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El general sí tiene quien le diga

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Existe cierto empeño en separar a la sociedad civil de otros estratos de mayor concreción en el ejercicio de su actividad o desempeño de funciones especificas. Esto ocurre con la sociedad eclesial, militar… y política. Son los propios políticos los que se han auto clasificado al margen de la sociedad civil creando un cuerpo corporativo que goza de un régimen especial, a pesar de resultar una extracción de la sociedad a la que dicen representar y sobre la que legislan, administran y orientan hacia glorias o desgracias.

Julio Rodríguez
La sobreactuación de la nueva política y de los nuevos tiempos, en su afán por aparentar novedad y revulsivo, ha caído en arcaicos gestos de endógenos aldeanos y selectiva xenofobia [miedo a los extranjeros (intrusos)]. El discurso universal, renovador, abierto, transversal, progresista… y toda la nueva jerga impostada sucumbe ante la fuerza centrípeta que les hace girar, sin posible expansión, en un vórtice de involución y culto a la mediocridad que se alerta y precave ante novedosas y valiosas aportaciones que vengan a disturbar la normalidad de las pretendidas satrapías locales que mantienen cierta estabilidad en los nombramientos, promociones y privilegios debidos, en la mayoría de los casos, a una buena sintonía con los órganos superiores en ámbitos provinciales, regionales, nacionales o federales. O sea, tan nuevo como los gobernadores (sátrapas) persas, virreinatos ultramarinos, pretores del Imperio Romano o taifas del califato. Y no entiendo por qué la realidad civil no se corresponde con el proceder en ámbito político.

Vean algún ejemplo. Si la gerencia de la empresa ficha a un prestigioso CEO o brillante gestor en marketing para impulsar las ventas y el crecimiento de la compañía, entiendo que se alarmen los más vagos y menos preparados que podrían quedar en evidencia ante sus propias carencias; en ningún caso este revulsivo incomodaría a los empleados comprometidos con el proyecto empresarial, convencidos de sus propias potencialidades que serán reconocidas por un gestor inteligente que les promocionará por sus logros y esfuerzos.

No concibo que Sergio Ramos, Camas (Sevilla), hubiese clamado a bríos ante la llegada a la plantilla merengue de un extranjero tal que el madeirense Cristiano Ronaldo. Tampoco veo a Piqué, Barcelona (España, muy a su pesar), barritar contra el fichaje del rosarino Messi. Se supone que el equipo tiene la función de reforzar sus posiciones de ataque, reparto de juego y defensa para la obtención de resultados y beneficios para todos. Lo mismo que hacen las empresas al disputarse jefes de ventas o ejecutivos de la competencia para obtener ventaja ante el mercado.

En política, y, especialmente en la izquierda, las injerencias en los nucleolos catetos o la presunción de renovación resulta turbador, y la escenificada aceptación oculta un profundo sentimiento refractario.

Izquierda Unida en Almería recibe en armas tomar a un paracaidista, aviador de indiscutido currículo profesional. Y anteponen lisérgicas condiciones de ingreso a filas: que renuncie a su uniforme como hombre de la guerra, repudie a la OTAN y casi escupa sobre la bandera que juró. Todo un rito de iniciación tribal para un carísimo ingreso en las huestes comunistas con tan acreditada costumbre de repudio por los empleos y uniformes militares. De repente, a la izquierda le entra el sarpullido del militarismo uniformado. Sin embargo, en sus interminables contradicciones, adoran y recuerdan los becerros uniformados de los gloriosos comandantes Che, Maduro, Fidel, Vo N. Guiap, Alexandru Visinescu, Lenin, Stalin, Kim Jong-II, Jaruzelski… la lista es interminable. En el ventrículo rojo siempre hay espacio para la insignia, el panfleto y el uniforme.

Lo cierto en todo este espectáculo es que los camaradas resultantes de una reciente confrontación (20D) han de hacer como ocurre con una OPA hostil, absorción, fusión con dominio, mayoría accionarial… o a resultas de unas elecciones en la que Podemos enseña el advenedizo músculo a los castizos comunistas que se baten, con inútil y escabroso brío, en la derrota final.

Bien es cierto que los zapadores de Podemos no han tenido gran problema para allanar el avance al paracaidista Julio rodríguez. El pasado miércoles a 09:00 UTC el general determinó que se le garantizara una cota a ganar con garantía o en horas PM se retiraba a sus cuarteles de invierno. Magnífica convicción y gallardía para afrontar una conflagración abierta e incierta.  Julio no afronta junio con el bagaje de diciembre.
Se pertrecha de cobertura y potencia de fuego que, ahora, se convierte en cruzado, amigo y preventivo desde las trincheras que cercan la fortificación con graneada villanía en el discurso.

Esto sólo ha sido el prolegómeno, la bala trazadora que antecede al fuego real. El aparato de IU en Almería tiene el terreno suficientemente prospectado para desplegar la estrategia silente de la zapa guerrillera. Nadie mejor para instilar el armamento capilar que impregne la campaña de francotiradores, sabotajes, emboscadas… Otro momento inolvidable para el general que conocerá las tácticas extra académicas que, en ocasiones históricas, han cambiado el destino de grandes batallas. Y es que hay una fuerza explosiva mayor que la pólvora: el odio. Y aunque no es africano, Almería está más cerca de África que Zaragoza.