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Aquellos recuerdos de mi infancia en Bacares

Manuel Zaguirre
ExSecretario General de la USO

El exsecretario general de la USO, Manuel Zaguirre, tiene en su pueblo natal, Bacares (su querido 'Soledades'), un lugar lleno de recuerdos. Un par de veces al año abandona su Cataluña de residencia para disfrutar del reencuentro con los años de su niñez, y es desde aquí, desde Bacares, desde donde escribe emotivos comentarios. Reproducimos el titulado "El tractor de la discordia en Soledades". El autor se reencuentra con el tractor que compró su padre y con el que él y su hermano hacían diabluras.

El tractor del recuerdo

Este es el último tractor que tuvo mi padre. Tenía una función fundamentalmente de transporte. Con él iba –íbamos a veces- a las fincas que estaban a cierta distancia de la casa de Soledades: El Pilarillo, El Llano, La Era Alta… Pero también solía labrar con él y acarrear almendras y otros productos en el remolque.

El tractor va asociado en mi memoria a mi padre, obviamente, y a un perrillo sin pedigrí pero más listo que el hambre al que mi padre llamaba indistintamente Rintintín o Torrebruno. En el primer caso era en abusiva alegoría con el famoso pastor alemán que pertenecía a un regimiento de caballería norteamericana en la serie televisiva que llevaba su nombre y que se emitió, en blanco y negro, en los 50 y los 60. En el segundo caso, como homenaje al cantante italiano de estatura no exagerada … Eran notables las broncas con el perrillo cuando yo lo desplazaba al remolque para ocupar su plaza en el asiento… Esa plaza junto a mi padre era muy codiciada pues te permitía guiar el tractor agarrando el manillar.

En una ocasión coincidimos en Soledades mi hijo Chema, que estaba allí con sus abuelos, y yo, que fui a pasar unos días o a recogerlo para volver juntos a Madrid. El caso es que librábamos, mi hijo y yo, un duro forcejeo a ver quién se hacía con el manillar. Por un momento, bastante habitual, teníamos la misma edad y los mismos instintos infantiles. Mi padre, su abuelo, que iba en el centro del asiento, paró el tractor y se dirigió muy solemne a Chema: “Chema, hombre, un poco de madurez, déjale el tractor a tu padre que él también tiene derecho a jugar …”.

Chema puso aquellos inmensos ojos de sorpresa propios de cuando no entendía algo (Aitor hace lo mismo) y yo desistí de luchar por el manillar, del que Chema se enseñoreó enseguida, a la vista del sarcasmo de mi padre … Obvio es decir que mi hijo tenía 7 años y yo 36…

Cuando mi padre se fue, en plenos fastos del 92, mi madre tuvo que vender el tractor a un señor agricultor de aquí, muy buena persona y que lo conserva impecablemente.

Algunos atardeceres, cuando vuelvo de mi paseo diario, encuentro el tractor aparcado muy cerca de la casa de Soledades, a la entrada del pueblo, por la calle del Bosque, y tengo la intención refleja de darle las buenas tardes o comentarle algo sobre los buenos ratos que nos hizo pasar a tres generaciones de Zaguirres… Pero no lo hago porque los tractores no piensan, no sienten, no hablan … ¿O sí?.