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Griñán en su laberinto

Juan Carlos Blanco
Director de El Correo de Andalucía

Se acabaron las interinidades, los tiempos muertos y los de los abrazos y felicitaciones por el acuerdo alcanzado. José Antonio Griñán ya es presidente de la Junta de Andalucía a todos los efectos, con Diego Valderas ejerciendo de escudero principal en un gobierno de coalición que hubiera sido absolutamente previsible de no ser por el nombramiento como consejera de la Presidencia de Susana Díaz, quien suma a su poder en el partido el que le otorgará su firma en tantos y tantos nombramientos que habrá de hacer en el aparato político de la Junta.

Ahora falta lo más importante: enterarnos de una santa vez de cómo demonios piensan lidiar con una tarea tan peliaguda como la que se le viene encima al Consejo de Gobierno andaluz que arranca sus reuniones este martes. Un interrogante que no se despeja con frases repintadas con buenas palabras como las que destilan los acuerdos programáticos ni con discursos grandilocuentes en los estrados del Parlamento andaluz.
PSOE e Izquierda Unida han pactado líneas, propuestas y leyes cargadas de intenciones casi celestiales, pero de eso no se vive. Ahora toca combinar la teoría política con la acción, que es lo verdaderamente difícil cuando las arcas están vacías, está gastado el presupuesto de este año y casi del que viene y encima no te dejan embarcarte en operaciones de endeudamiento para la financiación de los servicios que se prestan a los ciudadanos.

El desafío es inmenso, el margen de maniobra es muy estrecho y cada día que pasa se aminorará aún más si Rajoy sigue imbuido de su espíritu recortista en este empeño kamikaze de recortar estruendosamente el déficit a costa de la salud física y mental de los españoles.

Muchos dicen que, en esta tesitura, ha llegado la hora de la política y de confrontar modelos que demostrarán desde Andalucía que hay salidas a la crisis que no pasan por el desmontaje exprés del modelo social. Estoy de acuerdo en lo sustancial, pero si se agrega una enmienda adicional: lo de confrontar los modelos está muy bien, es legítimo, indispensable y queda como que muy democrático, pero los ciudadanos lo que reclaman no son más peleas de gallos en los telediarios a ver quién grita más y mejor, sino soluciones prácticas.

La confrontación tiene sus tiempos y será inevitable, pero no puede erigirse en el principal elemento del debate político ni centrar las actuaciones de Griñán en San Telmo. Algo que hay que recordarle al presidente y su equipo, pero, sobre todo, a sus contrarios, a esa pléyade de dirigentes nacionales del PP incapaces de interiorizar su derrota en Andalucía y que nos siguen considerando en sus titulares de trazo grueso una tierra de despilfarradores dispuestos a derrochar el dinero de todos en beneficio unos pocos.

Pero lo dicho, asumiendo que el Gobierno central no ayudará sino todo lo contrario, ahora no vale con decir que otra salida a la crisis es posible, sino de demostrarlo con las herramientas que se tengan disponibles. Y toca también ser claros y decirles a los andaluces dónde y cómo se piensan afrontar unos recortes que son ineludibles si hay que recortar 2.700 millones en ocho meses.

Hasta ahora, y mal que le pese al presidente, sus alusiones a estos recortes han sido demasiado vagas. Pero ya no vale tanta inconcreción. Hay que decir de una vez por todas dónde se va a meter la podadora y explicar muy bien el porqué de los sacrificios que hay que digerir.

Y todo eso, con un socio, Izquierda Unida, cuyo programa electoral puede calificarse de cualquier cosa menos de pragmático, realista y austero y que lo primero que ha dicho es que acepta “por imperativo legal” la política de recortes decretada por Mariano Rajoy, una expresión que, si se me permite, no es precisamente muy afortunada por los recuerdos batasunos que trae a la memoria.

La tarea será complejísima –¿alguien duda de lo contrario?–, un laberinto de intereses cruzados en una tierra seca de inversiones, pero desde luego no se le podrá negar a Griñán su experiencia (que no espere nadie insumisiones pueriles) y un discurso socialdemócrata coherente y asimilable a los estándares de la izquierda europea que hoy se juega tanto en países como la Francia de Hollande. Y, también, que contará en esta legislatura con otra ventaja añadida, la de tener enfrente una oposición descabezada y en busca de un sucesor tras un shock, el del 25-M, que ha dejado a Javier Arenas al borde de una nueva reinvención de sí mismo seguramente a un AVE de distancia de Andalucía.

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