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Parking Obispo Orberá: el sueño del dinero

Miguel Iborra Viciana
Vicepresidente de la Hermandad Virgen del Mar

Quizás la mejor manera de empezar esta crónica sea con lo que escribió la arabista Soledad Gibert: Todos los que llegan a Almería sienten alegrarse su corazón. Y y esto es precisamente lo que me sucede a mí también. Me alegro mucho cuando leo en el diario El Mundo: Almería es una de las urbes más pujantes y atrevidas del sur español. Esa es al menos una esperanza a la que yo no quiero renunciar, porque es un hecho incuestionable que todo evoluciona con el devenir del tiempo, pero me sigue sorprendiendo que Almería capital siga conservando algunos usos y costumbres, y las ya famosas “cosas de Almería”.

Lamentablemente, no somos la capital más afortunada en servicios y calidad de Andalucía, pero ello no impide buscar motivaciones y adecuar las instalaciones a la realidad social actual. Esto se llama evolución. Y actuar en consecuencia se entiende por responsabilidad social, incluso, me atrevería a afirmar, que hay que llevar a cabo una estrategia de anticipación.

El caso que nos ocupa es el siguiente. Soy almeriense -como el que más-, aunque mi residencia habitual es Madrid; discapacitado físico, deambulo con dos muletas y un aparato ortoprotésico que cubre pie y pierna hasta la cintura. Además en la actualidad estoy afectado, según juicio clínico, de Lumbociatalgia en paciente con polio. Contractura paravertebral y conalgia. En este contexto, el pasado día 24 de marzo, sobre las 16,30 aparco mi vehiculo en el parking Obispo Orberá, planta segunda, exactamente debajo del ascensor -mi único medio de movilidad- con salida a la Puerta de Purchena, y fue en la planta segunda porque lamentablemente no están informados los aparcamientos para personas con movilidad reducida – no digo señalizados, sino informados-.

Sobre las 24,50 horas un taxi me deja en la puerta del citado ascensor y cuál es mi asombro que no funcionaba, ni existía información alguna de los motivos, pero en medio de un clima intolerable de incertidumbres y desasosiegos, doy la vuelta y en los cristales del acceso peatonal por escaleras hay un papel pegado -no unas normas de utilización y uso- que indica que a partir de las 23 horas el único acceso abierto es el que está junto al mercado. Recordando la frase de Nisargadatta Maharaj “tú no eres lo que sucede, sino aquel a quien sucede, quisiera destacar lo difícil y complejo que me resultó llegar hasta el acceso del mercado, y aunque me cuesta expresarlo ¡Sorpresa y premio!

La sorpresa: El ascensor también estaba bloqueado. Un amable matrimonio, con plaza en propiedad, al ver mi estado de desesperación intentaron abrir el ascensor con su llave, pero fue imposible. Mi cabeza era un hervidero de interrogantes por la negligencia de una información inexistente, por el acceso del ascensor bloqueado, por tener que bajar a pie o a rastras dos pisos y luego recorrer el largo trayecto hasta mí vehiculo.

El premio: Entiendo que no debo hacer más hincapié de todo cuanto sufrí y el empeoramiento de mi estado físico, dado que los lectores son personas inteligentes, pero paso a paso y peldaño a peldaño bajé hasta la planta segunda. Allí, desconcierto y estupor, sólo había camiones y escombros. Mi situación comenzaba a ser insostenible. No me pregunten cómo pude subir de nuevo aquellas -para mí- interminables escaleras, pero si pregúntenle a los responsables de ese mezquino y peligroso parking, porque no anulan esta bajada a la segunda planta para los usuarios, también, por la actitud pasiva, escasa capacidad de intervención y nula generosidad de los dos empleados. De nuevo nos encontramos con esta practica, lamentablemente muy frecuente en estos tiempos, de que todo vale, pero en esta ocasión nos enfrentamos con una situación muy distinta. Yo ejercitaré acciones legales porque este servicio público no cumple las leyes vigentes para usuarios discapacitados, ni en accesos, ni en información, “ni en ná de ná”, para acabar antes.

A quien corresponda, ya podéis espabilar, la sintonía de la empresa con el cliente es esencial para avanzar, ahora estáis ganando muchos euros, pero perdiendo dignidad como personas. Os lo digo con ánimo ilusionado, no es bueno ir contracorriente. Yo os podía asesorar cómo hacer bien las cosas, pero profesionalmente mis honorarios son muy elevados y vosotros, por lo que percibo, sois unos rácanos y unos peseteros y lo mismo entendéis que se trata de un gasto suntuario e ineficaz. A pesar de ello, me ocuparé para que lo hagáis por ley, porque ya está bien. Han transcurrido casi seis años desde la inauguración y al parecer pretendéis asentaros eternamente en la desigualdad extrema y la injusticia. ¿A qué esperáis para poneros al día,/ una subvención de la Junta de Andalucía?, perdón por el pareado.

Yo, que escribo donde el azahar ya ha florecido y como no está nada claro vuestros momentos de crisis y para despertar vuestra conciencia, os informo que el coste de la tintorería del traje ya está pagado, pero lo que no os puedo dispensar es el empeoramiento de mi estado físico y de salud, o que esto mismo le pueda suceder a otra persona con movilidad reducida. Después de lo descrito, ningún lector se extrañará que escriba de nuevo sobre el mismo asunto, pero hay ciertas cosas que es mejor dejarlas muy claritas. Esta ha sido mi Cuaresma de camino a la Pascua. ¡Que sea lo que Dios quiera!

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