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Jóvenas, miembras, portavozas…

Jose Fernández
Periodista

Creo que el ramillete de despropósitos cometidos al amparo del discurso políticamente correcto se inició cuando la diputada socialista Carmen Romero, aún esposa del presidente Felipe González, incurrió en el inolvidable despiste de hablar en tribuna parlamentaria de “jóvenes y jóvenas”. 

Irene Montero (Youtube)

Desde entonces, venimos asistiendo a una creciente espiral de dislates y extravagancias gramaticales que contravienen la norma lingüística establecida en aras de una presunta visibilidad de la mujer. Pero por el momento, diría que ha servido más bien como un eficaz sistema de detección de abducidos, de aspirantes a cargo público y de medrosos ante el eventual señalamiento que provoca el hecho –insolente rebeldía- de no claudicar ante la prescripción dictada. 

Dos menciones de honor en el cuadro clínico de esta patología lingüística: los años de expansión formal de la jerga durante el zapaterismo y su ampulosa y ridícula aplicación en el discurso oficial de la Junta de Andalucía. Desde entonces, resulta penoso escuchar a los cargos públicos andaluces desdoblándose aplicadamente en el “todos y todas” y en los “padres y madres” o incluso –ya en la mascletá de la idiotez- en la “persona cuidadora A” y “persona cuidadora B”.

Puede que el bucle del disparate se haya cerrado ahora con la intervención de la podemita Irene Montero y sus descacharrantes “portavoces y portavozas”, que tantísimo juego está dando. 

Y sea por la razón que sea, podemos estar ante la gota que colme el ancho vaso de la paciencia colectiva, pues la crítica a esta nueva patada al diccionario ha discurrido por el cauce más letal para cualquier causa social: el choteo. Y lo digo admitiendo generosamente el cuestionable hecho de que la vulneración consciente de la norma sirva para conseguir el deseable fin de la eliminación de desigualdades entre hombres y mujeres.

Pero yo creo que al margen de jóvenas, miembras y portavozas, la lucha por la igualdad está en otras cosas más serias y no en tanta y tan cansina impostación. 

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