus alumnos si podrían vivir sin escritores. A lo que muchos responden que sí porque por desgracia nuestros universitarios leen poco. Pero cuando empiezan a profundizar en la pregunta se sorprenden al descubrir que su vida sin escritores sería muy aburrida, ya que el cine, los videojuegos, las series que devoramos en las plataformas de televisión, no tendrían nada que contar. Los escritores, los contadores de historias, los narradores, son fundamentales en nuestra vida.

No quiero con este comentario, que copio de alguien que puede decir lo que quiera, que ya no debe demostrar nada a nadie, al que todo el mundo escucha atentamente, quitarle valor, afirmar que las librerías no sean importantes, ni las editoriales, ni las productoras o los cámaras que le ponen imágenes a un guión. Toda la industria es fundamental, no me cabe ninguna duda, pero mi intención es resaltar lo esencial del creador, del artista, que por desgracia es el peor valorado, el que menos porcentaje se lleva de las ventas de un libro, de un cuadro, del que apenas se habla tras el éxito de una película.  Crear desde la nada, imaginar sobre un folio o un lienzo en blanco, darle forma a una tosca roca de la montaña, o componer una melodía, es hacer magia. Aunque muchos pensarán que entre el mago y el trilero hay una fina línea, y que la magia es convertir una historia en euros,  que sin las ilustraciones de un cuento, sin las bonitas portadas, sin los técnicos de imagen, las historias solo serian un montón de palabras, ideas manidas repetidas hasta la saciedad, estructuras fáciles de recrear.

Sé que la mayoría no estará de acuerdo conmigo, y que después de mucho discutir llegaremos a la conclusión de que los unos necesitan a los otros, que todo es un trabajo en equipo, y que los que se llevan más tajada del negocio es porque arriesgan más, y como estamos en un mundo capitalista, así tiene que ser. El papel, el libro, las luces de la librería, los camiones de las distribuidoras cuestan más que la imaginación, que la creatividad, que la formación de una persona que solo necesita un folio y un bolígrafo para hacer su trabajo.

Dicen que las ideas no valen nada, que las hay a montones flotando en el aire, guardadas en los cajones, aburridas en un banco del parque. Que no eres lo que dices, lo que piensas, lo que sueñas, sino lo que haces. Por eso el Día del Libro tiene más repercusión que el día de los escritores, porque los que más ganan, las editoriales, las distribuidoras, las librerías, son los que arriesgan, y les da igual hacer o vender libros con faltas de ortografía, con imágenes repetidas en las portadas, con historias planas y plagiadas una y otra vez, porque lo que importa es vender, vender y vender. Tanto vendes, tanto vales.

Soy consciente, que esta queja, este lamento, el negocio del libro, es el reflejo del sistema en el que vivimos, muy similar a la agricultura, a la pesca, a la ganadería, a la artesanía. Vivimos en un mundo en el que los productores, los esenciales, los pequeños, los invisibles, son la base en la que se sustentan los grandes negocios, los que aprendieron que lo importante no es crear o producir, sino vender lo que otros inventaron y trabajaron. Siempre habrá otros que imaginen nuevas historias, que cultiven los campos o que salgan a pescar por ellos.

Si celebras el Día del Libro, no lo hagas comprando en Amazon, o en las grandes superficies. Entra en las pequeñas librerías de barrio, en las que te ofrecen presentaciones, cuentacuentos, actividades, donde te descubren autores locales. Quizás sea más fácil y barato comprar desde casa, pero recuerda que con cada una de nuestras compras hacemos una apuesta por el mundo en el que queremos vivir, por una economía local fuerte, por un pequeño comercio sostenible, por un mundo que no se paré cuando aparezca un virus.

No es un riesgo comprar autores locales en las tiendas de barrio, es una inversión, una apuesta de futuro.

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