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Las tortugas

Kayros
Periodista

Charles Robert Darwin está considerado como el padre del evolucionismo, una teoría biológica que explica mejor que la Biblia el origen de las especies. Su autor basó su descubrimiento en las observaciones realizadas en su largo viaje por América del Sur y por las islas del Pacífico. Si en vez de embarcarse en el “Beagle”, Darwin se hubiera quedado en Londres haciéndose clérigo, como parece que estuvo a punto, no hubiera armado la que armó. La Iglesia todavía no ha reconocido la evolución; prefiere el creacionismo, doctrina que cree en la intervención de Dios en cada proceso creativo. No en vano la gran derecha americana desde Reagan a Bush padre e hijo se ha refugiado en esta teoría para poder explicarse los excesos del capitalismo que, siendo religioso, no teme la explotación del hombre y la muerte de la naturaleza.

El espectáculo mediático ofrecido estos días por nuestras tortugas están sacando de madre a los partidos políticos y pillando a los ecologistas sin saber qué hacer. Menos mal que no tenemos un ecologismo de acción directa como existe por ahí fuera, de lo contrario habría otro frente en conexión con el l5-M. El problema no es de ahora. Hace años que buscamos aquí un hábitat adecuado para la tortuga mora. Sé que si ponemos al animal en comparación con los cinco millones de parados, que es lo que hace el PP, el choque hace saltar los plomos.

Y a mayor abundamiento surgen los agricultores y un centenar de afectados al grito de que nadie les toque sus tierras. Las tortugas en riesgo de extinción tampoco tienen la culpa de que cerca de ellas pase el AVE, el gran sueño, símbolo de la modernidad y quién sabe si de la riqueza de la construcción venidera. Entonces algo habrá que hacer desde la racionalidad. No lo queramos todo en el mismo sitio y en el mismo momento. No digamos que luchamos por el cambio climático y a la vez por el ladrillo. No seamos cínicos diciendo que lo importa es el hombre cuando el hombre son más cosas. Estando el mundo en manos de los especuladores, será imposible que no hagan chistes; primero se rieron de la lagartija amarilla, después de la tortuga mora y luego tal vez de los ruiseñores. Un poco de cordura.
(La Voz de Almería)

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