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En boca cerrada...

Miguel Cárceles
Periodista

Pensaban muchos que el relevo en la administración que más ha dado que hablar en la última década en Almería, la Diputación, podía acabar en escabechina. No ha sido finalmente así. Al PP se le han pasado los primeros cien días de cortesía -esos en los que el nuevo se queja de lo que encuentra sin que nadie le eche en cara lo que está o no haciendo- sin que nadie en las filas de los relevados haya padecido ni siquiera un conato de 'infarto'.

Puede llamar la atención que, después de cuatro años de fuerte confrontación a costa de lo que ocurría en el palacio de Navarro Rodrigo, especialmente después de que la Operación Poniente en El Ejido convirtiera en un incómodo compañero de mesa al Partido de Almería, no haya habido sudores fríos en el PSOE. No porque se sospeche de irregularidades -que cada uno es libre de hacerlo o no- sino porque el acceso a los papeles que durante cuatro años han tenido otros encima de la mesa dan mucho 'juego' político.

Desde que el popular Gabriel Amat fuera elegido oficialmente como presidente de la Diputación Provincial, el cruce de acusaciones entre los recién llegados y los recién salidos se ha limitado, prácticamente en exclusiva, al festival de cine 'Almería en Corto'. Una y no más.

Basta echar un vistazo a la prensa de provincias del resto de España para darse cuenta de que algo raro ocurre. En Granada, sin ir más lejos, decenas de facturas han visto la luz en ese 'juego' político de entrantes y salientes. O algo más gordo aún, en Castilla-La Mancha el Ejecutivo presidido por Dolores de Cospedal ha abierto los cajones para demostrar a la luz pública sus argumentaciones de 'casi quiebra' de las arcas municipales. Aquí, sólo conatos, intentonas sofocadas súbitamente por parte y parte. Como el cine del 'destape'. Se enseña, pero no se palpa. Acusaciones cruzadas ausentes de fuego a discreción.

¿Qué ocurre? ¿A qué temen unos y otros? La situación es rara. Y como en la arena política todo tiene un porqué, esto también parece tenerlo. Dice el refranero que en boca cerrada no entran moscas. Y eso parecer ser que se lo habrían tomado a rajatabla unos y otros en el Palacio Provincial. De entre los que mandan nadie lo dice abiertamente. Quizá Amat es el que más se acerca. En un encuentro con periodistas, indicó que la situación económica de Diputación era para echarse a llorar. Y, sin literalidades, vino a decir que si tiran de la manta se desmonta 'el tinglao'.

Del otro bando, no hay guiños. Pero muchos socialistas, algunos de ellos conocedores de los menesteres que ocurren dentro de la sede de Pablo Iglesias, hablan de algo más que de silencio administrativo. Es decir, de un acuerdo tácito de 'no hables y yo no hablo'. Una ley del silencio política que puede ser más táctica electoral para los comicios que se acercan que para la propia Diputación.

La realidad canta. El PP, con una mayoría aplastante en la Diputación, podría tirar de la manta sin tapujos, pero este método no es del estilo de Amat, un hombre para el que la palabra vale más aún que los contratos de papel. Y el PSOE, con menos de la mitad de diputados que los populares, si bien no tienen nada que perder para el futuro, preferiría -dicen estas fuentes- no tener el patio revuelto. Contarían para ello con el apoyo de la nueva Ejecutiva del partido, que se enfrenta en pocas semanas a sus primeras elecciones.

Puede que esta ley del silencio la agradezcan los ciudadanos si es para no embarrizar la arena política. De hecho, los políticos son el tercer problema para la ciudadanía según el CIS. Pero cuesta creer que este sistema de equilibrios en las mudeces perdure mucho tiempo.
(Ideal) 

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