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El Algarrobico como emblema ecologista

Agustín de J. Muñoz Soler
Comentarista político

El grupo ecologista Mojácar se Mueve ha arremetido contra el alcalde de Carboneras por promover la legalización del hotel El Algarrobico sin reparar que hace un año defendía su derribo sin que ningún grupo ecologista le aplaudiera. Archiconocida es mi posición respecto al hotel El Algarrobico, respecto del que vengo sosteniendo en la soledad, sin temor a ser desmentido, que su controversia viene motivada por estrictos intereses políticos. El Algarrobico se había convertido hasta hace un año en un arma política arrojadiza contra el PSOE por parte del PP, y en estos momentos es el PP-A el principal aval que tiene el hotel para abrirlo.

En mi opinión existen razones contundentes para su puesta en funcionamiento como magno centro hostelero. A estas alturas resulta la inviabilidad de retroceder a su estado original por razones económicas y por la revitalización social y económica que supone para el municipio, que aumentaría de completarse el proyecto inicial y que hoy parece fuera de lugar.

El respeto siempre ha sido un valor destacado en mi escala, del mismo modo que la coherencia. Digo esto porque el movimiento ecologista no es una plataforma para dar cumplida respuesta a las ambiciones personales en las que parecen haber derivado algunos grupos ecologistas. Por tanto no solo el respeto sino mi admiración por la persona cuyo comportamiento está inspirado en la filosofía ecologista, pero mi más severa crítica para quien utiliza al movimiento ecologista desde cualquier formación de esta índole como plataforma de promoción personal. Y en este sentido me llama poderosamente la atención que el movimiento ecologista se haya fijado en el hotel El Algarrobico hasta convertirlo en emblema ecologista y se haya olvidado de auténticas atrocidades urbanísticas en la zona, empezando por la construcción del macroproyecto urbanístico en el entorno de la Iglesia Parroquial de Mojácar, que ha contado con las mismas bendiciones legales que El Algarrobico por parte del Ayuntamiento en que se haya enclavado y de la Junta de Andalucía, pero sobre el que un sepulcral y sospechoso silencio lo envuelve para regocijo del PP-A.
En contraposición, al hotel El Algarrobico, el macroproyecto urbanístico en el entorno de la iglesia Parroquial de Mojácar limita todo desarrollo social y económico local y puede ser catalogado, sin pecar por exceso, de atentado contra la Historia de Mojácar y la peculiaridad urbanística de Andalucía por lo que bien merecería ser catalogado el casco urbano en el que se ubica como de interés cultural mundial del mismo modo que se hizo con El Albaizín en Granada.

No tengo constancia de que ningún grupo ecologista de los muchos que ronronean por el Levante almeriense haya criticado con la misma perseverancia y acritud esta macrourbanización urbanística en la cúspide de la colina en que se ubica el casco urbano de Mojácar. Bien es cierto que en el período inicial de su tramitación se alzaron voces constituyendo una Plataforma Vecinal que convocó una concentración con cierto éxito, pero desde entonces nada se ha vuelto a saber de ella. Además, la controvertida alcaldesa, del PP por ende, resultó relegida por amplia  mayoría absoluta y es lo que ha servido de excusa para justificar el intolerable y tupido velo sobre este complejo urbanístico cuyo presupuesto inicial ha sido ampliado recientemente sin mayores inconvenientes para regocijo de sus promotores.

Regodearse en El Algarrobico e ignorar el casco urbano de Mojácar me supone un nauseabundo ejercicio de cinismo político, totalmente compatible con la sociedad sin valores en la que nos hallamos inmersos y la profunda crisis moral que la sostiene. No llego a entender la pasión por el hotel El Algarrobico cuya puesta en funcionamiento puede, a buen seguro, solucionar el modo de vida de los carboneros y las carboneras, y se mire para otro lado cuando el complejo urbanístico de  Mojácar supone la ruptura de la sintonía de su casco urbano que es el principal atractivo turístico del Levante Almeriense y sin parangón en la geografía peninsular.

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