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Líneas rojas


Youssef Zoubair
Articulista

No sé ustedes, pero suelo acabar agotado mentalmente después de repasar la prensa del día, y eso que me afano en buscar alguna noticia en positivo, pero oigan, no hay manera, al final, acabo repasando las novedades cinematográficas, que un spiderman por aquí, que una de acción por allá o alguna española que ver. Acostumbro hacer ese repaso de noche, digitalmente, con tiempo, diarios de izquierdas, de derechas, los que predican independencia editorial, los que buscan hacer daño, o los que tienen como lema “el tú más”, un poco de todo. Y cuando ya me toca el momento de planchar la oreja, últimamente me doy las buenas noches y buena suerte, ya no por el sueño en el que enseguida entro, sino en desearme ánimo, fuerza y voluntad, por lo que pueda venir al día siguiente.

Líneas rojas
Son tiempos de sobresaltos diarios, de políticas agresivas, de temores que se convierten en dolores. Es para deseamos suerte cada vez que nos encontremos con conocidos, amigos o familiares, (yo lo hago...). La indefensión es real ya, entendiendo por ello, lo poco que podemos hacer por cambiar una situación sobrevenida, (por no decir impuesta…), y no por ganas o voluntad, sino por la imposibilidad legal que nos está dejando el sistema. Dicha indefensión, ya no es una sensación, ya no es una preocupación, es diaria, algo kafkiana, del todo angustiosa.

Nadie creía ni esperaba que una crisis económica llevara a la pérdida de valores, de principios, de derechos, de libertades sociales en esta nuestra todavía joven democracia, y que perplejos asistimos a su desmantelamiento, en nombre del bien común, por unos señores y señoras que se les llena la boca cuando la nombran. ¿Tan frágiles son los cimientos de nuestra democracia?, ¿hemos vivido una democracia real o ha sido sólo la imagen de ella?, ¿por qué ya no se distinguen las líneas rojas que debería salvaguardar a una democracia?, ¿existieron?

Líneas rojas que impidan el saqueo de un país, que los logros sociales conseguidos por millones de españoles y españolas sean intocables. Líneas que la política y sus políticos del color que sea, no ninguneen o quebranten. Años estuvieron los políticos hablando sobre modificaciones de nuestra Carta Magna, y cuando se atrevieron fue para saciar al gran capital, con nocturnidad premeditación y alevosía. Años hablando de la fortaleza bancaria, alimentándola y alimentándose mutuamente, para demostrar que tanto unos como otros, gestionaron miserablemente el dinero de todos.

¿Como es posible que en más de tres décadas no hayamos podido consensuar una línea “no trespassing” en el sistema educativo?, ¿cómo somos tan “cazurros” que jugamos a voluntad con el futuro de nuestros hijos, dependiendo del dirigente de turno y su ideología? ¿Cómo está siendo posible que uno de los mayores logros de este país, que es su sanidad pública, la estén vendiendo los políticos a empresas privadas?, ¿cómo están de ciegos, que los países que lo hicieron están recuperando la publica como garantía de salud para sus ciudadanos?

Adalides en su momento de una justicia internacional, que perseguía a quien cometiera delitos contra la humanidad, convertidos ahora en los que, si no te repagas la justicia, la justicia mira para otra parte, no por ella, sino por quien la legisló, un político, ¿cómo es posible?

Se avecinan leyes qué coartarán la libertad de expresión, de manifestación, sean espontáneas u organizadas, se pedirán de manera arbitraria identificaciones, cacheos, registros, sin una autorización judicial, pero con una ley que les amparará (véase “USA PATRIOT Act”), y todo, señoras y señores, por el bien común.

Son millones de personas las que salen y están saliendo a manifestarse y quejarse de situaciones personales y colectivas, pero la respuesta de los dirigentes no es la explicación y el diálogo, ni la comprensión o el  entendimiento, sino dotar con más medios (legales y físicos), a las fuerzas del orden. Un parlamento blindado, unos políticos sordos, uno gobierno contra sus ciudadanos.

Y así estamos, como en el mito de la caverna de Platón, viendo las sombras moverse, a espaldas de una realidad que nos está engullendo sin damos cuenta, aunque eso si es mérito de nuestros dirigentes, que saben como dosificar sus cargas y despropósitos contra su pueblo. Pocos amigos tenemos ahora los ciudadanos, tiempo ha que los sindicatos, sus líderes, vendieron su alma, convirtiéndose en figuras intemporales, momias del pasado (porque lo de la renovación y evolución con la sociedad no va con ellos). El defensor del pueblo que bailará al son del gobierno de turno, figura gris, faro sin luz. La justicia, nuestra mayor esperanza, lenta si, pero necesaria, viva, pero con heridas, fruta del deseo político, resiste, pero se tambalea.

Son ustedes, si, somos todos nosotros y nosotras, lo mejor que tiene este país, los que estáis teniendo conciencia de la realidad, los que ponéis voluntad en el quehacer diario, los que buscáis fuerzas donde ya no las hay para seguir adelante, los que hacéis democracia, los que marcaréis más temprano que tarde, unas líneas rojas. Me voy a dormir, buenas noches y buena suerte.

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