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Con el pulgar levantado

Isabel Morillo
Jefa de Andalucía de El Correo de Andalucía

Juan Manuel Moreno Bonilla tiene un tic. No hay foto en la que no salga con el pulgar levantado, ese gesto tan de emoticón de Whatsap, y con una amplia sonrisa en el rostro. Dicen que el flamante presidente del PP andaluz es así, puro entusiasmo y jovialidad. Pero lo que todavía está por ver y demostrar es si solo con ese caudal arrollador de simpatía y ganas va a poder conseguir todos los retos que tiene por delante. Porque de momento más señales que esas no ha dado.

Juan Manuel Moreno
El primer reto no es, como insisten machaconamente en el congreso que los populares celebran en Sevilla, ganar el Gobierno andaluz. Ese es casi el objetivo imposible de un partido que lleva 32 años de travesía del desierto, con ocho derrotas en las elecciones autonómicas y solo una amarga victoria que no le valió para gobernar y desmoralizó a la tropa. El primer gran objetivo del malagueño Moreno Bonilla es hacer equipo, recuperar la unidad del PP andaluz de la que gozó Arenas, en los últimos tiempos de encuestas a favor y loas al líder, y ganarse su liderazgo en un partido dividido. Moreno Bonilla no tiene poder institucional. Y tampoco tiene control orgánico sobre la organización andaluza. No es parlamentario. En el PP los más veteranos le recuerdan que no puede utilizar la fórmula de Arenas de aquí ordeno y mando. Necesita un diálogo más horizontal con quienes tienen de verdad el poder institucional del partido. Los alcaldes serán clave. Tiene que repartir cargos para todos. Así ha hecho su dirección. Tiene que convencerlos. Y trabajan además con una hipótesis cada vez más extendida en las filas populares, la idea de que Susana Díaz convocará elecciones a final de año, después de las europeas y antes de las municipales. El PSOE, según las encuestas, sería la primera fuerza política y el PP andaluz, por orden de Moreno Bonilla, va a trabajar a seis años vista, para las próximas autonómicas. Eso sí, con el pulgar arriba, con optimismo aún sabiéndose perdedores.

Lo interesante del congreso del PP andaluz no está en el escenario, donde todos se rasgan las vestiduras llamando a la unidad. Lo auténtico está entre bambalinas, donde hay rostros circunspectos, dirigentes preocupados por la deriva de los acontecimientos, ganadores que se pavonean de que siguen conservando poder interno o ganando espacios, vencidos que se quejan amargamente del mal pago que le ha dado el partido tras año y medio lidiando con un PP sumido en la depresión, donde Juan Ignacio Zoido no ha sabido o no ha querido ser más que un líder interino, aguantando el tirón sin horizonte.

Componer todo eso, darse a conocer, labrarse un discurso en la oposición, lograr rostros nuevos y mensajes novedosos que logren erosionar a la candidata Susana Díaz y agrietar la alianza PSOE-IU es una misión difícil. Recomponer al PP es casi también un milagro si se mira como está ahora mismo. El arranque de Moreno Bonilla no ha sido fácil. Pese a su arrojo, no ha podido dejar de dar la impresión de que en el último minuto le han dado un empujón y lo han lanzado al ruedo. Ayer tuvo una oportunidad en su discurso y no ofreció nada distinto, solo ganas y entusiasmo. Y así, en plan torero se ha lanzado el secretario de Estado a la faena, con agujeros en un discurso improvisado. Es normal que haya cometido errores. Ha aprovechado el tirón y se ha sometido a una sobreexposición mediática de la que no ha salido indemne. Ha salido a la luz que ha falseado su currículum, que ha cobrado sobresueldos, se ha puesto de perfil en temas tan espinosos como el aborto, ha dicho que en Andalucía iba a perder calidad de vida y se ha subido a una noria de frases hechas, algo huecas y muy similares en la melodía a las de Javier Arenas: «Me muero por ser presidente», «Tenemos el toro en suerte», «Estoy eslomao a palos»…

El líder popular quiere modernizar al PP andaluz. Llevarlo al centro. Acabar con la imagen del señorito que tanto ha labrado, con éxito, el PSOE. ¿Y cómo se hace eso sin hurgar heridas o levantar ampollas? No se sabe. De momento ha hecho una ejecutiva de equilibrios, con rostros jóvenes pero que no se sabe cómo va a funcionar y en la que Málaga tiene mucho poder, con Elías Bendodo como líder en la sombra. Moreno tiene que hacerse muchos kilómetros, darse a conocer, buscar mucho foco, forjar un discurso de oposición con algo más que la corrupción, la soberbia socialista o el paro, cargar con la gestión del Gobierno de Rajoy, con medidas tan contestadas y dañinas para Andalucía como la reforma laboral, darle la vuelta como a un calcetín al grupo parlamentario popular, sacudir a un partido anquilosado y acomodado, casi resignado, en la oposición regional.

Y todavía no se sabe si más allá del pulgar levantado de Juanma, de su entusiasmo y de sus ganas hay partido, hay nivel y hay liderazgo. Ahí está su particular Cabo de Hornos que diría Rajoy, su mentor, y de si le acompaña el buen tiempo o lo castiga el oleaje y la tempestad interna. Ayer prometió el cambio. Ahora tiene que conseguirlo. Es simpático, gana en las distancias cortas, tiene fuerza y energía, consiguió que ayer casi todo el PP vistiera vaqueros pero necesita más que el dedo en modo ok.

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