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Abderita, una calderona varada

Mar Verdejo
Ingeniero-Paisajista

Abderita llegó exhausta el domingo por la mañana en un día ventoso de poniente a la playa del Carboncillo, en Adra. Apenas se le pudieron ver sus ojos grises intensos. Los cerró para no volver a abrirlos. Poco a poco se fue dejando, mecida entre los abrazos de los voluntarios. No paró de mover la cola, como si estuviera nadando en los confines oceánicos, quizás soñaba con mares profundos junto a su manada. Abderita era un mamífero marino que vivía entre nosotros, era una vecina más. Nuestros mares están llenos de vecinos increíbles y fascinantes, y apenas sabemos de ellos. Rorcuales y cachalotes que van de paso, normalmente en solitario. Delfines listados, comunes y mulares, en manadas, son juguetones y saltarines. Sifios de Cuvier, tímidos e huidizos, y calderones comunes y grises. Estos últimos, como Abderita, son muy curiosos, observan el entorno, se acercan a las embarcaciones y miran a las personas. Iincluso puedes llegar a preguntarte: ¿quién observa a quién?

Debemos de tener más conciencia medioambiental y conocer más nuestro medio marino, cómo es su forma de vida, cómo interaccionamos con nuestras actividades y por qué enferman. Sólo con el conocimiento y el estudio del mar será posible. Promar, programa en defensa de la fauna marina, sin tener casi medios ni dinero, consiguió con más de cincuenta voluntarios hacer los turnos necesarios para que la calderona pudiera respirar, y que no se deshidratara más, durante dos días intensos llenos de esfuerzo. Había que mantenerla en posición de natación en todo momento. Las primeras horas se hizo a peso con una camilla. Después idearon un sistema para mantenerla a flote entre dos lanchas, con una lona que la protegiera de los rayos del sol. La mantuvieron tranquila, soñando que surcaba mares. Eva, la veterinaria de Promar, junto con el equipo que vino desde el parque Selwo la hidrataron, la analizaron, y se desvelaron por ella. Cuando terminó todo, desde Canarias vino un equipo para estudiar qué le había pasado. Venía llena de parásitos enormes. Seguramente, cuando los animales se debilitan, los parásitos ganan la batalla. ¿Pero qué les debilita? Los humanos tenemos mucho que ver en ello, lo que más les afecta es la gran presión medioambiental que estamos haciendo en nuestros mares. La contaminación acústica y los vertidos de aguas residuales, los que provienen de nuestra agricultura intensiva por el exceso de insumos como pesticidas y fertilizantes. La ingestión de cuerdas, plásticos y otros residuos. ¿Qué podemos hacer entonces nosotros para que la convivencia con nuestros vecinos sea lo más amable posible? Tenemos que tomar conciencia de todo lo que estamos echando al mar, y de cómo nuestras actividades cotidianas afectan a la salud del mar y de todas sus criaturas. Por supuesto, todas son subsanables, y todos, aunque sea un granito de arena, algo podemos hacer.

Viviendo tan cerca de la costa, y teniendo a estos vecinos tan especiales, deberíamos saber cómo tratarlos en estos casos de emergencia y qué atenciones hay que hacer al principio del varamiento. Promar realiza durante todo el año cursos y talleres para que sepamos qué debemos hacer con los cetáceos y con las tortugas marinas, además de divulgar cómo son sus formas de vida. Pero por si acaso estamos dándonos un baño, y nos necesita uno de nuestros vecinos, debemos mantener al animal con espiráculo (agujero por dónde respiran) hacia arriba, y al animal mirando hacia el mar e intentando que se quede allí, hasta que lleguen los equipos de Promar. El animal debe de estar tranquilo, por lo que debemos de evitar que los curiosos se aglomeren impidiendo, además, los fuertes ruidos. Como curiosidad a algunas especies les tranquiliza que les silben e incluso a algunas que les canten.

Me cuesta dársela, pero mi madre va a empezar a tener razón: las casualidades no existen. La joven calderona no se encontraba bien, y pensó: ¿dónde me pueden cuidar? Y se dirigió allí dónde viven Rosa y Paco, de Promar. Les llamó a la puerta, les esperó paciente en las arenas para decirles que no se encontraba bien, que los necesitaba, que agonizaba y no sabía por qué, que necesitaba de sus cuidados y de sus mimos, y allí entre sus abrazos se dejó el último aleteo.

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