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A propósito de la muerte del poeta Leopoldo María Panero

María Natividad
Blanco

Hace un tiempo, de madrugada, le escuché a un señor anónimo que llamó a un programa de RNE una de esas historias apócrifas sobre poetas, santos y artistas pop en general que me gustó mucho. Aseguraba el oyente que García Lorca, viéndose arrebatadamente atraído por un gitano en una de aquellas noches borrachas de jazmín y azahar del Albaicín, allí, en un oscuro callejón y sin mediar palabra, le practicó al joven una fellatio de las que hacen historia.

Leopoldo María Panero
(Foto: revistadeletras.net)
Cuando acabó la faena, los amigos del poeta le amonestaron cariñosamente. ‘Pero hombre, Federico, cómo haces estas cosas aquí, en plena calle’, le dijeron. El poeta les respondió con algo que por el tono de voz que empleó el narrador debemos tomar como unas palabras de gran simbolismo y hondura poética: ‘Es que he visto dibujada en su pecho la luna de plata’.

Algunos comentarios que he leído estos días en las redes en torno a la muerte de Leopoldo María Panero me hicieron recordar esta historia. Se muere alguien o queda fijado en el imaginario colectivo definitivamente y al instante las anécdotas reales empiezan a cruzarse con otras que no lo son tanto, con frecuencia mucho más interesantes.

El habitual conocimiento profundo de la obra nunca es suficiente, según parece; necesitamos ensancharla, hacer el recorrido por los lugares santos, visitar casas-museo, restregarnos las reliquias de probados poderes apotropáicos por el cuerpo. Tantas referencias se han hecho, por ejemplo, a la incontinencia urinaria del santo poeta loco que su colega el poeta y humorista hipertextual Camilo de Ory escribió en su muro de Facebook : ‘Aprovecho para decir que yo conocí a un Panero pero que creo que no al mismo que vosotros porque no se meó encima ni nada’.

Uno de los que mencionó el asunto fue el joven novelista murciano Juan Soto Ivars: ‘Si digo que quien llore la muerte de Leopoldo María Panero es un hipster descerebrado no es porque me parezca que Leopoldo era un mal poeta. Tuve varias ocasiones de ver a Leopoldo María Panero y para hablar (es un decir) con él. En los últimos tiempos lo vi en un recital donde se meó encima, y le vi desamparado mientras el público entregado llamaba genio a un hombre deshecho’.

Estos comentarios de Soto Ivars indignaron a muchos (supuestos) amigos del poeta. Entresaco este comentario de la bellísima bailarina de danza oriental Laura Navajas del muro de Soto: ‘Él fue una víctima, de sí mismo, del mundo, de su genio, de su familia, de la instrumentalización salvaje del arte. Él sólo quería ser amado sin ambages. Yo lamento la pérdida de mi amigo, muchísimo’.

El periodista Diego Manrique menciona un documental en el que Carlos Ann y Enrique Bumbury, que parecen una especie de vampipopes metrosexuales de visita en el zoo a la espera de que el bonobo se la machaque, filman una estampa del santo poeta y este les devuelve el favor por los refrescos cantando Vuela alto, de Julio Iglesias, como una fan roquetera cualquiera. Del muro de Manrique extraigo este comentario de José Navarro: '(…) su padre, Leopoldo Panero, era poeta, falangista de Franco, alcohólico y cabroncete y, que, con ese precedente, es más fácil estar loco. (…) recordaré esta anécdota, esos alumnos haciendo pellas y pagándole cervezas en una venta como La del Fraile, cerca del Hospital de Mondragón, tan sólo para escuchar a Leopoldo, para oír su letanía confusa y brillante de alma pura que, por momentos, se creía Nietzsche'.

Manuel Vilas, en su artículo El desdichado, publicado en El Mundo, escribe: ‘Se destruyó a la vista de todos, exhibió su acabamiento en público. Muchos lo jalearon. Yo no,  nunca. A mí siempre me dio pena, una compasión respetuosa. Tenía lectores y fans, ese tipo de gente frívola que gusta que su artista preferido esté loco y sufra mucho. Yo sí hubiera envidiado ser Lou Reed. Ser Leopoldo María Panero, jamás’.

Y finalmente Luna Miguel escribe en Playground: 'Adiós al protagonista de El Desencanto, se lamentan unos. Con él desaparece uno de los apellidos más importantes del mundo de la literatura, escriben otros. Mierda mierda mierda mierda, joder mierda, puta mierda. #LMPanero'.

Podemos estar contentos: por fin la literatura española alcanza la madurez pop, crea iconos (si bien es verdad que a imagen y semejanza de los iconos de escritores, poetas y músicos perdedores de la Beat generation para adelante) y los fija. Pero aún son muy pocos los que mueren jóvenes para tener un bonito cadáver, los que se malogran entre drogas y alcohol y lo escriben, los suicidas, los que pierden su salud mental, los asesinos en serie… Necesitamos más grandes artistas, músicos y poetas que sangren, mueran, se orinen encima, maten por su arte y se inmolen en el escenario y menos narcisistas, miraombligos y llorones, por no hablar de cansautores, plagiarios e impostores que no voy a nombrar por no poner en un brete a mis editores…

O eso o cambiar de paradigma. ¿A nadie le interesan iconos de la categoría artística de Manolo Escobar, que inmolaron sus bienes, ganados con su sudor y su talento a lo largo de toda su vida, en una fábrica de pantalones en plena Transición? ¿A nadie le interesa su colección de arte? ¿A nadie le interesan sus contactos con lo más granado de la escena artística, filosófica, literaria y musical internacional? ¿A nadie le interesa de verdad alguien que fue el primero en cantar poemas de Panero? ¿Sabían acaso que Manolo Escobar y Leopoldo María Panero se conocieron?

Manolo Escobar llegó a musicar y grabar
'Contra España y otros poemas no de amor'
Pues sí, así fue. Los presentó el polifacético artista Jaume Plensa en Barcelona. Fue a finales de los ochenta, pero no recuerdo exactamente la fecha precisa. Lo que recuerdo claramente es lo que allí ocurrió. Manolo le preguntó a Leopoldo María si él también pintaba. No, le contestó, yo quiero ser poeta como mi padre (sic). La respuesta le sorprendió tanto a Manolo que soltó una de aquellas carcajadas suyas que alegraban a la comarca España entera.

Panero comenzó entonces a cantar, si no me equivoco, La Niña de fuego, de Manolo Caracol, pero a pesar de los espantosos sonidos que emitía el poeta y una vocalización más bien consonante se podía apreciar claramente que la versión que escuchaba habitualmente era la del genio de Las Norias. Manolo Escobar, que siempre tuvo un gran ojo clínico para detectar talento, se fue interesando cada vez más por unos poemas que más tarde aparecerían en el poemario Contra España y otros poemas no de amor, que Manolo llegó a musicar y grabar, pero una discusión sobre el título del disco (que se iba a llamar España y otros poemas de amor, imposición de la disquera Belter) acabó con el proyecto, varias escupideras bolladas y unos loqueros con muy malas pulgas dándole dos hostias al poeta.

La grabación está hoy día en manos del presidente de la Federación de Escobaristas pendiente del visto bueno de los deudos de ambas partes para ser publicada en un libro-cedé.

5 comentarios:

  1. Soy la madre de la chica que aparece en la foto. Mi hija no se llama Natividad ni ha escrito este texto. Por favor, retiren la imagen. Gracias.

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    1. La Opinión de Almeria10/3/14 21:54

      Puestos en contacto con la autora, insiste en que la foto corresponde a su persona. Si lo desea puede alegar cuanto crea conveniente a través del Mail de La Opinión de Almeria.

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  2. ¿Puede colocar otra foto de ella para que podamos apreciar el parecido, amiga Lourdes? Gracias.

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  3. ¿Cómo se llama?

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  4. José Manuel10/3/14 21:36

    ¿Es usted la madre de la artista? ¿Puede presentarse ella?

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